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domingo, 30 de octubre de 2016

La iglesia de San Benito de Nursia destruida tras otro terremoto la víspera de la conmemoración del 500 aniversario de la ruptura de la Iglesia a la que asistirá el Papa Francisco

Fuente: CATHOLICVS


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Estas imágenes muestran la completa destrucción de la Basílica de San Benito en Nursia (Italia), construida en el siglo XIII sobre el lugar que, según la tradición, ocupaba la casa natal de San Benito y Santa Escolástica, y ampliada en 1570, tras un nuevo terremoto de magnitud 6,5 en la escala de Richter acaecido hacia las 7:40 horas de esta misma mañana cerca de dicha localidad -el epicentro del seísmo se ha registrado a tan sólo 5 kilómetros y medio de esta ciudad de la región de Umbría-, según han informado los propios Monjes de Nursia. Los daños, además, han sido importantes y generalizados en toda la ciudad, afectando a los antiguos muros que la rodean, cuyas paredes ya habían sido dañadas por el terremoto anterior, acontecido a finales del pasado mes de agosto: ahora presentan grandes grietas y algunas torres han caído, como también lo ha hecho el campanario y techumbre de la basílica de San Benito, corazón histórico y religioso de la ciudad, del que apenas se estaban recuperando los monjes benedictinos (ver aquí), como puede apreciarse en la primera y segunda foto, que muestran el antes y después.


Este desgraciado desastre, que se produce justo en la solemnidad de Cristo Rey y tan sólo un día antes de que el Papa Francisco acuda a la ciudad de Lund (Suecia), a "conmemorar" el 500º aniversario de la herejía y cisma perpetrado por el monje agustino apóstata Martín Lutero -la mal llamada "reforma" protestante- y a participar en la ceremonia "ecuménica" conjunta con la Federación Luterana Mundial, recuerda otros dos fenómenos naturales acaecidos en los últimos tiempos: la espectacular caída de un tremendo rayo sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro (cuarta fotografía de esta entrada) el pasado 11 de febrero de 2013, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, cuando S. S. Benedicto XVI anunció su renuncia; fenómeno que volvió a repetirse el pasado viernes 7 de octubre de 2016, fiesta de Nuestra Señora del Rosario, a las 9:20 horas, dos días antes de que Francisco anunciara la lista de nuevos cardenales que va a crear.


No deja de ser significativo que la iglesia de San Benito de Nursia, el monje que es patrón de Europa -esto es, de la Cristiandad, tal y como se consideraba y denominaba antes-, haya sido destruida en vísperas de la celebración, en la que participará por primera vez un Papa, de los 500 años transcurridos desde la ruptura de la Iglesia por parte de otro monje: el heresiarca Martín Lutero.

CATHOLICVS

La fiesta de la condenación: Francisco celebra a Lutero (César Félix Sánchez Martínez)

Fuente: Stat Veritas 

Francisco con el libro de las 95 tesis de Lutero, 13-Otc-2016

En ese libro fascinante –y de lectura más que obligada en estos tiempos terribles-, titulado Fátima, Roma, Moscú del padre Gérard Mura (edición en español de 2005), se revela, entre otras cosas, el misterioso simbolismo de una fecha: 13 de octubre, última aparición y milagro del sol en Fátima. Basándose en estudios historiográficos recientes, el padre Mura señaló como fecha del martirio de San Pedro el 13 de octubre del año 67. Curiosamente, sería el mismo día casi 1900 años después, en que ocurriría, en palabras de Romano Amerio, la «ruptura de la legalidad conciliar», cuando, el 13 de octubre de 1962, el cardenal Liénart, de Lille, «capturaría» el micrófono en la asamblea conciliar, y, encabezando un golpe de fuerza de la minoría progresista, impondría el descarte de los esquemas del Sínodo Romano previo, elaborados bajo la vigilancia del cardenal Ottaviani, y daría propiamente origen al Concilio Vaticano II, al volver a comenzar los trabajos de elaboración de los documentos, pero esta vez con peritos progresistas y con un manejo hábil del «consenso» manufacturado. Se había iniciado de esa forma el desmantelamiento modernista de la Iglesia.

Lo que el libro no alcanzó a consignar fue lo que ocurriría nueve años después de su publicación en español: el 13 de octubre de 2014, la Relatio Post Disceptationem del Sínodo de la Familia fue leída por el cardenal relator, Peter Erdö, a los 190 padres sinodales. El revuelo fue inmenso tanto en medios católicos como seculares; dos puntos, relativos a la comunión a los divorciados vueltos a casar y otro –el punto 50-, de aceptación de la orientación homosexual, al reconocer sus «dones y atributos» específicos para la Iglesia, fueron los más escandalosos. Aunque la Relatio Synodi ulterior fue en algo aguada, la exhortación Amoris Laetitia y su interpretación autorizada por parte del papa Francisco, tres años después, abren la puerta al sacrilegio de permitir la comunión a pecadores públicos, violentando la doctrina católica. Esta medida no solo se agota en este supuesto mero cambio disciplinar, sino, como han señalado prestigiosos intelectuales como Robert Spaemann y Josef Seifert –para nada sospechosos de “ultratradicionalismo”-, la apertura de un horizonte de abolición de la idea de pecado en la Iglesia.

Tampoco alcanzó a consignar lo que ocurrió el 13 de octubre de 2016. Ese día, en el contexto de la recepción por parte del papa Francisco de una delegación de «peregrinos» luteranos alemanes (así los consideraba Radio Vaticana), y, al margen de las usuales declaraciones del pontífice –que en esta ocasión oscilaron por todos los grados de equivocidad que la doctrina católica considera, desde la proposición temeraria hasta la herética –, el mundo presenció un hecho inédito, en el Aula Paulo VI, en la Santa Sede de Pedro, se ponía en un puesto de honor una estatua del archiheresiarca Martín Lutero, abominador del papado, destructor de la fe (pues, como diría Romano Amerio, el libre examen, núcleo de la doctrina luterana, es la definición misma, el constitutivo formal, de la herejía, no una simple negación de un dogma particular, sino la negación de todos) y personaje violento y vulgar, para nada «misericordioso».


El mismo Francisco acudirá el 31 de octubre a Lund, Suecia, a conmemorar el inicio del aniversario 500 de la Revuelta Protestante. El 31 de octubre de 1517, Lutero clavó sus 95 Tesis (que, como dice García-Villoslada, no eran 95 ni tesis) en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg. Un nuevo simbolismo en la fecha: doscientos años antes de la fundación de la Gran Logia de Inglaterra, primera francmasonería «especulativa» y trescientos, de la Revolución bolchevique. Tres fechas anticristianas. Tres fechas representativas de la lucha del Demonio por aniquilar los frutos de la redención. Pero además, recordemos que el 31 de octubre es la víspera del 1 de noviembre, día en que la Iglesia conmemora la Fiesta de Todos los Santos, es decir, de las almas que están en el cielo. Al día siguiente, 2 de noviembre, la Iglesia ofrecerá oraciones por las almas que están en el purgatorio. Parece ser, entonces, que, para completar el panorama de estos días consagrados a la ultratumba, se requeriría una fiesta de las almas que están en el infierno. Fiesta abominable celebrada por los satanistas y por el hombre-masa de las «sociedades globales» que, sin saberlo, se disfraza de un alma condenada y juega «inocentemente» a infestar lugares. Ese también es el día de la Pseudoreforma: una fiesta de condenación. Y la cabeza de la Iglesia Católica se apresta a celebrarlo.

Parece ser que, ante los ojos humanos, la conjuración anticristiana ha triunfado.

Sin embargo, hay motivos para confortarnos. En primer lugar, la vindicación absoluta, para todo católico con un mínimo de honestidad intelectual y espiritual, de las previsiones de Monseñor Marcel Lefebvre. En su famosa Declaración del 21 de noviembre de 1974 (que acabaría costándole la supresión ilegal de su obra, la Fraternidad de San Pío X, y ulteriormente su suspensión a divinis, mientras tantos delincuentes y pervertidos fundaban seudomovimientos «eclesiales» que recibían el aplauso de la Jerarquía), escribió lo siguiente:

«Nos adherimos de todo corazón y con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esa fe; a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir a la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante, que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y, después del Concilio, en todas las reformas que de él surgieron. Todas estas reformas, en efecto, han contribuido y siguen contribuyendo a la demolición de la Iglesia, a la ruina del sacerdocio, a la destrucción del sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa y a la implantación de una enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, seminarios y catequesis, enseñanza surgida del liberalismo y del protestantismo condenado tantas veces por el Magisterio solemne de la Iglesia. Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la jerarquía, puede obligarnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica, claramente expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve siglos».

El acto del 31 de octubre de 2016 no ha caído del cielo, es parte de un proceso de protestantización, alertado por diversas figuras, significativamente por Monseñor Lefebvre, y expresado en la reforma litúrgica y el aggiornamento en general. El pontificado de Francisco es un fruto claro de la reforma litúrgica, que se aleja de manera impresionante de la doctrina de Trento, como señalaron en el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae los cardenales Ottaviani y Bacci, y que significó una protestantización de la liturgia explícitamente confesada por Monseñor Annibale Bugnini, quien la fabricó. Lex orandi, lex credendi: los efectos deletéreos de la Nueva Misa, que permanecían ocultos para muchos ciegos voluntarios, se revelan, cincuenta años después, en la doctrina y acción del primer pontífice cuyo sacerdocio solo conoció de ese rito.

Por otro lado, los diversos signos en torno al Mensaje de Fátima y al panorama mayor de la teología de la historia de estos últimos tiempos nos hablan de que la medida ha sido colmada y, como diría el conde José de Maistre, en las Veladas de San Petersburgo, refiriéndose a la imposibilidad de que el hombre pueda permanecer en un estado de anomia y desacralización: «Debemos aprestarnos para un acontecimiento inmenso en el orden divino, hacia el cual marchamos con una tan acelerada velocidad que sorprenderá a todos los observadores. Temibles oráculos ya anuncian que los tiempos han llegado».

César Félix Sánchez Martínez

Burke vs Francisco: denuncia el sacrilegio eucarístico frente al homenaje papal a Lutero en Suecia (LSN)

(Traducción: religión la voz libre)



Zagreb, Croacia 28 de octubre de 2016 (LSN) - Es un dogma "irreformable" de la Iglesia Católica que sólo aquellos que crean que Jesucristo está realmente presente en el pan y el vino consagrados son capaces de recibir la Santa Comunión, declaró el cardenal Raymond Burke. El cardenal del Vaticano dijo que san Pablo deja claro que a menos que la persona receptora reconozca el cuerpo de Cristo, "come su propia condenación."

"Esto es un sacrilegio. Este es uno de los más graves de los pecados, "dijo.

El cardenal estaba respondiendo a una pregunta sobre la intercomunión (recepción conjunta de la Santa Comunión Eucarística por parte de varias denominaciones cristianas: católicas y protestantes) hechas a Life Site News por John-Henry Westen durante la edición del lanzamiento de la versión croata de libro del cardenal sobre la Eucaristía en Zagreb, Croacia, el 23 de octubre.

"Nadie puede acercarse a recibir la Santa Eucaristía a menos que crea que la hostia que está recibiendo - a pesar de que parezca pan, sepa a pan, y huela a pan - es, en realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo. Sólo la persona que crea esto puede acercarse al Santísimo Sacramento, puede acercarse a recibir la Santa Comunión ", ha indicado.

Los comentarios de Burke surgen días antes de que Francisco viaje a Lund, Suecia, para conmemorar el 500 aniversario del clavado de las 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg por parte de Martin Lutero, el 31 de octubre de 1517. Luteranos y obispos católicos han expresado su deseo de que el Papa permita la intercomunión (que los luteranos puedan comulgar junto con los católicos las hostias consagradas), al menos para los luteranos casados ​​con católicos.

El Papa ha mostrado anteriormente su apertura a que los luteranos reciban la Santa Comunión junto con los católicos, diciéndole a una mujer luterana el año pasado que "siguiese adelante" guiada por su conciencia. También el año pasado, un pastor luterano de Roma insistió en que el Papa había "abierto la puerta" a la intercomunión entre católicos y luteranos después de que el Papa visitó una comunidad luterana y dijo que las dos religiones "deben caminar juntas.” (También, tras una audiencia papal, luteranos recibieron la Sagrada Eucaristía durante la celebración de una sta. misa)

Pero el cardenal Robert Sarah, presidente de liturgia del Vaticano, respondió días más tarde, al afirmar que "no está permitida la intercomunión entre católicos y no católicos", añadiendo que se "debe confesar la fe católica. Un no católico no puede comulgar. Eso es muy, muy claro. No es una cuestión de seguir la propia conciencia ".

Burke tildó de "muy problemático" que cualquier persona sugiera que la próxima celebración en honor a Martin Lutero debe ser "motivo de algún tipo de 'hospitalidad eucarística' o inter-comunión."

"Eso no es posible. Sí, es irreformable ", ha indicado.

“O la hostia consagrada es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo, o no lo es. Y si lo es, es el más grave de los pecados ofrecer la Sagrada Hostia a alguien que no lo cree ", ha concluido.

Declaración completa del cardenal Burke

LSN: Su eminencia, ¿hay algo acerca de la Santa Eucaristía que prohíba la intercomunión con otras denominaciones cristianas? La próxima semana, y ya ahora, algunos de los líderes Luteranos están expresando la esperanza de recibir la comunión y tener intercomunión entre las religiones. ¿Hay algo acerca de la Santa Eucaristía que prohíba eso, y si hay una tal prohibición, es ésa una enseñanza irreformable?

Burke responde: ¿Que qué hay en la Santa Eucaristía [que prohíba la intercomunión entre las religiones]? La realidad es que la Eucaristía es el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo que, después de las palabras de la consagración pronunciadas [por] el sacerdote - prestando su voz a Cristo mismo, que es el que está actuando en la santa misa - el pan y el vino se convierten en su sustancia, en el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Y así, nadie puede acercarse a recibir la Santa Eucaristía a menos que crea que el hostia que está recibiendo - a pesar de que se ve como pan, sabe a pan, y huele a pan - es, en realidad, el cuerpo y la sangre de Cristo. Sólo la persona que crea esto puede acercarse al Santísimo Sacramento, puede acercarse a recibir la Santa Comunión.

San Pablo dejó esto muy claro en el capítulo 11 de la primera carta a los Corintios, pues en la Iglesia primitiva, hubo abusos en la celebración eucarística. Dijo muy claramente que la persona que recibe la Santa Comunión sin reconocer el cuerpo de Cristo, se come su propia condenación. Esto es un sacrilegio. Este es uno de los más graves pecados.

Y así, nosotros no invitamos a los que no creen en la Presencia Real a recibir la Santa Comunión, en primer lugar, por respeto a nuestro Señor Jesucristo, y por respeto a la realidad de la Santa Eucaristía, pero también por respeto a las personas, debido a que si se los invita a recibir algo en lo que no creen es un signo de falta de respeto [al Señor] y hace un gran daño a las almas de aquellos que están invitados.

Por ejemplo, [tomemos] el pensamiento luterano clásico: hay la idea acerca de la Santa Comunión como un tipo de presencia moral de nuestro Señor durante la celebración de la liturgia. Pero, cuando la liturgia termina, esos panes que se utilizan - y utilizo deliberadamente el término 'panes,' porque no son el cuerpo de Cristo - los devuelven al cajón para usarlos en otra ocasión.

Para nosotros, una vez que las hostias que se han colocado en el altar son consagradas, se han transubstanciado en el cuerpo y la sangre de Cristo, y se guardan en el tabernáculo para los que están enfermos y moribundos, para nuestra adoración y para la eventual comunión de los fieles. Las hostias no se pueden tratar de otro modo nunca, ya que la presencia real de nuestro Señor Jesucristo está en medio de nosotros.

Creo que es muy problemático sugerir que la celebración que va a tener lugar en honor a Martin Lutero pueda ser motivo para algún tipo de 'hospitalidad eucarística' o intercomunión. Eso no es posible. Sí, es (una norma) irreformable.