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sábado, 2 de febrero de 2013

CIENCIA Y VERDAD (III)


Con relación a los dos tipos de ciencias a los que nos hemos referido, las ciencias experimentales y las filosóficas, está claro que hay algo en común entre ellas. En ambas se busca la verdad de las cosas, cada una con su propio método, pero siempre a la luz de la razón.

Pues bien: existe una tercera clase de ciencias: las ciencias teológicas. Si hubiera que dar de ellas una definición, ésta es análoga a la de las ciencias filosóficas, o sea, estudio de la totalidad del ser, atendiendo a sus causas últimas, incluyendo aquí el origen y el sentido de todo lo que es; sólo que, en este caso, el conocimiento adquirido se tiene utilizando como dato cierto y punto de partida, la luz de la Revelación; o la luz de la fe, que viene a ser lo mismo. Por razones obvias, podemos decir, igual que hacíamos con la filosofía, que no toda teología es ciencia teológica: lo es únicamente si acepta, como real, el punto de partida que la hace posible, o sea, la verdad íntegra de la Revelación, sin excluir nada de ella.

La existencia de Jesucristo es un hecho histórico que nadie puede negar. Evidentemente, si la Ciencia Teológica toma como punto de partida el Dato Revelado, es decir, que Dios se ha hecho realmente hombre en Jesucristo y que ha fundado su Iglesia, su verdadera y única Iglesia, que es la Iglesia Católica, dando sentido a todo cuanto ha sido, es y será, no cabe duda de que para hacer ciencia teológica se requiere, necesariamente, de la fe (como se ha dicho). Es a la luz de la fe cuando el conocimiento de la verdad se enriquece infinitamente.

Por eso podemos hablar de Ciencia, y hacerlo de modo riguroso, si nos referimos a la verdadera Teología, pues como se dijo al principio es lo propio de toda ciencia el conocimiento de la verdad. No importa el método usado, en realidad, si la meta de toda auténtica ciencia es la verdad. Conviene no olvidarlo. Si el grado de verdad conseguido, haciendo uso del dato Revelado, es superior al que se obtiene haciendo uso solamente de la razón, habremos de concluir que, incluso como Ciencia, la Teología es superior a la Filosofía. Como diría Santo Tomás de Aquino, lo sobrenatural supone lo natural como base y, además, lo perfecciona. En otras palabras, la fe no se opone a la razón, sino que la supone y la conduce a su plenitud. Dicho lo cual, sin embargo, y para evitar confusiones, en lo que sigue, cuando usemos la palabra ciencia nos estaremos refiriendo exclusivamente a las ciencias experimentales, pues tal es el uso que se da comúnmente a dicha palabra.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR CIENCIA?

Subjetivamente, la ciencia es un saber acerca de las cosas, pero no cualquier tipo de saber, sino un saber sistemático. Es decir: no sólo se sabe algo sino que se sabe también el porqué de ese algo que se sabe. Es bien conocida la clásica definición de ciencia como "conocimiento cierto por sus causas". Es precisamente en este sentido en el que, con frecuencia, se dice que el estudio debe ser una actividad científica: el que estudia debe esforzarse en obtener un saber sistemático.

Desde un punto de vista objetivo, la palabra ciencia designa un conjunto de "proposiciones" o afirmaciones sobre la realidad, a las que podemos llamar verdades científicas. Éstas aparecen siempre como conclusiones o resultado de algún tipo de demostración, estando, además, relacionadas entre sí de una manera lógica. Considerada de este modo, la ciencia es un sistema. Las demostraciones, en sí mismas, no forman parte de la ciencia, aunque son necesarias para su construcción.

En la actualidad se suele llamar también ciencia a un conocimiento ordenado de algún aspecto de la realidad, aunque no se sea capaz de llegar a conocer sus "porqués". Tal es el caso de la Botánica, la Zoología, la Historia, etc. No obstante, atendiendo a la definición de ciencia, aunque se les llame ciencias, en rigor no lo serían, al no ser capaces de dar una explicación de aquello que describen. De hecho, para evitar equívocos, se las suele conocer normalmente como ciencias descriptivas.




PRINCIPIOS DE LA CIENCIA

Antes de seguir avanzando, en esta breve exposición, conviene recordar que existen unos principios,  conocidos como principios de la ciencia o primeros principios, sin los cuales ninguna ciencia sería posible. Nos estamos refiriendo aquí a aquellos juicios evidentes e inmediatos, acerca de la realidad, que toda persona posee de modo natural, perteneciendo a lo que suele denominarse sentido común. Se trata de certezas, que evidencian salud mental en quien las posee como tales certezas y que no admiten ningún tipo de discusión. A modo de ejemplo, citaremos tres de ellos: 1) El principio de objetividad del mundo exterior: Las cosas están ahí, independientemente de que sean o no pensadas por mí. 2) El principio de identidad: Toda cosa es idéntica a sí misma. 3) El principio de no-contradicción: Una cosa no puede ser y no ser, al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto.

Estos principios tienen un doble carácter. Son, a la vez, originales y originarios. Originales, pues no existe ninguna demostración previa por medio de la cual se llegue a ellos. Y originarios en el sentido de que toda demostración, aunque sólo sea de modo implícito, debe tenerlos en cuenta. Negarlos equivaldría a negar la misma ciencia, de la cual son soporte.

Si se admite que sólo es verdad aquello que se puede demostrar o, dicho de otro modo, si se identifican verdad y verdad científica, se llega a una contradicción. Una posible demostración "por reducción al absurdo" podría ser ésta: 

1. Partimos de que la ciencia existe y de que, como tal ciencia, está formada por verdades científicas (verdades demostrables).
2. Consideramos que no existe otro tipo de verdades que las científicas y que cualquier verdad, para poder serlo, ha de poder demostrarse.

Pues bien. Consideremos que dicha hipótesis inicial es cierta. Y supongamos, por ejemplo, que A es una verdad científica. Por la propia definición de verdad científica, A debe poder ser demostrada. Se requiere de otra verdad científica B, en la cual debe apoyarse. Claro que B, por idénticas razones, necesita de otra verdad C, y ésta de otra D, ...,  Y así,  ¿hasta cuando?  Se trataría de un proceso sin fin, pues partimos de la base de que no existe ningún tipo de verdad que no sea científica. La conclusión a la que se llega, haciendo uso de la Lógica, es la de que, al no haber un punto de partida inicial que sea verdad, sin más, resulta que todo ese conjunto de verdades demostradas es una quimera, pues no tiene ninguna base firme en la que poder apoyarse. 

Curioso: Partiendo de que la ciencia existe y está formada por un conjunto de verdades científicas, y considerando, como hipótesis de trabajo, que sólo estas verdades científicas son verdad, llegamos a la conclusión de que ninguna de ellas es verdad,  pues nada puede ser demostrado, en rigor. Y si eso es así, no habría, entonces verdades científicas, de modo que no existiría la ciencia. Pero, ¿cómo es posible que, simultáneamente,  exista y no exista la ciencia? Al identificar verdad con verdad científica incurrimos en una contradicción. Puesto que dicha identificación es falsa, al conducir a conclusiones absurdas, debe ser cierta la contraria, a saber: Existen verdades evidentes e indemostrables que, no siendo, por lo tanto, científicas, son, sin embargo, verdad. Tales son, precisamente, los primeros principios que, sin ser ciencia ellos mismos, hacen posible la ciencia, aunque no se haga referencia a ellos de un modo directo. La ciencia auténtica no contradice el sentido común; y tiene la verdad como fundamento. 

No hay más que pensar un poco. Un ejemplo lo aclarará: Si toda verdad, para serlo, tuviese que ser una verdad científica, entonces, puesto que no se puede demostrar que haya cosas, resulta que las cosas no existen, no existe nada. Conclusión ésta que es impropia de una mente que funcione bien. Si desaparece el sentido común, estamos perdidos.
(Continuará)