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lunes, 23 de diciembre de 2013

¿Mundanidad espiritual? (José Martí)

Dando por hecho mi respeto y obediencia al Santo Padre, haciendo uso de mi recta razón y del discernimiento, que es tan necesario, y recomendado por él mismo, digo que no puedo entender cómo es posible que el Papa, representante de Cristo en la Tierra, esté lanzando casi continuamente críticas contra aquellos cristianos que intentan ser fieles a la Tradición y a la Verdad Revelada, realizando, a mi entender, juicios temerarios sobre ellos. Se me escapa, porque no es ya sólo en algunas homilías, sino incluso en su propia exhortación apostólica Evangelii Gaudium (puntos 93 a 97), de título "No a la mundanidad espiritual", y de la cual transcribo algunas frases, que luego comento:

93. La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: "¿Cómo es posible que creáis, vosotros, que os glorificáis unos a otros, y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?" (Jn 5,44).Es un modo sutil de buscar "sus propios intereses y no los de Cristo Jesús" (Fil 2,21) ... Por fuera todo parece correcto pero, si invadiera la Iglesia, 'sería infinitamente más desastrosa que cualquiera otra mundanidad simplemente moral' [esta cita es de H. de Lubac].

94. Esta mundanidad puede alimentarse especialmente de dos maneras profundamente emparentadas... La otra [la segunda] es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasadoEs una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar.

95... Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica.

97...Es una tremenda corrupción con apariencia de bien. Hay que evitarla...¡Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales!



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Sinceramente, debo decir que no comprendo el significado de todas estas palabras; primero porque algunas son de difícil inteligencia y, por otra parte, no sé, en realidad, a quién (o a quienes) se dirigen. Pero, si como parece, van dirigidas a aquellos que se mantienen fieles a la Tradición y a la Iglesia Católica, entonces lo entiendo menos:

¿Neopelagianismo cuando ponemos nuestra confianza completamente en Dios


¿Autorreferencial cuando adoramos a Dios


¿Prometeico, como si tuviéramos la exclusiva de poseer a Dios, siendo así que nos inclinamos humildemente ante Él y le pedimos por todos los hombres, empezando por nosotros mismos? (suponiendo que ése sea el significado de la palabra prometeico, pues esta palabra no aparece en el DRAE)


¿Es malo cumplir determinadas normas  si lo hacemos teniendo en cuenta lo que decía Jesús: "Si me amáis guardaréis mis mandamientos" (Jn 14,15)? ¿O es que se da por supuesto que se trata de normas que no se cumplen por amor sino de modo farisaico?


¿Sentirnos superiores a los demás, autocomplacencia egocéntrica, disfrute espurio, apariencia de religiosidad y de amor a la Iglesia, tildados de fariseos, corruptos con apariencia de bien, modo sutil de buscar los propios intereses...? 


Pero "¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?" (1 Cor 2,11). Decía Jesús: "No juzguéis y no seréis juzgadosNo condenéis y no seréis condenados" (Lc 6,37). 


¿Mundanidad, cuando precisamente nos separamos del mundo,  para estar con el Señor haciendo oración junto al Sagrario, donde Él se encuentra real y verdaderamente?


¿Que no evangelizamos cuando estamos junto al Señor y es de ahí de donde sacamos fuerzas para vivir como cristianos en un mundo pagano y que odia a Dios? ¿Acaso no es Santa Teresita de Lisieux patrona de las misiones siendo, como era, monja de clausura que no salió de su convento?


¿Estilo católico propio del pasado? ¿Qué quiere decir esto? El único estilo católico posible es el de parecerse a Jesús y amarlo con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra vida. "Para mí la vida es Cristo" (Fil 1,21) decía San Pablo. Este es el estilo de un cristiano de toda la vida. Aquí no se puede hablar de "pasado", porque "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8). 




¿Supuesta seguridad doctrinal? No, no es supuesta, es real y es total; y debe serlo, porque "sin fe es imposible agradar a Dios, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que es remunerador de los que le buscan" (Heb 11,6). ¿Cómo no vamos a estar seguros del amor que Dios nos tiene y que se ha manifestado enviando a su Hijo, por amor a nosotros y para remisión de nuestros pecados? San Pablo lo tenía muy claro: "Sufro, pero no me avergüenzo, porque sé muy bien de quien me he fiado"  (2 Tim 1,12) Y aún decía más a su discípulo Timoteo: "Tú permanece firme en lo que has aprendido y creído, ya que sabes de quiénes lo aprendiste, y porque desde niño conoces la Sagrada Escritura, que puede darte la sabiduría que conduce a la salvaciónpor medio de la fe en Cristo Jesús" (2 Tim 3,14-15). Y San Pedro: "Debéis saber que ninguna profecía de la Escritura depende de la interpretación privada, porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu Santo, aquellos hombres hablaron de parte de Dios" (2 Pet 1,20-21). Los textos son innumerables. Nuestra seguridad procede de Dios, no de nosotros mismos; y es, además, pura gracia suya si es que la tenemos, y de lo que debemos estar inmensamente agradecidos.


Todo el Evangelio respira de esta seguridad. De no ser así, ¿cómo habría nadie que diera su vida por algo de lo que no está seguro? ¿Acaso no tenemos el testimonio de los mártires como demostración palpable de que esto es así? San Juan estaba muy seguro, con una seguridad y una confianza total en Jesucristo, seguridad que es propia del verdadero amor, del amor que se le tiene porque primeramente Él nos ha amado: "Nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Si alguien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es Amor, y el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 14-16).


¿Cómo no vamos a estar seguros de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura, cuyo autor es el Espíritu Santo? [por supuesto, siempre interpretada correctamente a la luz del Magisterio de la Iglesia]. De manera que, en realidad, no tenemos por qué preocuparnos, aunque suframos. Sabemos que "las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia" (Mt 16,18). Y siempre nos quedan estas consoladoras palabras de Jesús: "Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis sufrimientos. Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)
José Martí