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domingo, 20 de octubre de 2013

Acerca de la Iglesia Católica y su historia (5)

En el artículo anterior se insistía sobre la idea de que no puede haber salvación si no es en el seno de la verdadera Iglesia, que es la Iglesia Católica: ésta es la única que, a pesar de todo tipo de dificultades, ha mantenido en todo lo esencial la línea de desarrollo establecida por Cristo y los apóstoles, lo que se conoce como el depósito de la fe, lo que constituye una prueba directa de esta verdad. Y si aplicamos el método de reducción al absurdo,  la argumentación sería más o menos como sigue: Si se supone, como hipótesis, que la Iglesia católica no es la Iglesia fundada por Jesucristo, de ahí se deduce que tendrían que serlo entonces las demás Iglesias cristianas no católicas. 

Pero, a poco que pensemos, enseguida se vería que tal aserto conduciría a: (1) La negación de la unidad de la Iglesia, en contra de la voluntad de su Fundador: "Que todos sean uno: como tú, Padre, en mí y yo en tí, que también ellos sean uno en nosotros" (Jn 17 21). (2) Que en la Iglesia podrían darse situaciones completamente contradictorias: por ejemplo, diversas opiniones sobre Jesús, sobre si es o no es Dios, sobre su nacimiento virginal, sobre su Presencia real en la Eucaristía, etc. (3) Que la Iglesia fundada por Jesús habría caído en errores sustanciales, inmediatamente después de su partida, en contra de su promesa: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"  (Mt 24, 35). "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20) (4) La cristiandad entera habría estado equivocada en lo esencial durante quince siglos, desde los años 50-60, aproximadamente, hasta 1517, fecha en la que tuvo lugar la Reforma de Lutero, y su nuevo concepto de Iglesia.

O sea: resulta que nuestra "hipótesis" de partida nos ha conducido a contradicciones de tal calibre que nos llevan a la conclusión de que es imposible sostener tal hipótesis. Y si esa hipótesis es falsa, debe necesariamente ser cierta la contraria, a saber: sólo hay una Iglesia Verdadera y ésta es la Iglesia Católica; una Iglesia a la que pertenecemos, por pura gracia divina, y de cuya pertenencia debemos estar inmensamente agradecidos a Dios, todos los días, en cada instante.

Jesús nos advierte de las dificultades que tendrán todos aquellos que quieran seguirlo, como se ha ido viendo a lo largo de la Historia de la Iglesia y como se está viendo hoy, de un modo muy especial, del que luego hablaremos, pero eso no debe ser ningún motivo para abandonar y para dejar de seguir luchando. Sabemos que Él está con nosotros y eso nos basta. Recordemos sus Palabras: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed, sobre todo, al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28)

En inmensidad de ocasiones, Jesús advirtió a sus discípulos acerca de cómo sería su estancia en esta tierra: "En el mundo tendréis tribulación(Jn 16,33a). "Os envío como ovejas en medio de lobos... (Mt 10, 16 a) " ...Os entregarán a los tribunales y os azotarán ...  por mi causa seréis conducidos ante gobernadores y reyes, para dar testimonio ante ellos y los gentiles" (Mt 10, 17-18). "... seréis odiados por todos a causa de mi Nombre" (Mt 10, 22a), etc... Por supuesto que sí. Y eso será motivo de gloria para nosotros, porque nos pareceremos así más a nuestro Maestro, a quien amamos: "Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20a)

Claro que no podemos quedarnos sólo con la primera parte del mensaje en las expresiones anteriores. Hay que completar el mensaje: "...Pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33b). "Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10, 16 b)  "Cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar, porque se os dará en aquella hora lo que habéis de decir. Pues no seréis vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros" (Mt 10,20). "... Pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 10,22b). "...Y si guardaron mi Palabra, también guardarán la vuestra" (Jn 15,20b) 

El camino de un cristiano no es ni ha sido nunca un camino fácil. Se supone que esto deberíamos ya saberlo, pues el Señor siempre ha sido claro cuando nos ha hablado. "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame " (Lc 9, 23) 

Si repasamos, aunque sea muy por encima, la Historia de la Iglesia, podemos leer, en los Hechos de los Apóstoles, cómo ya desde sus primeros comienzos, los apóstoles fueron perseguidos por proclamar el Nombre de Jesús. Esteban, primer mártir cristiano (o protomártir) fue apedreado por dar testimonio de Jesús ante el Sanedrín, y "puesto de rodillas, gritó con gran voz: 'Señor, no les tengas en cuenta este pecado'. Y dicho esto se durmió" (Hech 7,60). "Ese día se desencadenó una gran persecución contra la Iglesia en Jerusalén" (Hech 8,1)

Es difícil de explicar la rapidez con la que el cristianismo se fue difundiendo en sus inicios, en situaciones no precisamente fáciles. Según el historiador de la Iglesia, Joseph Lortz, el joven cristianismo, en su difusión durante los primeros siglos, tuvo que enfrentarse y confrontarse con tres culturas diferentes: judaísmo, cultura griega y cultura romana. El mundo judío aparece como eminentemente religioso, el griego como filosófico  y el romano como político. Cada una de estas tres culturas planteaba al cristianismo problemas específicos. Pero en todos los casos se hace patente la misma cosa: la clara conciencia que tiene la Iglesia de su unidad esencial, dentro de la diversidad.  
(Continuará)