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martes, 9 de septiembre de 2014

Las Profecías de San Malaquías (1 de 3) [P. Alfonso Gálvez]

Hace aquí el padre Alfonso Gálvez un estudio muy interesante según el cual no sería descabellado, en absoluto, el considerar que el lema Petrus Romanus (de San Malaquías), correspondiente al último Papa de la Historia, podría aplicarse perfectamente al actual papa Francisco, pero -eso sí- insiste en que se trata de una hipótesis, que no tiene carácter apodíctico, y que el tiempo se encargará de desvelar su veracidad

Me he servido de la lectura de dos de sus ensayos. El primero se titula "De la Gloria del Olivo", forma parte de uno de sus libros: "El Invierno Eclesial" (pp 227 a 263) y está relacionado con el papa Benedicto XVI. El segundo, que es el que he utilizado básicamente, tiene de título "Pedro Romano". El mejor modo de enterarse de su contenido es leerlos en su fuente. Yo me he limitado en estas entradas a anotar lo que considero más relevante, con respecto a la Profecía de San Malaquías. Ni que decir tiene que el texto que viene a continuación pertenece por completo al padre Alfonso Gálvez. Y mi única labor ha sido la de seleccionar aquellos párrafos que guardan más relación con el asunto de la Profecía. [Como suelo hacer escribiré con negrita algunas frases, que intentan ser un compendio de lo más importante de lo que se escribe]

Pero, en fin, independientemente de que el papa Francisco coincida o no con el último Papa, el cual sería "Pedro Romano" según la Profecía de San Malaquías, lo cierto y verdad es que la situación actual por la que está atravesando la Iglesia Católica es la más grave con la que se ha encontrado a lo largo de su Historia.

Ante lo cual, a nosotros sólo nos queda aprovechar el tiempo, porque los días son malos (Ef 5,16), mantenernos en vela y rezar, pues no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Hijo del Hombre (Mt 25, 13). Pero nunca con amargura, sino con la esperanza puesta completamente en el Señor y, por lo tanto, con alegría. Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom 8,39), si ponemos de nuestra parte todos los medios posibles, aquellos que el mismo Jesús nos enseña, los que se encuentran en el Nuevo Testamento, cuya lectura y meditación es imprescindible si queremos mantenernos fieles a Jesucristo y a su Iglesia, aquella que Él fundó, y cuyas verdades están recogidas en la Tradición de siempre, unas verdades que debemos conocer como cristianos que somos.

Cualquier doctrina que nos apartara, de alguna manera, del fundamento de la doctrina Católica, que es Jesucristo, debe ser desechada, aunque viniera de la más alta Jerarquía, pues "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29). Dicho lo cual, le cedo la palabra al padre Alfonso.



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La conocida como Profecía de San Malaquías fue revelada, según parece, a San Malaquías, arzobispo de Irlanda, al término de una peregrinación a Roma que tuvo lugar hacia el año 1140, si bien su contenido no fue conocido hasta bastantes años después. Consta de dos partes (…). La segunda de las cuales, que es la correspondiente a los Papas y la más conocida fue publicada por primera vez hacia el año 1595. Según algunos, habría permanecido durante unos cuatrocientos años en los Archivos Secretos del Vaticano.




La Profecía-escueta y breve en su forma- contiene una serie de motes o lemas, redactados en frases cortas de contenido ambicioso y esotérico referentes a 112 Papas. Comienza con Celestino II (1143-1144) y acaba en el que se supone que marca el final de la Historia. El penúltimo de la serie corresponde a Benedicto XVI, quien lleva adscrito el lema De Gloria Olivae (De la Gloria del Olivo) y el lema Petrus Romanus (Pedro Romano) correspondería al último de todos; quien marcará el final de los Tiempos, a saber: el momento en el que ocurrirá la aparición del Supremo Juez, que será quien lleve a cabo la celebración del Juicio definitivo sobre todos los hombres que han vivido a lo largo de la Historia.

Es bien sabido que la Profecía de San Malaquías, en el caso de que se quiera admitir su autenticidad, además de ser de carácter meramente privado, no ha sido nunca reconocida oficialmente por la Iglesia ni tampoco rechazada por Ella. Lo que significa que cualquiera es libre de creer o de no creer en su contenido, siendo ambas posiciones igualmente correctas y abiertas una y otra a toda clase de posibles especulaciones. Su verdad o falsedad serán determinadas por consideraciones e investigaciones de tipo histórico y teológico, y principalmente por el cumplimiento o el fallo de lo anunciado; como ocurre con toda profecía que no posea el carácter de Revelación oficial.

En el caso concreto que estamos considerando, todo depende del índice de aciertos que se quiera reconocer a cada uno de los lemas que corresponden a los 112 Papas contemplados en la Profecía, desde el atribuido a Celestino II (1143 - 1144) hasta el asignado al último de todos ellos y que, según la Profecía, marcará el fin de los tiempos.


La elección del Pontífice actualmente reinante, Francisco I (a quien teóricamente correspondería, según la Profecía, el mote o divisa de Petrus Romanus), después de la renuncia de su antecesor Benedicto XVI (De Gloria Olivæ), ha venido a complicar las cosas para los partidarios del vaticinio de San Malaquías. Es bien conocido que en él se anuncia a un misterioso Petrus Romanus como el último de los Papas, y a su inmediato predecesor, al parecer, Benedicto XVI, como el penúltimo. Sin embargo no ha ocurrido así, pues todo parece indicar que el nombre de Francisco I nada tiene que ver con el de Petrus Romanus, señalado claramente por San Malaquías como el Pontífice que cerrará la Historia coincidiendo con la segunda venida de Jesucristo. Ni existen tampoco, al menos de momento, signos evidentes de que la Iglesia y el Mundo estén abocados a la Parusía. De donde cabe deducir, según muchos, que habiendo fallado la predicción, ha quedado demostrada su falsedad.

Sin embargo, como ya hemos sugerido más arriba, la precipitación en el juicio en el ámbito de las profecías, en lo que se refiere a su interpretación o cumplimiento, es la peor actitud que se puede adoptar y fuente segura de equivocaciones. Ya hemos dicho antes que nos encontramos aquí inmersos en un terreno esotérico y desconocido que exige andar con sumo cuidado y adoptar el mayor número posible de precauciones, a fin de evitar juicios apresurados que, casi con seguridad, conducirían al error. (...)

(Continuará)