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sábado, 26 de abril de 2014

Casarse con un divorciado [José Martí]


La noticia ha corrido por los cinco continentes. Se trata de una "supuesta" llamada telefónica que hizo el Papa Francisco el lunes, 21 de abril de 2014, a Jacqueline Lisbona, una mujer de 47 años que vive en San Lorenzo, 300 km al norte de Buenos Aires, como respuesta a un e-mail que ésta le dirigió en septiembre del pasado año. En dicho e-mail, ella le contaba al Papa su situación: que era soltera, que se casó por lo civil, hace 19 años, con Julio Sabetta, un hombre divorciado por lo civil y por la Iglesia y con quien había tenido dos hijas. Y que dejó de ir a la Iglesia hace 10 años porque cuando se confesó con un cura éste le dijo que no podía recibir la comunión. Según sus propias palabras: "Ese cura lo supo (que estaba casada con un divorciado) porque me fui a confesar. Si no, no se hubiera enterado y no habría pasado nada", señaló ."A lo mejor muchas personas comulgan sin confesarse porque no sienten que vivan en pecado", indicó la mujer. Por lo que parece el Papa le dijo que fuera a confesarse a otra parroquia con otro sacerdote y que volviera a la Iglesia ... (puede escucharse en el audio, más abajo). Pues bien:

¡Esto no ha sido desmentido ni confirmado por el Vaticano, de una manera explícita que no dé lugar a dudas! Y si no, leamos el siguiente comunicado que efectuó en la mañana del 23 de abril de este año el director de la oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi .


''En el ámbito de las relaciones personales pastorales del Papa Francisco ha habido diversas llamadas de teléfonoComo no se trata absolutamente de la actividad pública del Papa no hay que esperar informaciones o comentarios por parte de la Oficina de Prensa. Las noticias difundidas sobre esa materia -ya que están fuera del ámbito propio de las relaciones personales- y su amplificación mediática no tienen, por lo tanto, confirmación alguna de fiabilidad y son fuente de malentendidos y confusión.
Por lo tanto hay que evitar deducir de esta circunstancia consecuencias relativas a la enseñanza de la Iglesia''. 


Todo eso está muy bien, pero no niega que el Papa haya dicho lo que se supone que ha dicho, por aquello de que se trata de actividades pastorales de tipo personal y no de la actividad pública del Papa... Bueno, vamos a ver: si quien ha hablado con Jacqueline Lisbona no era el Papa Francisco sino otra persona que se ha hecho pasar por él, es muy fácil desmentirlo. Y problema resuelto. Luego, si no hay tal desmentido es que es, efectivamente, el Papa el que ha hablado por teléfono (lo que, por otra parte, es ya algo habitual en él). ¡Y entonces lo que ha dicho lo ha dicho!... Bueno, siempre cabría la duda de pensar que la mujer ha interpretado mal las palabras del Papa y que éste no quería decir realmente lo que ella ha dicho que él dijo. Pero de ser así, también es muy fácil desmentirlo por el Vaticano. Y eso no ha sucedido. Luego debemos suponer que sí lo ha dicho ... en cuyo caso, la situación sería aún más grave, pues entonces indicaría que el Papa apoya que se pueda comulgar en estado de pecado mortal... ¡lo que es muy fuerte y difícil de asimilar! Yo no pienso que sea ese el caso, pero lo parece. Y la gente se queda con lo que parece. Ahí están los hechos mediáticos para demostrarlo. Conclusión: La confusión está sembrada.

Una confusión de la que sería fácil salir mediante un comunicado claro por parte del Vaticano y del propio Papa. Pero eso no ha ocurrido. No ha habido tal desmentido de modo tajante en el comunicado del padre Lombardi. Su respuesta viene a ser como un salirse por la tangente para que cada cual saque las conclusiones que quiera. Dice que "no se trata de la actividad pública del Papa". Seamos claros: el Papa es lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que esa conversación telefónica "personal" iba a tener grandes repercusiones mediáticas a nivel mundial, como así ha ocurrido. De modo que, en ese sentido (y no veo otro) su actividad siempre es pública ... así que no entiendo nada.


Todo lo que dice el Papa va a ser examinado con lupa y él lo sabe muy bien.  El Papa se debe a su Iglesia y su misión, entre otras, (y esto no es ninguna opinión personal) es la de guiar a SU rebaño por el buen camino, y dar ideas claras a sus fieles (a los fieles católicos, no al mundo). En cambio, su proceder (en este caso, como en tantos otros) está produciendo mucha confusión entres sus verdaderos fieles, a los que tiene la obligación de iluminar. Las palabras de Jesús son de una claridad meridiana: "¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26). "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15,19). Ésta es la condición normal de un cristiano, como lo fue la de Jesús: el odio del mundo (y no es eso lo que ahora está ocurriendo)


Esto me hace pensar que sería bueno (¡y necesario!) que el Papa se replanteara su "estilo pastoral", porque lo que aquí está en juego es la salvación eterna de una persona, al menos (¡que serán muchos más!); se me podrá objetar que soy más papista que el Papa y, tal vez, con toda la razón del mundo. Pero tengo que tomar una decisión; y dado que no se ha desmentido, de manera oficial y rotundamente, lo que el Papa ha dicho a esta señora, a saber, que puede volver a comulgar (lo que aparece en el audio desde el minuto 3:40 al minuto 4:00); dado también que el Papa, en estas situaciones, no es infalible (ver el artículo anterior de este blog) ... yo me quedo con la postura oficial de la Iglesia, que es muy clara: no se puede comulgar si uno se encuentra en situación de pecado mortal, objetivamente hablando


Conviene recordar, o aprender, si no se sabe, que la fidelidad de un cristiano no es a un Papa concreto, sino al papado, instituido como tal por Jesucristo;  y también a los dogmas que se han ido definiendo a lo largo de la historia de la Iglesia, verdades que son inalterables por voluntad de su mismo fundador: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19)


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Recordemos que la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de Obispos, convocada por el papa Francisco bajo el lema "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización", se desarrollará en la Ciudad del Vaticano entre el 5 y el 19 de octubre de 2014. Se la conoce popularmente como el Sínodo extraordinario de Obispos sobre la familia

Como preparación para ese encuentro, el papa argentino envió un cuestionario de 38 preguntas a todos los episcopados del mundo con una serie de preguntas referidas a las situaciones actuales que viven las familias; entre ellas, cómo trata la iglesia a los divorciados que concurren a las iglesias. Sobre esto he hablado ya en este mismo blog

En febrero, en un consistorio extraordinario sobre familia que se realizó en la Santa Sede, el papa Francisco ya adelantó su posición al respecto, al elogiar públicamente una propuesta del cardenal alemán Walter Kasper, quien propone permitir la comunión a los divorciados si las parejas cumplen determinados requisitos. También he tocado este tema en el blog.


En cualquier caso, salga lo que salga del Sínodo nunca podrá contradecir la enseñanza de la Iglesia de siempre, y ésta es muy clara: "Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada de su marido, adultera" (Lc 16,18). Si por un casual eso ocurriera, y Dios lo permitiera, debe quedar claro para todo fiel católico que el dogma no se puede alterar, ni siquiera por el Papa. No es la Iglesia la que debe acomodarse al mundo, sino que es el mundo quien debe cambiar su mentalidad, si quiere progresar de un modo efectivo; un progreso que tendrá lugar en la medida en que la gente conozca a Jesucristo como a su Dios y a su amigo que es (ambas cosas) y no olvide que el mensaje de Jesucristo es siempre actual: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13,8)



José Martí

viernes, 25 de abril de 2014

Sobre la Infalibilidad de los papas y los Concilios

Pese a lo que mucha gente piensa, el Papa se puede equivocar en sus declaraciones ordinarias, aunque éstas deben ser siempre tenidas en cuenta. Lo que no se debe hacer es considerar que todo lo que el Papa dice va a misa, porque no es así. No todas palabras del Papa son infalibles: sólo cuando habla "ex cathedra" y con la idea de obligar, sólo en ese caso, podemos decir que el Papa no se puede equivocar y que lo que ha dicho goza de infalibilidad, de modo que pecaría gravemente quien no creyera en aquellas verdades definidas "ex cathedra". Hasta ahora, desde Pío XII, eso no se ha producido.



Hay una serie de cosas que deberían quedar muy claras: una, que el Papa no puede inventar la Iglesia, otra, que   la Iglesia no comenzó a existir hace cincuenta años, a raíz de la celebración del Concilio Vaticano II, sino que tiene una historia de dos milenios. De hecho las canonizaciones de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, que se están preparando para el domingo, 27 de abril de 2014, vienen a ser, en el fondo, un intento de "canonizar" el Concilio Vaticano II (Concilio del que habría mucho que hablar, aunque no es éste el momento de hacerlo); o, al menos, podría interpretarse así, lo que llevaría a un aplauso generalizado por parte del mundo que podría llevar a considerar que todo lo dicho en el Concilio II está en conformidad con la Iglesia de toda la vida, lo que es completamente falso. De hecho hay determinados puntos del Concilio que deberían ser revisados pues su lectura da lugar a interpretaciones diversas, lo que siempre es un peligro. En la Iglesia debe haber una claridad total en todos sus enunciados, para no confundir a los fieles. [Los puntos a los que me refiero son, entre otros, los relativos al ecumenismo, la libertad religiosa y el diálogo interreligioso].

¡La Iglesia no debería tener ningún tipo de complejo de inferioridad ante el mundo! Su misión no es la de tener contentas a todas las personas, lo que es imposible, sino la de transmitir íntegro y sin adulterar el mensaje recibido, como dice San Pablo: "Si aún tratara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo(Gal 1,10) 


Pese a lo cual no tenemos por qué perder la paz interior ni asustarnos. Dios es providente: esto no debemos ponerlo nunca en duda. De hecho, el discurso de apertura del Concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII es obra de la Providencia Divina. ¿Por qué? Muy sencillo: porque el propio papa Juan XXIII indicó expresamente que no se pretendía, con tal Concilio, imponer ningún dogma nuevolos únicos dogmas de fe eran los ya existentes antes del Concilio Vaticano II; de manera que el Concilio Vaticano II nació con pretensiones puramente pastorales, sin pretensiones de imponer nada a nadie. 

Por lo tanto: Si alguien, sea quien fuere, basándose en el Concilio, dijera algo en contra de los dogmas ya establecidos como tales por la Iglesia, no tenemos por qué preocuparnos (en el sentido de no hacer de ello un problema de conciencia); el Concilio Vaticano II nació como concilio pastoral y con ese espíritu debe ser leido. Si, en algún momento, al leer con detenimiento los documentos del Concilio, se detecta la existencia de algún punto de tipo doctrinal que se oponga a lo ya establecido como dogma por la Iglesia en Concilios anteriores, está claro que dicho punto debe ser condenado como falso y como herético. 

Esto es y ha sido así siempre: un concilio nunca puede contradecir lo que dogmáticamente se ha definido de modo obligatorio en un concilio anteriorlos dogmas no evolucionan ni cambian. Sólo se puede profundizar en su conocimiento. ¡Qué bueno sería que los fieles conocieran estas cosas, pero suelen ignorarlas normalmente, porque nadie les habla sobre ellas!

jueves, 17 de abril de 2014

Jueves Santo 2014: Vídeo del padre Alfonso Gálvez

Hoy, día de Jueves Santo, celebra la Iglesia tres grandes acontecimientos, pilares básicos de nuestra fe, que son: la institución, por Jesucristo, de la Santa Misa, de la Sagrada Eucaristía y del Sacerdocio, en la noche de la Última Cena.

Se trata de tres grandes misterios sobre los que es preciso hablar sin ningún tipo de ambigüedades, pues hoy se ha desatado una feroz y cruel batalla contra la Misa entendida como el Sacrificio de Cristo en la Cruz, contra  la presencia real de Cristo en la Eucaristía y contra el Sacerdocio Ministerial. 


Las persecuciones actuales, además de ir contra los cristianos (que también), como en los tres primeros siglos del Cristianismo, van dirigidas, sobre todo y básicamente, contra la misma fe. Todo lo que aparezca como sagrado y sobrenatural es perseguido con un odio inmenso, ante la indiferencia de la mayoría de los católicos que, o bien no son conscientes de ello (y viven como si no ocurriera nada) o si son conscientes, miran para otra parte, como si no fuera con ellos. La recomendación de San Pablo a los Romanos, diciéndoles: "si sois conscientes del momento presente, ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13,11), deberíamos aplicárnosla nosotros mismos, con carácter de urgencia.


Me he tomado la libertad de insertar en este blog un vídeo (1) de la homilía pronunciada por el padre Alfonso Gálvez este mismo día de Jueves Santo, 17 de abril de 2014, porque es de una clarividencia meridiana y no se anda con paños calientes cuando habla, haciéndolo siempre dentro de la máxima fidelidad a la Iglesia Católica, [aunque, eso sí, haciendo un uso adecuado de la razón, como corresponde a seres racionales y libres que somos, creados así por Dios] . Salen a relucir en él, además, otros problemas de actualidad, que son muy graves y que no deben ser ignorados. El vídeo dura 58 minutos pero, como digo, son muchos los temas que aparecen en él. Se puede, por lo tanto, ver y escuchar, en trozos, según el asunto del que trate. Así, por ejemplo, el tema de la infalibilidad papal está tratado desde el minuto 42:10 hasta el 47: 58. Cada uno puede hacer su propia composición, según aquello que más le llegue al alma o sobre aquellos puntos en los que tiene alguna duda. Ciertamente, es imposible tratar cada uno de ellos en profundidad en una sencilla homilía, aunque el tiempo dedicado a ella sea extenso. Pero lo importante es que las conclusiones sí que están claras en cada caso.


El momento en el que nos ha tocado vivir requiere de personas que se tomen muy en serio al Señor, que lo quieran con todo su corazón y con toda su alma, y que no se avergüencen de llevar el nombre de cristianos. Pero para perseverar en la fe es preciso tener las ideas claras, conocer la propia doctrina. Y para ello se necesita de buenos pastores, que hagan presente entre nosotros al mismo Jesucristo. Yo me considero muy afortunado de conocer personalmente a uno de ellos, el padre Alfonso Gálvez, mi amigo del alma. Y por eso quiero compartir este vídeo con los lectores de este blog: conozco a algunos, también amigos míos, y les deseo lo mejor, de todo corazón. Para ver el vídeo pincha aquí  y para escuchar el audio aquí 

(1) Coloco audio y vídeo porque no sé si funcionará bien el enlace del vídeo. Espero que, al menos funcione el del audio. Si no es así se puede ir a la página web www.alfonsogalvez.com y localizar ahí la homilía del jueves, 17 de abril de 2014

Amor y pobreza

Desgraciadamente, la gente (la mayoría de los cristianos) no conoce a Jesús. Y no lo conocen, entre otras cosas, porque no se les predica  toda la Verdad del Evangeliotan solo algunas frases bíblicas, que son siempre las mismas. Se escamotea la Palabra de Dios a los fieles, por parte de muchos de sus pastores, y se les presenta a un Jesús dulzón y almibarado,  procurando esquivar, por ejemplo, todo lo que haga referencia al pecado, que es el verdadero mal y lo que realmente esclaviza: "Os lo aseguro: todo el que comete pecado, es esclavo del pecado" (Jn 8,34). No se le da al pecado la importancia que tiene (si es que se habla de él). Y, sin embargo, el pecado no es ninguna broma. San Pablo le llama "misterio de iniquidad" (2 Tes 2,7), y según San Juan "el que comete pecado ése es del diablo" (1 Jn 3,8). De modo que no es algo que se pueda tomar a la ligera, sino que es algo muy serio. La prueba la tenemos en el hecho de que "nuestro Señor Jesucristo se entregó a Sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo malo" (Gal 1,4). 

¿Tan grave es el pecado que ha sido necesaria la muerte del Señor por causa de él? ¿Tan importantes somos para que Dios haya enviado a su Hijo para salvarnos? Pues parece ser que sí: lo somos. Y lo somos desde el momento en que Él nos ha concedido tanta importancia, amándonos como nadie jamás ha podido amar a otra persona, hasta el extremo de haber dado su Vida para conseguirnos la salvación (una salvación lógicamente supeditada a nuestra libre respuesta amorosa a su llamada).  Viniendo al mundo,  con su vida, ha querido enseñarnos en qué consiste el amor verdadero, el único que merece tal nombre.

Pensemos en algunos detalles concretos; dice San Pablo, por ejemplo, que "nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os  enriquecierais con su pobreza" (2 Cor 8,9):  se hizo pobre por amor a nosotrosdándonos su Vida y haciéndonos así ricos, para que nosotros, a su vez, se lo diéramos todo, haciéndonos igualmente pobres, en correspondencia a su amor. Porque a esto se refiere la pobreza cristiana. La pobreza verdadera, que es la pobreza cristiana, es una virtud; y está íntimamente relacionada con el Amor: lo recibimos todo de Él, lo recibimos a Él mismo, que se nos da por completo. Y luego, en correspondencia, se lo damos todo y nos quedamos sin nada. Esta pobreza en la que nos quedamos es consecuencia del Amor; y esa es la razón por la que la pobreza es una virtud fundamental para el cristiano. Siendo pobres nos identificamos con Jesucristo. Él es nuestro Maestro y nuestro Modelo. (No debemos confundirla con la miseria, con la que no tiene nada que ver, pues ésta [la miseria] es consecuencia del egoísmo de los hombres). 

Como podemos comprobar, una vez más, si no hay bilateralidad no puede haber amor. El amor es siempre cosa de dos. Es conmovedor oir cómo Jesús nos dice, como en susurro:  "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando" (Jn 15,14). Él llevó su amor por nosotros (¡amor incomprensible e inmerecido por nuestra parte!) hasta el extremo de dar su vida en remisión por nuestros pecados, de modo que pudiéramos estar con Él siempre, por toda la eternidad. "Me amó y se entregó por mí"  (Gal 2,20), decía San Pablo a los gálatas. ¿Por qué no lo amamos también nosotros y nos entregamos por Él? Por eso, nunca se insistirá lo suficiente en el misterio de iniquidad, que es el pecado, y en la necesidad (¡urgente!) de que no nos tomemos la realidad del pecado a la ligera. Nos va en ello la salvación, o lo que es igual, el poder permanecer unidos a Jesús para siempre, amándolo y siendo amados por Él.



Esta tarea no es fácil, pero es apasionante. Jesús nos enseñó lo que tenemos que hacer si queremos salvarnos:  "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame" (Lc 9,23). Y, en conformidad con esto, decía San Pablo: "Yo predico a Cristo y a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, poder y sabiduría de Dios" (1Cor 1,23-24). ¡Siempre la cruz por medio! Por más vueltas que le demos no hay otro camino para salvarnos que el que Jesús nos ha señalado: la puerta estrecha, la negación a uno mismo por amor a Él. Esto siempre ha sido, y seguirá siendo motivo de escándalo ... pero es Palabra de Dios, que sabe más que nosotros, y que nos conoce y nos quiere más de lo que nos queremos y nos conocemos nosotros a nosotros mismos. Nosotros nos podemos engañar. Él nunca nos engaña. Y desea con locura nuestro amor y nuestro bien. ¡Si llegáramos a creernos la realidad de este Amor seríamos felices, realmente felices, ya en este mundo, pese a los sufrimientos, los dolores, las contrariedades, etc. Así han procedido siempre los santos (que han sido las personas más alegres y felices que han existido) y así debe proceder cualquiera que quiera considerarse realmente cristiano y discípulo de Jesucristo. 

martes, 15 de abril de 2014

jueves, 3 de abril de 2014

Una introducción al modernismo (José Martí)

Es un hecho innegable la pérdida de fe que se está produciendo hoy entre los mismos católicos (incluida parte de la Jerarquía); aunque muchos que se llaman a sí mismos católicos negarán este hecho. Y dirán "convencidos" de que ellos son católicos y que no han perdido la fe, en absoluto. Todo lo cual puede ser verdad, pero remitámonos a los hechos que son los que indican cuándo algo es verdad y cuándo no lo es: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 5,16). "Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos" (Mt 5,18). Estas palabras son de Jesucristo y son las que nos pueden clarificar la mente para juzgar acerca de lo malo y de lo bueno: ¿Produce manzanas? Es un manzano. ¿No produce manzanas sino peras? Es un peral, pero no es un manzano. Así de simple.

Para quien no lo sepa, el modernismo teológico considera a la Iglesia como una sociedad meramente humana, y es una herejía condenada por San Pío X, en su encíclica Pascendi, quien definió al modernismo como el conjunto de todas las herejías. Pues bien: de alguna manera la herejía modernista se ha ido infiltrando paulatinamente en la misma Iglesia, como una especie de virus que va actuando poco a poco, pero eficazmente. Su objetivo es la destrucción de todo lo sobrenatural en la Iglesia: o sea, la destrucción de la Iglesia, en definitiva, tal como fue fundada por Jesucristo.


Su modo de actuación es muy "inteligente". Básicamente consiste en no hablar de aquellos temas que puedan "herir" la sensibilidad del mundo moderno para poder atraer el mundo hacia sí; así como la introducción (también paulatina) de una serie de ideas que sean aceptadas por el mundo : deben aparecer, por lo tanto, como buenas, atrayentes, agradables y dignas de todo elogio. Si se descubriera la maldad intrínseca de estas ideas, entonces serían rechazadas... lo que hay que evitar por todos los medios. 


Lo peor de todo es que como estas ideas, expandidas por todo el mundo gracias a los medios de comunicación, (¡ay, el gran poder de los mass media!); digo, como estas ideas lo impregnan todo, la Iglesia, que está en el mundo, ha sido influenciada también por ellas; y, a veces, hasta extremos insospechados; lo más cómodo y lo más sencillo es decirle a la gente lo que la gente desea oír y halagar sus oídos, pero no es así como actuaba el Señor. Por ejemplo, cuando estaba enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm su célebre discurso acerca del pan de Vida, que era Él mismo, resultó que "muchos de sus discípulos, oyéndole, dijeron: 'Dura es esta enseñanza, ¿quien puede escucharla?' " (Jn 6, 60) "y se echaron atrás y no andaban ya con Él" (Jn 6,66). 


Tal vez a alguno se le podría pasar por la cabeza que Jesús, para no quedarse sin discípulos, iba a cambiar sus palabras. Pues ese tal anda muy errado; y no conoce cómo era Jesús, pues  no sólo no se desdijo de sus palabras sino que, acto seguido, "preguntó a los Doce: '¿También vosotros os queréis marchar?' " (Jn 6,67). Decía San Pablo que  "vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos, y se apartarán de la verdad y se volverán a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4) ... ¿Estaremos ya en ese tiempo? Todos los indicios hacen apuntar que sí. Lo estamos comprobando. Ante las grandes mentiras que hoy se proclaman por doquier, la gente acaba considerando como normal cosas que un niño pequeño desmentiría tranquilamente: es el caso, por ejemplo, de la ideología de genero, que no tiene ni pies ni cabeza (y de muchísimas otras que todos conocemos, y de las que ya se ha hablado en otros lugares de este blog). Ya sabemos: una mentira, repetida una y mil veces acaba transformándose en "verdad". No se apela a la razón sino a los sentimientos. Y de este modo, aunque se nos engañe con grandes mentiras, éstas son presentadas como atractivas y aparecen como verdades,  ... engañando a multitud de personas



Jesús nos avisó ya de este peligro que, si siempre ha existido, hoy en día presenta una actualidad superior a la del momento histórico en el que fueron pronunciadas. Al fin y al cabo, son Palabra de Dios. Y estas palabras trascienden el tiempo y el espacio: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). ¿A qué palabras nos referimos ahora? A éstas: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7,15). Porque ciertamente es así: si no viniesen disfrazados de ovejas y mostraran, en cambio, su verdadera cara, serían rechazados. La mentira necesita siempre de la verdad para poder atraer a la gente. Claro que sólo serán engañados aquellos que hayan optado por la mentira y se dejen seducir por ella: "reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos, y se apartarán de la verdad y se volverán a las fábulas" (2 Tim 4,4)


Podríamos recordar aquí también estas palabras de San Pablo a Timoteo, que vienen como anillo al dedo: "Has de saber esto: que en los últimos tiempos sobrevendrán días difíciles. Pues los hombres serán egoístas, avaros, altivos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, criminales, desnaturalizados, desleales, calumniadores, salvajes, sin bondad, traidores, temerarios, hinchados, amantes del placer más que de Dios, los cuales tendrán una apariencia de piedad, pero en realidad habrán renunciado a su espíritu. Apártate también de éstos" (2 Tim 3, 1-5). 


Ciertamente no se puede afirmar que estemos en los últimos tiempos, pues ese conocimiento se lo ha reservado sólo el Padre, aunque no cabe duda de que hay signos bastante fuertes en este sentido (no tenemos más que analizar un poco todo lo que está sucediendo); de modo que tampoco se puede afirmar que no lo estemos. Pero, en fin, sea de ello lo que fuere, de lo que se trata ahora es de caer en la cuenta de que estas personas, estos falsos profetas que surgirán al final (aunque siempre los ha habido) no son tales profetas sino lobos rapaces que, según el Señor, vendrán disfrazados de ovejas y, según San Pablo, con una apariencia de piedad. Debemos estar muy atentos y vigilantes. Y siguiendo el consejo que dio San Pablo a Timoteo: "Apártate también de éstos" (2 Tim 3,5), dirigirnos a Jesús y decirle, como hizo San Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69)