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martes, 4 de agosto de 2015

Último día de viaje del Papa en Paraguay (3 de 3) LA SANTA MISA, SACRIFICIO DE CRISTO EN LA CRUZ


Dice el santo Padre que "por muchas Misas de domingo ..."  ¡precisamente hoy día, en que el número de cristianos que van a Misa brilla por su ausencia!  Tal vez esa expresión hubiese tenido algún sentido hace cincuenta años cuando las Iglesias se llenaban de gente los domingos. Hoy, todos lo sabemos muy bien, no es el caso. Los cristianos, particularmente los jóvenes, han abandonado la Misa, siendo muy pocos los que aún siguen asistiendo a Misa los domingos. ¿Si estos pocos dejaran de acudir los domingos a la santa Misa serían, entonces, más solidarios? 


Sí, ya sé que el Papa no ha dicho eso ... pero al hablar del modo en que lo ha hecho, la Misa ha quedado mal parada y reducida a algo accesorio y banal, de lo que -en cierto modo- puede prescindirse ...  ¡siempre que se sea solidario! 


Con todos mis respetos -sinceros- para el santo Padre, pienso que ha cometido un error citando la santa Misa en esos términos (no entro en sus intenciones que doy por supuesto que son buenas). Era algo innecesario, y no venía a cuento el nombrar la santa Misa en ese contexto pues ello da lugar a un mensaje ambiguo con diversas interpretaciones, lo que no es bueno; desde luego no es así como hablaría Jesucristo. 


Porque, además -para colmo, y esto es una lástima- son muy pocos -y cada vez menos- los católicos que conocen el significado esencial de la Misa como lo que realmente es, a saber, el mismo Sacrificio de Cristo en la Cruz. 


El carácter sacrificial de la santa Misa, que le es esencial, es prácticamente desconocido por una inmensa cantidad de católicos, que no conocen su propia fe. El Sacrificio de Cristo que tiene lugar en cada Misa no es un nuevo Sacrificio, pues "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más" (Rom 6, 9). 


Cristo murió una única vez; pero, y esto es lo que muchísimos cristianos desconocen, en la santa Misa tiene lugar, se hace presente el mismo y único Sacrificio de Cristo en la Cruz. No es ningún recuerdo de algo que pasó. 


Hay un Sacrificio real de Jesucristo; no es que Cristo muera de nuevo en cada Misa (¡sabemos que Cristo murió una sola vez y ya no muere más!). No es eso, sino que lo que ocurrió allí y entonces de modo cruento (con derramamiento de sangre), está teniendo lugar aquí y ahora, de modo incruento (sin derramamiento de sangre). El mismo y único Sacrificio de Cristo en la Cruz que ocurrió allí y entonces está teniendo lugar (el mismo, que no otro) aquí y ahora: se actualiza, se hace presente.


Esta "actualización" no se trata de un recuerdo de lo que allí pasó.  En la santa Misa asistimos a la Pasión y Muerte del Señor, no en memoria, ni en figura, ni en recuerdo sino "in re", real y verdaderamente Esto es una verdad de fe. No tenemos más que leer el Catecismo [o bien el Catecismo de la Iglesia Católica: CIC números 1356, 1357; 1362 a 1368; o bien el Catecismo Mayor de san Pío X o el del Concilio de Trento]


Como Señor que es del espacio y del tiempo, sólo Él puede atravesar esas fronteras espacio temporales. Y así cuando se celebra la santa Misa, en un determinado lugar y momento actuales, en ella está ocurriendo realmente y exactamente (aunque de modo incruento) la misma Pasión y Muerte del Señor que tuvo lugar en el pasado y en otro lugar de la Tierra. 


Él tiene ese Poder para hacerlo, pues es Dios; y nosotros, en la santa Misa, tenemos la posibilidad (que se nos ha concedido por pura gracia) de asociarnos y unirnos "in re" a su Sacrificio, si estamos en estado de gracia, padeciendo verdaderamente con Él y en Él, haciéndonos así corredentores con Cristo y salvando al mundo de sus pecados, incluidos los nuestros, por supuesto.




[Hablar de este tema nos llevaría al gran misterio del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, cuya Cabeza invisible es el propio Jesucristo y nosotros somos sus miembros. Y en un cuerpo todo lo que le ocurre a cualquier miembro es experimentado por todos los miembros de ese cuerpo como suyo propio. Esa es la razón por la que san Pablo podía decir:   "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24).  ]


Si Cristo, siendo el Justo entre los justos, padeció y murió por unos pecados que no había cometido -y lo hizo para salvarnos- ¿qué cosa más normal que también nosotros, unidos a Él, padezcamos y muramos por unos pecados que sí que hemos cometido?. Anterior a su venida, estos sufrimientos de los justos no servían de mucho, pues las puertas del Cielo estaban cerradas, debido al pecado de nuestros primeros padres. Pero una vez que el nuevo Adán, Jesús, vino al mundo y dio su vida por nosotros, el pecado quedó destruido. Y fuimos redimidos: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20).


No debemos olvidar, sin embargo, que esa redención objetiva del pecado, gracias al Amor de Jesucristo, que afecta a todos los hombres, debe transformarse en redención subjetiva en cada uno de nosotros, mediante un acto libre y consciente de fe por nuestra parte; y haciendo realidad, en nuestra vida, su propia Vida. En el Amor son dos los que cuentan: Dios y cada uno de nosotros. Él ya ha puesto su parte y la sigue poniendo en cada instante. Ahora nos toca a nosotros responder como conviene para hacer posible esa Salvación que Jesús vino a traernos.

Si bien es cierto que dijo Jesús: "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5); de modo que la tarea de la salvación nos parecería -y sería, de hecho- imposible, también son ciertas las palabras de san Pablo: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13). Solos no podemos; está fuera de nuestro alcance. Es algo sobrenatural. Pero, unidos a Él, podemos tener la plena confianza de que jamás nos dejará si nosotros no queremos.


Como tantas veces he repetido en este blog, Dios no salvará a nadie que no quiera ser salvado, es decir, que no ponga los medios que Él ha dispuesto para que podamos ser salvos. Y así, según sea el uso que hagamos de la libertad que Dios nos ha dado, puesto que su voluntad de salvarnos es clara y manifiesta, depende enteramente de nosotros el salvarnos, aunque tal salvación nos sea concedida por Él. 

De manera que -y esta es la idea clave- el que no está unido a Cristo, por mucha que sea la "solidaridad" que diga tener para con los demás, eso no le va a servir de nada: "Aunque repartiera todos mis bienes en alimentos ... si no tengo caridad de nada me sirve" (1 Cor 13, 3). 


Una "solidaridad" sin caridad suele ser, casi siempre, una pura farsa. Sería, en el mejor de los casos, simple filantropía; y se quedaría en el terreno de lo meramente humano. Pero el que está unido a Jesucristo, por la fe y el amor, ese sí que tiene la capacidad de ayudar a los demás (dándole a la palabra ayudar su pleno sentido). ¿Por qué? Pues, porque en Cristo -y sólo en Cristo- los demás no nos son extraños, sino que son verdaderamente nuestros hermanos, hijos de un mismo Padre. Unidos a Jesús, nos hacemos realmente, por pura gracia, hijos de Dios, "hijos en el Hijo" y, por lo tanto, hermanos.


Pues bien: es en la santa Misa donde se lleva a cabo esa unión con Jesucristo, al participar de los méritos de la Pasión y de la Muerte del Señor. Los demás son, entonces (y sólo entonces) nuestros verdaderos hermanos en Cristo; y nos convertimos así en corredentores con Jesucristo para salvar al mundo. En la santa Misa el Espíritu de Jesús, que es el Espíritu Santo, nos une en un solo cuerpo: el Cuerpo Místico de Cristo. Conservando cada uno su personalidad, es capaz de amar a todos y de ayudarles de verdad, porque dándoles a Jesús les está dando lo más hermoso y lo más grande que podría darles. 


Esa sí que es la "solidaridad" verdadera, a saber la "solidaridad" cristiana que es, en definiva, la caridad cristiana, hecha posible gracias a la santa Misa. De ahí la enorme y vital importancia del sacrificio de la Misa, como muestra del mayor amor posible cual es el de dar la vida, tal y como hizo Jesús. 


Y de ahí la inconsistencia o la imprudencia - si se quiere- de la frase papal: "Por más Misa de los domingos, si no tienes un corazón solidario..."  ¡Pues, con todo el respeto del mundo, Su Santidad, va a ser que no! Si nos quitan la Misa, nos quitan a Jesús. Y entonces, ¿qué me importan a mí los demás? ¿Qué son los demás para mí? Absolutamente nada ... que es lo que está ocurriendo hoy en día en casi todo el mundo, porque la gente, en masa, influida por los medios de comunicación, está cayendo, cada vez más, en la apostasía y en el rechazo de Dios. 


Está más que demostrado por la historia: cuando el hombre se olvida de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, se vuelve inhumano.

José Martí

El Santo Sacrificio de la Misa (Catecismo Mayor de san Pío X)



DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA 



652.- ¿Es la Eucaristía solamente sacramento? 


- La Eucaristía, además de sacramento, es también el sacrificio perenne de la nueva ley dejado por Jesucristo a su Iglesia para ser ofrecido a Dios por mano de los sacerdotes.

653.- ¿En qué consiste en general el sacrificio? 

- El sacrificio en general consiste en ofrecer una cosa sensible a Dios y destruirla de alguna manera en reconocimiento de su supremo dominio sobre nosotros y sobre todas las cosas.

654.- ¿Cómo se llama este sacrificio de la nueva ley? 

- Este sacrificio de la nueva ley se llama la santa Misa.

655.- ¿Qué es, pues, la santa Misa? 

- La santa Misa es el Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece sobre nuestros altares bajo las especies de pan y de vino en memoria del sacrificio de la Cruz.

656.- ¿Es el sacrificio de la Misa el mismo de la Cruz? 

- El sacrificio de la Misa es sustancialmente el mismo de la Cruz, en cuanto el mismo Jesucristo que se ofreció en la Cruz es el que se ofrece por manos de los sacerdotes, sus ministros, sobre nuestros altares; mas, cuanto al modo con que se ofrece, el sacrificio de la Misa difiere del sacrificio de la Cruz, si bien guarda con éste la más íntima relación.

657.- ¿Qué diferencia y relación hay, por consiguiente, entre el sacrificio de la Misa y el de la Cruz? 

- Entre el sacrificio de al Misa y el de la Cruz hay esta diferencia y relación: que en la Cruz, Jesucristo se ofreció derramando su sangre y mereciendo por nosotros, mientras en nuestros altares se sacrifica Él mismo sin derramamiento de sangre y nos aplica los frutos de su pasión y muerte.

658.- ¿Qué otra relación guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz? 

- La otra relación que guarda el sacrificio de la Misa con el de la Cruz es que el sacrificio de la Misa representa de un modo sensible el derramamiento de la sangre de Jesucristo en la Cruz; porque, en virtud de las palabras de la consagración, se hace presente bajo las especies del pan sólo el Cuerpo, y bajo las especies del vino sólo la Sangre de nuestro Redentor; si bien, por natural concomitancia y por la unión hipostática, está presente bajo cada una de las especies Jesucristo vivo y verdadero.

659.- ¿Es el sacrificio de la Cruz el único sacrificio de la nueva ley? 

- El sacrificio de la Cruz es el único sacrificio de la nueva ley, en cuanto por él aplacó el Señor la divina justicia, adquirió todos los merecimientos necesarios para salvarnos, y así consumó de su parte nuestra redención. Más estos merecimientos nos los aplica por los medios instituidos por Él en la Iglesia, entre los cuales está el santo sacrificio de la Misa.

660.- ¿Para qué fines se ofrece, pues, la Santa Misa? 

-El sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios para cuatro fines: 

1º Para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico; 2º para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico; 3º para aplacarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio; 4º para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio. 

661.- ¿Quién es el que ofrece a Dios el sacrificio de la santa Misa? 

- El primero y principal oferente de la santa Misa es Jesucristo, y el sacerdote es el ministro que en nombre de Jesucristo ofrece el mismo sacrificio al eterno Padre.

662.- ¿Quién instituyó el sacrificio de la santa Misa? 

El sacrificio de la santa Misa lo instituyó el mismo Jesucristo cuando instituyó el sacramento de la Eucaristía y dijo que se hiciese en memoria de su pasión. 

663.- ¿A quién se ofrece la santa Misa?

- La santa Misa se ofrece a solo Dios.

664.- Si la santa Misa se ofrece a solo Dios, ¿por qué se celebran tantas Misas en honor de la Santísima Virgen y de los Santos? 

- La Misa que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos es siempre un sacrificio ofrecido a solo Dios; se dice, empero, que se celebra en honor de la Santísima Virgen y de los Santos a fin de que Dios sea alabado en ellos por las mercedes que les hizo y nos dé más copiosamente por su intercesión las gracias que nos convienen.

665.- ¿Quien participa de los frutos de la Misa? 

- Toda la Iglesia participa de los frutos de la Misa, pero en particular: 1º., el sacerdote y los que asisten a la Misa, los cuales se consideran unidos al sacerdote; 2º., aquellos por quienes se aplica la Misa, así vivos como difuntos.