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lunes, 4 de abril de 2016

Sobre la entrevista al papa emérito Benedicto XVI




El texto completo de dicha entrevista se encuentra en “secretum mihi meum”. (1 de abril de 2016). También puede pincharse aqui. Tuvo lugar el pasado mes de octubre en Roma y el autor de la misma es Jacques Servais, discípulo de Hans Urs Von Balthasar y estudioso de su obra.

Yo resumo aquí bastante tanto las preguntas como las respuestas, para que no se haga excesivamente largo el artículo; de modo que no coloco todas las preguntas que le hicieron. Tan solo las que más me han impresionado

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P. La experiencia religiosa de Lutero estaba condicionada por el terror ante la cólera de Dios, sentimiento más bien extraño para el hombre moderno, marcado más bien por la ausencia de Dios. La doctrina de san Pablo sobre la justificación de la fe, en este nuevo contexto, ¿puede alcanzar la experiencia “religiosa” , al menos la experiencia “elemental” de nuestros contemporáneos?

R. El hombre de hoy tiene la sensación general de que Dios no puede dejar que se pierda la mayor parte de la humanidad. En este sentido, la preocupación por la salvación, típica de un tiempo, casi ha desaparecido. Sin embargo sigue existiendo, de otra forma, la percepción de que nosotros necesitamos la gracia y el perdón. Para mí es un “signo de los tiempos” el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante.

[Aquí cita a sor Faustina y sus visiones, a Juan Pablo II y al papa Francisco quien tanto insiste sobre la misericordia]

La misericordia es la que nos mueve hacia Dios mientras que la justicia nos asusta. Por eso es tan atractiva la parábola del buen samaritano para el hombre moderno quien espera, en el fondo, un amor salvífico que sea donado gratuitamente. Me parece que en el tema de la misericordia divina se expresa de modo nuevo lo que significa la justificación por la fe

[Echo de menos una referencia a la necesidad del arrepentimiento por parte del hombre. Además, parece como si el hombre de hoy tuviese unas necesidades diferentes a las del hombre de ayer, en lo que a la salvación se refiere. Los dogmas no evolucionan. Y la verdad es la misma siempre. Jesús es la Verdad]

P. Cuando san Anselmo dice que el Cristo tenía que morir en la cruz para reparar la ofensa infinita que se le había hecho a Dios y así restaurar el orden destrozado, él usa un lenguaje difícilmente aceptable por el hombre moderno.

R: El concepto de san Anselmo se ha convertido hoy para nosotros en incomprensible. Es tarea nuestra tratar de comprender de modo nuevo la verdad que oculta detrás de esa forma de expresarse.

[El misterio de la cruz siempre es y será incomprensible, pero la cruz es la esencia del cristianismo y la señal del cristiano. Si la forma de expresarse corresponde a la verdad, cualquier otra forma debería de decir lo mismo. La expresión "de modo nuevo" no tiene mucho sentido]

 Por mi parte, presento tres puntos de vista sobre ese argumento:

1. La contraposición entre el Padre que insiste, de modo absoluto, sobre la justicia, y el Hijo, que obedece al Padre y obedeciendo acepta la cruel exigencia de la justicia, no sólo es incomprensible hoy sino que, a partir de la teología trinitaria es, en sí misma, totalmente errónea. El Padre y el Hijo son una sola cosa y, por lo tanto, su voluntad es ab intrínseco una sola.

[Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios. Hay en Él dos voluntades. En cuanto Dios, su voluntad es la voluntad del único Dios. Pero tiene también una voluntad humana. Y ésta, al ser perfectamente hombre, se manifiesta, inicialmente, como un rechazo al sufrimiento: ¡Padre, si es posible, que pase de Mí este cáliz!. Es la tentación de la huida de la cruz, propia de todo hombre … tentación que vence: … ¡pero no se haga mi voluntad sino la tuya!]

Cuando el Hijo en el Huerto de los olivos lucha con la voluntad del Padre no se trata del hecho de que Él deba aceptar para sí una cruel disposición de Dios sino del hecho de atraer a la humanidad hacia la voluntad de Dios. 

[Eso es una interpretación muy personal y no está en conformidad con lo que la Iglesia siempre ha dicho. Jesús es verdaderamente hombre y tiene, por lo tanto, una voluntad humana ... o no sería verdaderamente hombre. En ese sentido es correcto decir: ¡no se haga mi voluntad sino la tuya! "Jesús aprendió, sufriendo, a obedecer", dice san Pablo. Y entonces, en su respuesta libre y amorosa, identificó su voluntad humana con su voluntad divina, pues era verdaderamente Dios y tenía, pues, también, una voluntad divina. Esta voluntad divina del Hijo es Una con la voluntad del Padre, puesto que hay un solo Dios, que tiene una sola voluntad ... sin olvidar que Padre e Hijo son Personas distintas: el Padre no es el Hijo ni el Hijo es el Padre. De ahí que pueda darse entre ellos esa relación maravillosa de Amor, que es el Espíritu Santo] 

Tendremos que volver, a continuación, sobre la relación de las dos voluntades del Padre y del Hijo.

2. Pero, entonces, ¿por qué la cruz y la expiación? En cierto sentido hoy, en los retorcimientos del pensamiento moderno del que hemos hablado antes, la respuesta a esas preguntas es posible formularla de modo nuevo

[Se supone que la contestación debe de ser la misma aunque se usen otras palabras. Los conceptos de tipo dogmático no pueden evolucionar, aun cuando se profundice en ellos a fin de conocerlos cada vez mejor].

Situémonos ante la increíble y sucia cantidad de mal, de violencia, de mentira, de odio, de crueldad y de soberbia, que infectan y arruinan a todo el mundo. Esta masa de mal no puede ser simplemente declarada inexistente, tampoco por parte de Dios.

[¡Nunca se ha dicho tal cosa en la Iglesia: Dios no ignora nuestros pecados ni los males que se ocasionaron a raíz del pecado original, entre ellos el sufrimiento y la muerte!]

Ella debe ser depurada, re-elaborada y superada (…). Los cristianos sabían que ante el gran poder del mal sólo un amor infinito podía ser suficiente, sólo una expiación infinita.

[Esto requiere algunos matices. La ofensa a un Ser infinito es infinita. El hombre no puede reparar esa ofensa, puesto que no es Dios. Y entonces Dios interviene en la Historia, haciéndose Él mismo hombre, en la Persona de su Hijo. La justicia de Dios queda así satisfecha, al ser el Hijo infinito, al igual que lo es el Padre y porque es realmente hombre; al hacerse hombre cargó sobre sí con todos los pecados de los hombres de toda la humanidad y de todos los tiempos y apareció como pecador ante su Padre, no siéndolo, y así nos consiguió la posibilidad de entrar, junto a Él, en su Reino. El porqué de este proceder de Dios es algo que se nos escapa, pues se trata del Misterio del mismo Dios, que es Amor, un Misterio que conocemos gracias a Jesucristo]

Ellos sabían que el Cristo crucificado y resucitado es un poder que puede contrarrestar el mal y salvar el mundo. Y sobre estas bases pudieron también entender el sentido de su sufrimiento integrado en el amor sufriente de Cristo y como parte del poder redentor de ese amor (…) Dios sencillamente no puede dejar como está la masa de mal que deriva de la libertad que Él mismo ha concedido. Sólo Él, llegando a formar parte del sufrimiento del mundo, puede redimir al mundo.

[¡Da la impresión de que Dios tiene que justificarse por haber dado libertad al hombre … y por haber permitido que éste usara de ella para desobedecerlo: como si Dios tuviese la culpa del pecado que el hombre cometió y que, por eso mismo, tiene la obligación de redimirnos! Esto suena muy extraño]

3. A partir de estas bases se hace más inteligible la relación entre el Padre y el Hijo. (…) El Padre sostiene la cruz y al crucificado, se inclina con amor sobre Él y, por otra parte, por decirlo así, está junto a Él en la cruz. Así, de un modo grandioso y puro se percibe lo que significa la misericordia de Dios y la participación de Dios en el sufrimiento del hombre.

[¿El Padre sufre también? Pero eso no es lo que está contenido en los Evangelios, en los que se dice claramente que Dios envió a su propio Hijo para expiar por nuestros pecados, “haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. Tal idea coincide con la herejía patripasiana, según la cual el Padre se encarnó, nació, sufrió y murió en la cruz … cuando sabemos que quien fue a la cruz fue Jesús. ¿O es que el Padre y el Hijo son la misma Persona? De ser así, ¿cómo es posible, entonces, que hablen entre ellos, como distintos, aun cuando tengan la misma naturaleza divina? Véase lista de herejías ¿Cómo puede Ratzinger decir esas cosas?]

No se trata de una justicia cruel, como tampoco del fanatismo del Padre, sino de la verdad y de la realidad de la creación: de la auténtica e íntima superación del mal que, en última instancia, sólo puede realizarse en el sufrimiento del amor.

[¡La verdad es que hace uso de un lenguaje que no acabo de entender, al decir que de lo que se trata es de la verdad y de la realidad de la creación! ¿Qué tiene que ver esto con la Redención del hombre?]

P. ¿Se puede decir que en las últimas décadas hubo una especie de desarrollo del dogma que el Catecismo debe de tener en cuenta?

R. No cabe duda de que, en este punto, estamos ante una profunda evolución del dogma.

[La pregunta se las trae, pero la respuesta mucho más, como podemos leer a continuación:]

Mientras que los padres y los teólogos del medievo podían todavía ser del parecer que, en esencia, todo el género humano se había convertido al catolicismo y que el paganismo existía sólo en los márgenes, el descubrimiento del nuevo mundo a inicios de la era moderna ha cambiado de forma radical las perspectivas (…) En la segunda mitad del siglo pasado se ha afirmado plenamente que Dios no puede dejar que se pierdan todos los no bautizados y que incluso una felicidad puramente natural para ellos no representa un respuesta real a la cuestión de la existencia humana. Bien es verdad que los grandes misioneros del siglo XVI estaban aún convencidos de que quien no está bautizado está perdido para siempre- y esto explica su compromiso misionero- (…) pero en la Iglesia católica, después del Concilio Vaticano II, esa convicción fue definitivamente abandonada.

[Desde luego que aquí sí que está clarísimo lo que dice Ratzinger. Pero, ¿hicieron mal, entonces, los misioneros en bautizar a la gente, cumpliendo así el mandato de Cristo? ¡Es difícil de entender esta afirmación del cardenal Ratzinger, antiguo Papa Benedicto XVI! Yo tengo el total convencimiento de que lo que hicieron fue en cumplimiento del mandato de Jesucristo: “¡Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura!” Actuaron muy bien, pues condujeron a Dios a mucha gente … ¡y esto sin emplear la violencia! A nadie se le obligaba a creer por la fuerza. Por otra parte, ¿quién ha dicho que Dios deja que se pierdan todos los no bautizados? Dios no es injusto. Y existe una ignorancia invencible. Y eso Él lo sabe muy bien. En cuanto al destino sobrenatural, es algo que no es exigido por nuestra naturaleza humana, sino que es un puro don de Dios, el cual lo ha querido dar sólo a algunos, a aquellos que se bautizan ... y no por eso es injusto con los demás. Finalmente, Dios es el que conoce todos los datos y el Único que tiene todas las respuestas. Creo que es bueno que seamos humildes y reconozcamos nuestra incapacidad para entender todo. Nosotros no somos Dios]

De ello derivó una doble y profunda crisis:

Por una parte esto parece eliminar toda motivación para un futuro compromiso misionero. ¿Por qué se debe tratar de convencer a las personas a aceptar la fe cristiana cuando pueden salvarse incluso sin ella?
Pero también surge una cuestión para los cristianos: se volvió  incierta y problemática la obligatoriedad de la fe y de su forma de vida. Si está quien se puede salvar también de otras formas, ya no es evidente, al final, por qué el cristiano mismo permanece vinculado a las exigencia de la fe cristiana y a su moral. Pero si la fe y la salvación ya no son interdependientes, la fe queda también sin motivación.

[Lo cual es verdad, como decía san Pablo: “Si Jesucristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Aún estaríamos en nuestros pecados”]

En los últimos tiempos se formularon diversos intentos con el fin de conciliar la necesidad universal de la fe cristiana con la posibilidad de salvarse sin ella:

[¿Realmente es posible la salvación sin la fe?... ¿se puede dar esta conciliación? La respuesta es negativa ... si nos atenemos a las enseñanzas de la Iglesia]

Recuerdo dos de ellos: Ante todo, la muy conocida tesis de los cristianos anónimos de Karl Rahner. En ella se sostiene que el acto base esencial de la existencia cristiana, que es decisivo en orden a la salvación (…) consiste en la apertura (…) hacia la unidad con Dios. (…) Cuando el hombre se acepta en su ser esencial, realiza lo esencial del ser cristiano, incluso sin conocerlo de modo conceptual.

[¿Se reduce todo, entonces, a una aceptación de sí mismo por parte del hombre para ser cristiano? ¿De dónde saca Rahner esta idea? Desde luego, no del Evangelio]

El cristiano coincide, por lo tanto, con lo humano, y en este sentido es cristiano todo hombre que se acepta a sí mismo incluso si él no lo sabe. Esta teoría es fascinante,

[¡Efectivamente lo es! … ¡Hay que tener mucha imaginación! Lo preocupante es que el mismo Ratzinger, antiguo Papa Benedicto XVI, da la impresión de estar de acuerdo con dicha teoría, aunque no lo diga expresamente. ¿Qué pasaría entonces con los hombres que no se aceptan a sí mismos? Para ellos no sería tan fascinante, aun cuando no lo supieran.]

pero reduce el cristianismo  mismo a una pura presentación consciente de lo que el ser humano es en sí, y por lo tanto descuida el drama del cambio y de la renovación que es central en el cristianismo.

[Esta respuesta necesita de una mayor aclaración para ser entendida correctamente. Además, lo central en el cristianismo es el Amor de Dios]

Menos aceptable es la solución propuesta por las teorías pluralistas de la religión, para las cuales todas las religiones, cada una a su modo, serían caminos de salvación. Y en este sentido, en sus efectos, deben de ser consideradas equivalentes (…) Una recepción tan simplista no es proporcional a la grandeza de la cuestión.

[Digo lo mismo que en el caso anterior: aunque simplifico las respuestas (el original puede leerse aquí), sin embargo, se observa una falta de claridad en las mismas; y de nuevo, al menos a mí me lo parece, da la impresión de que el mismo Ratzinger está de acuerdo con esas ideas, aunque no lo diga expresamente: lo da a entender]

Luego, recordamos a Henri de Lubac y otros teólogos que han dado vigor al concepto de sustitución vicaria.

[¿No iría esto en contra del Papado y a favor de la sinodalidad?]

Para ellos la pre-existencia de Cristo sería expresión de la figura fundamental de la existencia cristiana y de la Iglesia en cuanto tal.

[Jesucristo comenzó a existir como tal cuando la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, se hizo hombre en el vientre de la Virgen María. ¿Qué sentido tiene hablar de que Jesucristo ya existía antes de venir al mundo? ¡Ninguno! Es una elucubración sin ninguna base evangélica. Y me atrevería a decir que es una herejía].

Es verdad que así el problema no está resuelto del todo, pero a mí me parece que ésta es, en realidad, la intuición esencial que también toca la existencia de cada cristiano.

[¡Va a resultar, entonces, que ésa es la postura del cardenal Ratzinger! Me quedo perplejo, la verdad]

Cristo, en cuanto único, era y es para todos (…) Cristianos, por decirlo así, no se es para sí mismos sino, con Cristo, para los demás. (…) Lo que la persona humana necesita para la salvación es la íntima apertura a Dios, la íntima expectativa y fidelidad a Él y esto significa que nosotros, juntamente con el Señor, que hemos encontrado, vamos hacia los demás, y tratamos de hacer visible la venida de Dios en Cristo.

[Todo esto es muy “bonito” pero ¿refleja la verdad? Esta entrevista me deja con mal sabor de boca. Para contrarrestar gran parte de lo que dice habría que escribir un libro]

P. Usted dijo en su libro “Jesús de Nazaret”: ‘La injusticia, el mal como realidad concreta, no se puede ignorar sin más, dejarlo estar. Se debe de acabar con él, vencerlo. Sólo esto es verdadera misericordia”. El sacramento de la confesión, ¿es, y en qué sentido, uno de los lugares en los cuales puede tener lugar una “reparación” del mal cometido?

R. (…) El contrapeso al dominio del mal puede consistir en primer lugar sólo en el amor divino-humano de Jesucristo, que es siempre más grande que todo posible poder del mal. Pero es necesario que nosotros nos introduzcamos en esta respuesta que Dios nos da mediante Jesucristo. Incluso si cada uno es responsable por un fragmento de mal y, por lo tanto, cómplice de su poder, juntamente con Cristo puede “completar lo que aún falta a sus sufrimientos”. El sacramento de la penitencia tiene ciertamente un papel importante en este campo. Esto significa que nosotros siempre nos dejamos modelar y transformar por Cristo y que pasamos continuamente de la parte de quien destruye a la que salva.

[Una respuesta igualmente confusa: puede interpretarse de modos diferentes: ¡Pero eso es lo que hay! Bueno es conocerse]

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Después de esta lectura me quedé un tanto perplejo porque, por una parte “parece” que Ratzinger no está de acuerdo con todas esas tesis de los cristianos anónimos, etc ... pero, al final, no acaba de definirse, al menos no con la suficiente claridad. Quiero entender que la solución se encuentra en que nosotros, unidos al sacrificio de Cristo, nos convertimos en corredentores con Él (Col 1, 24) y así salvamos al mundo. Si esa fuese la interpretación dada a lo que dice, no tendría ningún problema, porque es lo que siempre ha dicho la Iglesia … pero su modo de hablar da lugar a otras interpretaciones distintas. Y eso no es bueno: “Sea vuestro modo de hablar: sí, sí; no, no. Todo lo que pasa de esto, del Maligno procede” (Mt 5, 37)


Por otra parte, no acabo de entender muy bien qué es eso de la sustitución vicaria a la que se refiere el jesuita Henri de Lubac, quien fue suspendido por el Vaticano en 1950 por Pío XII, aunque en el pontificado de Juan XXIII le fue levantada la suspensión. Fue uno de los peritos del Concilio Vaticano II, y estuvo muy apoyado por Pablo VI y Juan Pablo II, quien lo nombró cardenal en 1983. La idea fundamental de De Lubac es que todo hombre, por el mero hecho de ser hombre, está llamado a lo sobrenatural, siendo esto una condición esencial de su ser; de manera que el carácter gratuito de lo sobrenatural desaparece. Es un modo de decir que Dios está obligado a darnos el cielo a todos los hombres. Y por lo que se ve, Ratzinger parece que piensa del mismo modo. Y, en definitiva, ¿en qué se diferencia esta respuesta de las otras en las que se hace referencia, de modo directo, a la salvación universal? Básicamente, viene a ser lo mismo o muy parecido.
José Martí