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sábado, 17 de enero de 2015

Libertad, hipocresía y sentido común (1 de 2)


Lo primero de todo es recordar una serie de verdades, que son obvias y de sentido común y que todos conocen, pero no siempre se actúa de modo coherente con ese conocimiento. Aunque especifico una serie de puntos, en realidad están todos ellos entrelazados:

1) Libertad y responsabilidad son cara y cruz de una misma moneda y, por lo tanto, inseparables


2) La libertad de la persona humana no es ilimitada. Está condicionada por su misma naturaleza como persona:

De entrada, necesitamos de una pareja humana, hombre y mujer, para poder venir a la existencia. Una vez en la existencia, tienen que pasar muchos años para poder hablar de una cierta independencia o autonomía; la cual, a su vez, está condicionada por múltiples aspectos: inteligencia, recursos económicos

3) No se puede hacer uso de la libertad para cambiar la realidad natural. Mi  libertad no puede modificar la verdad de las cosas, que son lo que son con independencia de lo que yo pueda pensar. Es el caso del aborto, el divorcio, la homosexualidad, etc, cuya realidad no cambia por más que se les cambie el nombre y se pongan el ropaje de la ley. La verdadera libertad está siempre en conexión con la verdad ... o no hay tal libertad. Dios, que es el auténtico juez, pondrá las cosas en su sitio, cuando a Él le plazca ... ¡pero lo hará!

4) Hay un componente social de la libertad, que no se puede tirar a la basura. La frase: "Mi libertad termina donde empieza la libertad de los demás" es más que una simple frase. Revela una realidad. Entre otras cosas que la libertad no es un valor absoluto, ni consiste en hacer lo que a uno le plazca. Hay que contar con la libertad de los demás. El ser humano vive en sociedad. Y esto no se puede ignorar. Enarbolando la bandera de la libertad (libertad para los que piensan de una determinada manera) se ataca a los que piensan de modo diferente; y todo ellos con el apoyo de la ley. Y el dicho: El que siembra vientos recoge tempestades también tiene actualidad. Por eso, no se entiende que la gente se escandalice y se extrañe cuando ocurren sucesos como los que ocurrieron el 7 de enero en Francia que, ciertamente, son lamentables y condenables, pero que han ocurrido porque quienes, tomando como base la "libertad de expresión", se han dedicado a insultar y a blasfemar. ¿Justifica eso el crimen de que han sido objeto? En absoluto. Pero sí lo explica. Si las autoridades actuasen contra la raíz del problema, que es la mal llamada libertad de expresión (cuando ésta se entiende como libertad de insulto) estarían actuando, al mismo tiempo, contra la violencia que tal "libertad" ha provocado. 

5) "Libertad" sólo para algunos: aquellos que piensan como lo ha dispuesto el Sistema. A los demás hay que reducirlos al silencio. "Libertad" reducida al pensamiento único. ¿Se puede llamar a eso libertad? Sólo se reconoce como libres a los que piensan conforme a lo políticamente correcto. El que piense de modo diferente, y lo manifieste, será vilipendiado, calumniado, perseguido, etc. Tremenda hipocresía ésta que sólo permite pensar de una determinada manera y condena cualquier otra forma legítima de pensamiento. Por ejemplo: ¡Ay del que esté en contra del aborto, del divorcio, de las parejas de hecho, de la homosexualidad, de la ideología de genero, etc...! Contra él todo el peso de la "ley". No así para los mentirosos, los depravados, los violentos -siempre que sean de izquierdas-, los que corrompen a los niños en los colegios con ideologías ateas y contrarias a la ley natural. Sí, porque ellos representan el progreso y la modernidad. La "ley del embudo", como puede verse, sigue teniendo vigencia y es, además, aplaudida por casi todos, debido -en gran parte- a la enorme influencia de los mass media.




6) La libertad no consiste en hacer lo que uno quiera. Esto no es la esencia de la libertad, pues ésta -como todo lo que es bueno- depende de la verdad. El conocimiento y la aceptación de la realidad es la condición primera para llegar a unas cotas de libertad que estén en conformidad con lo que verdaderamente somos: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32) decía Jesús. Sólo el amor a la verdad nos puede hacer realmente libres. El mentiroso, el que no llama a las cosas por su nombre, es un desgraciado y un esclavo. Así, por ejemplo, no todos tienen la misma inteligencia ni pueden elegir cualquier carrera, o incluso ninguna, si no tienen las aptitudes necesarias para ello. Tampoco todos tienen las mismas habilidades: pensemos en el dibujo, la pintura, la escultura, el atletismo, el fútbol, el tenis, el billar y un sinfín de etcéteras. Estamos condicionados y esto es bueno saberlo. Esto es estar en la verdad. Y desde la verdad es cuando podemos -y debemos- ejercer la libertad. ¿Acaso se puede decir, sinceramente, que no es libre aquel que no puede hacer una carrera que le gustaría si se sabe, con total seguridad, que no es apto para ejercerla? ¿Se puede pedir de todos que sepan jugar al billar o al tenis y que sean, además, los mejores ... o de lo contrario, ya no serían libres? ¡Eso es un disparate! ¡Pero si es de sentido común! ¿Cómo se le pueden pedir peras al olmo? La misión del olmo -la verdad del olmo- es que no puede producir peras, aunque "quisiera", pues no está dotado para ello. La producción de peras está reservada al peral. Y así con todo.