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miércoles, 20 de abril de 2011

CIENCIA Y RELIGION

Es éste un tema que ha sido muy estudiado a lo largo del tiempo por científicos y filósofos de gran prestigio y renombre universal, por lo que es prácticamente imposible abordarlo en profundidad en unas pocas páginas.
Consciente de ello, y a pesar de mis limitaciones, intentaré decir lo esen­cial del mismo, basándome en las siguientes palabras del Papa Juan Pablo II a los universitarios de México y de América latina el 15 de febrero de 1979: "Si la investigación científica procede de acuerdo con méto­dos de rigor absoluto, y permanece fiel a su objeto propio; y si la Escritura se lee según las sabias directrices de la Iglesia... no puede haber oposición entre la fe y la ciencia. En los casos en que la historia señala una oposición así, derivaba siempre de posiciones erróneas que el Concilio ha rechazado abiertamente... "
Es decir, el objeto de la fe y el objeto de la ciencia son distintos. La incompatibilidad, muchas veces "voceada", entre Ciencia y Religión, se debe a que no se conoce con exactitud en qué consiste la Ciencia o en qué consiste la Religión, o quizás en ambas cosas. Aunque, de todos modos, es preciso decir que, por encima de las diferencias que distinguen Ciencia y Fe, existe una profunda semejanza entre ambas: la búsqueda de la verdad, apoyada en el ejerci­cio de la libertad.
La investigación científica, llevada a cabo con honradez y hasta sus últimas consecuencias, tiene conciencia clara de las limitaciones del conocimiento y de los métodos de las ciencias experimentales: de toda la realidad, estas ciencias sólo consideran el mundo de la materia, y de éste sólo su aspecto cuanti­tativo. La certeza de las conclusiones científicas se refiere sólo a la utilidad de las mismas para descri­bir un determinado fenómeno o para preverlo. Por eso, la ciencia experimental tiene casi siempre un cierto carácter de provisionalidad y es mudable: nuevos datos o nuevos dispositivos experimentales hacen no sólo rectificar teorías y conclusiones científicas, sino, a veces, cambiarlas totalmente.
La Religión es el conocimiento y la inteligencia de que no somos lo último, ni somos el Origen: el Origen es Dios. El hombre es criatura de Dios: el hombre, como ser creado por Dios, se reconoce esencialmente dependiente de Dios.
Puede decirse que entre Ciencia y Religión, objeti­vamente consideradas, no hay posibilidad de encuentro. El encuentro es subjetivo en el interior de la persona que las conoce.
La Religión cristiana, en concreto, tiene como base un hecho histórico fundamental, que la diferencia del resto de las demás religiones: en ella no hay tanto -aunque también- una búsqueda de Dios por parte del hombre, cuanto una manifestación de Dios al hombre: Dios mismo se hace hombre. Y este Hombre-Dios, que es Jesucristo, nos descubre el tremendo misterio de Dios, como Trinidad de Personas en una sola Naturaleza divina -un solo Dios-, de las cuales la Segunda Persona, el Hijo, ha tomado sobre sí la naturaleza humana- se ha hecho verdaderamente hombre- sin dejar de ser Dios: misterio sublime de la Encarnación. Y todo esto por una sola razón, incomprensible a la pura razón razonadora de la persona humana: por puro Amor desinteresado.
Al hecho histórico de la Revelación debe seguir, en la persona humana, una vez que ha conocido suficientemente este hecho, una respuesta: O bien de no aceptación, o bien de aceptación de esta Revelación, y del contenido de la misma, mediante la fe. Respuesta que no sólo es de tipo intelectual, sino de todo el ser humano: respuesta vital.
Para que se dé la fe no es suficiente-aunque sí es indispensable la "buena voluntad", el "querer creer". Es necesaria la gracia de Dios. Ésta dispone a la voluntad y capacita al entendimiento para dar un sí a verdades y realidades que le sobrepasan. No debe olvi­darse que Dios siempre está dispuesto a conceder su gracia a todas las personas de "buena voluntad", a todos aquellos que tienen un buen corazón: el que quiera creer, y lo quiera de verdad, puede tener la seguridad de que acabará creyendo, porque la gracia de Dios no le va a faltar.
La recta comprensión, pues, de lo que es la Ciencia experimental y de lo que es la Religión, pone de mani­fiesto la imposibilidad de los pretendidos conflictos o incompatibilidades entre ambas: Ciencia y Religión están en planos distintos. La Religión nos habla de la naturaleza y del ser de Dios, por una parte y, por otra, de las cosas creadas, en cuanto relacionadas con El.
La Ciencia profundiza en los fenómenos del mundo material y amplía la visión de esa maravilla del Uni­verso, el cual refleja así la omnipotencia y la sabi­duría de su Creador. Y de un modo particular, la Cien­cia moderna ha contribuido y está contribuyendo notablemente  a profundizar en ese asombro que produce la contemplación de la Naturaleza, poniendo de manifiesto, una vez más, el carácter "sinfónico" de la reali­dad creada.
No se puede rechazar a Dios en nombre de la Cien­cia. Si se produce tal rechazo será por otras razones, pero no porque exista ningún tipo de contradicción entre Ciencia y Religión. Y, no sólo no disienten entre si Religión y Cien­cia, Fe y Razón, sino que, por el contrario, se pres­tan mutua ayuda.
Las verdades del universo, que las Ciencias inves­tigan y descubren, y las verdades reveladas, recibidas por la fe, tienen el mismo origen: Dios. Es el mismo Dios el que ha puesto en la persona humana la luz de la razón y la luz de la fe. Y Dios no puede negarse a sí mismo. La verdad no puede contradecir jamás a la verdad. Ambas verdades se orientan, en sus diversos planos, a la perfección de la persona humana. Concu­rren, por lo tanto, al mismo fin. Y no se coartan en sus propias investigaciones, sino que se sirven de mutuo estimulo.
Como colofón a este pequeño artículo, se hace pre­ciso recordar que los progresos en la verdad, de cual­quier tipo que ésta sea, aunque es cierto que contri­buyen al progreso del ser humano, no bastan, por sí solos, para realizar este progreso. Surge así, ante nosotros un nuevo tema, en el que no vamos a ahondar, de momento: el tema de la libertad humana. El ser huma­no ha de tomar decisiones personales para vivir en conformidad con la verdad. Y sólo entonces mejora y se perfecciona.
En definitiva: el progreso científico, para ser auténtico progreso, ha de ir acompañado del perfeccio­namiento moral de la persona. De no ocurrir así, el progreso de las ciencias -aunque por sí mismo es bue­no- puede contribuir- y, de hecho, así ocurre muchas veces-, a hacer peor a la persona humana, hombre o mujer, al darle más medios para hacer el mal.

domingo, 17 de abril de 2011

CARTA ABIERTA A MARIANO RAJOY

Estimado señor Rajoy:

A lo largo de toda mi trayectoria vital, aunque no soy afiliado de ningún partido, siempre he votado al PP (anteriormente AP), porque consideraba estar representado por dicho partido, en cuanto a su ideario y a sus líneas básicas de acción.

Sin embargo, me estoy pensando muy seriamente el dejar de hacerlo en las próximas elecciones. Y lo mismo que yo opina mucha gente con la que he hablado de este tema. No lo tienen claro, no se sienten representados por el PP actual.

Y esto ¿por qué? Hay muchas razones, aunque todas ellas se resumen en el hecho de que no se haya  usted definido explícitamente con respecto a ciertos temas fundamentales. Yo sólo voy a indicar aquí algunos (procuraré ser breve):

1º. Educación para la Ciudadanía. Esta asignatura debería ser suprimida, de modo tajante y definitivo, al menos tal como se la entiende en el Gobierno actual: si se tratase de una mera educación cívica y de conocimientos básicos de comportamiento social, pero ¡no! Se trata de un adoctrinamiento en toda regla, con fundamento en la ideología de género; y anticatólico. En muchas editoriales así es como aparece. Para colmo es una asignatura obligatoria. Y el colmo de los colmos es que se dirige a mentes infantiles, en formación, necesitadas de crecer como personas normales y con sentido crítico (éste desaparece; y queda sólo el pensamiento único totalitario y marxista: aunque no se quiera reconocer, ésta es la pura verdad)

2º. Matrimonio entre homosexuales.  La palabra matrimonio para esta relación debería ser suprimida, porque no se atiene a la verdad. Por más que se diga, cualquier relación sexual entre personas humanas, independientemente de su sexo, eso no es matrimonio. El matrimonio es (y ha sido siempre) la unión estable entre un hombre y una mujer, con vistas a la procreación y a la educación de la prole, todo ello como resultas del amor que ambos se profesan, y atendiendo a lo que es propio de la naturaleza humana, desde que el ser humano se reconoce a sí mismo como tal. La mentira no satisface a nadie. De hecho, la mayoría de los homosexuales no están de acuerdo en que a su unión se le llame matrimonio. El "orgullo gay" indica precisamente un reconocimiento de que, en realidad, no hay tal orgullo. Si lo hubiera no necesitarían proclamarlo por todas partes. Y luego, hay que pensar en los niños. Está demostrado científicamente que el niño crece y se desarrolla con normalidad cuando tiene una madre y un padre. Para el niño es psicológicamente destructivo ser adoptado por una pareja del mismo sexo.

3º. Derecho al aborto. ¡Esto ya es el colmo! Cualquier jurista sabe que el Derecho Natural es la base de todo derecho. Cualquier ley que no respete el derecho natural "ipso facto" deja de tener carácter de ley. Y por lo tanto, no debe ser obedecida. ¿Cómo es posible que se consagre como ley algo tan aberrante? Lo primero es engañar a la mujer diciéndole que lo que tiene en su vientre no es un ser humano, sino un conjunto de células, (lo cual está completamente desmentido por la ciencia). De este modo se pretende acallar la conciencia de lo que es realmente el aborto: ¡un crimen horrendo! Aquí prima la ley del más fuerte. El ser inocente e indefenso, totalmente dependiente de su madre, es asesinado, con el consentimiento de su madre, a la que previamente se le ha lavado el cerebro con mentiras, para obtener dicho consentimiento. El niño no es un apéndice del cuerpo de la madre, sino un ser humano vivo, en las primeras etapas de su vida. Y si esa vida se "interrumpe", ¡se acabó! Se trata de una interrupción que es un acabamiento. No es una simple pausa. Es el final. Ya sabemos que "haberlos haylos". También hay ladrones, drogadictos, terroristas, prostitutas, etc., pero no por ello existe el derecho a robar, ni el derecho a drogarse, ni el derecho a matar a una persona reconocida jurídicamente como persona, ni el derecho a fornicar, etc.
Y es que una cosa es el hecho; y otra muy distinta el derecho. Aunque, de hecho, hay abortos,  el aborto no puede ser reconocido como un derecho. ¡No, no se tiene derecho a matar a nadie! ¡Y el "nasciturus" (zigoto, embrión o feto, no importa el grado de desarrollo) no es algo, sino que es "alguien"; es una persona. No hay que olvidarlo, el aborto es un crimen. Sí, aunque dicho derecho esté consagrado como tal por la ley humana. Esta ley debe ser desobedecida, porque no tiene rango de ley, desde el momento en que se opone a la ley natural, que es la base de toda ley: ¡No matarás!

4º. Laicidad del Estado. El Gobierno actual ha confundido los términos. En la Constitución se dice que "ninguna confesión tendrá carácter estatal" (Art. 16, 3). Cuando se habla de estado laico, se refiere a la aconfesionalidad del Estado, a que el Estado no se identifica con ninguna religión, porque no es ése su cometido; sin embargo, debe respetar el sentir de la mayoría y también de los grupos minoritarios. Hay una separación entre Estado e Iglesia (respetando los acuerdos con la Santa Sede). Pero de hecho, hay una auténtica persecución (y burla) contra todo lo que se dice cristiano, y no digamos católico. Una persecución que tiene lugar 24 horas al día los 365 días del año. Un ataque llevado a cabo desde todos los medios: la mayoría de la prensa, de la radio y de la televisión, que son estatales. Se pretende cambiar el "alma" de la sociedad desde el  propio gobierno. Esto no es lo propio de un Estado de Derecho, sino de los estados totalitarios y tiránicos.

. El terrorismo en el gobierno, bajo la excusa de que, mediante el “diálogo” con ETA se solucionarán los problemas que hacen sufrir a buena parte de ciudadanos españoles. Por lo tanto, no se debe colaborar, bajo ningún aspecto, con partidos que pretenden introducir en los ayuntamientos (aunque no lo digan así, expresamente) a personas vinculadas a asociaciones claramente terroristas, llámense como se llamen, ¿qué importa el nombre: SORTU, BILDU, etc…? Son las mismas personas que han demostrado, con hechos, sus verdaderas intenciones.

6. º Cambiar el sistema de votación. Lo que no puede ser es que el destino de España dependa de una minoría, de los llamados partidos bisagra, que son los que verdaderamente gobiernan.

Habría muchas más cosas de las que hablar, pero he citado las que considero fundamentales para el bien (material y espiritual) de la nación española.

Yo estoy convencido -al menos, lo estaba hasta ahora- de que la misión de un buen político es el bien común (bien de todos y de cada uno de los ciudadanos). Pienso, además -o pensaba- que un político debe ser claro y definirse, sin ambigüedades, para que el ciudadano que lo vote sea consciente de lo que hace, y lo haga de modo responsable, porque verdaderamente se siente representado por dicho partido, en sus ideas básicas fundamentales (aunque no comparta absolutamente todos sus enfoques)

Ciertamente, no le estoy pidiendo que sea usted ingenuo: lejos de mi tal pensamiento. Al contrario, pienso que debe ser muy hábil, en todos los sentidos, para poder vencer a su adversario político; o no sería, entonces, un buen político. Pero hágalo pensando siempre en el bien de España y no en medrar. Y, sobre todo,  no engañe nunca a su electorado.

Si usted, ahora mismo, me dijera, con toda claridad, y sin ningún tipo de ambigüedades, que al llegar al poder sus primeros pasos van a ser (más importantes aún que los económicos) abolir todas las leyes aberrantes del partido socialista, entre ellas las que le he citado: la "educación" para la ciudadanía, el "matrimonio" entre homosexuales y la "ley" del aborto. Luchar para que haya un mayor respeto a la religión católica (puesto que las demás sí se respetan). Cambiar el sistema educativo actual, de modo que haya una ley de educación que prime el esfuerzo. Si, además (y esto es lo más importante) estas cosas las llevara a la práctica con la misma rapidez (¡o mayor aún, si cabe!) con la que el Partido Socialista ha ido imponiendo “sus” "leyes"; todo lo cual puede hacerlo perfectamente amparado en el “verdadero” estado de Derecho...Le aseguro que no sólo tendría mi voto; al fin y al cabo, ¿qué más da un voto más o un voto menos? No es eso: lo importante es que, al actuar íntegramente, al saber sus votantes a qué atenerse cuando le voten, los va a tener de por vida como votantes (a usted y al partido que representa siempre que, al gobernar, respete -al menos- las normas básicas de Derecho Natural).

¡Necesitamos contundencia! ¡Necesitamos que nos guíen! ¡Necesitamos un buen líder, a quien lo único que le interese sea el bien común de sus gobernados! ¡Un líder que no tenga miedo de decir lo que haya que decir! ¡Un líder con autoridad, que convenza,  con sus hechos más que con sus palabras! ¡Un líder que sepa prescindir de aquellas personas de su partido que no sean coherentes con estos principios básicos! ¡Un líder íntegro que se rodee de personas igualmente íntegras y sabias, gente experta y con capacidad de entregar lo mejor de sí mismos!

Puede que esté colocando el listón bastante alto, pero es que, tal como van las cosas (¡y lo que nos espera!) es preciso que el listón esté muy alto. De lo contrario, no hay nada que hacer.

Quiero que sepa que mi voto -así como el de miles de personas- lo tiene asegurado si, como digo, procede conforme al Derecho Natural y en su programa electoral promete la derogación inmediata de esas leyes inicuas que estamos sufriendo en la actualidad.

Sinceramente, hay muchísimas más personas de lo que usted piensa que están deseando que se defina con toda claridad, sin miedos y sin complejos de ningún tipo. ¿Qué no le votan los de izquierdas? ¿Pero es que acaso lo iban a hacer? Ellos sí que tienen claro, en cambio, lo que quieren: convertir a España no ya en una dictadura, sino en una tiranía (con leyes arbitrarias): la voluntad del tirano convertida en ley. Por supuesto que jamás usarán de esos términos. Todo lo contrario: en sus bocas aparecerán siempre palabras como "democracia",  "libertad", etc…, para ver si captan a algún ingenuo que (forzoso es reconocerlo)  cada día los hay más. Un país que no piensa es el caldo de cultivo más adecuado para que el Partido Socialista se convierta en el Único Partido, sin ningún tipo de Oposición. ¡Lo que sería lamentable! 

Aún estamos a tiempo. ¡Pero hay que definirse, igual que ellos se definen! Y luego que la gente vote, por supuesto. Pero que la gente sepa a quién vota y qué es lo que de verdad está votando.

Yo no entiendo de estrategias políticas, pero lo que sí sé es que el pueblo llano y sencillo, el pueblo trabajador, necesita palabras sencillas y llanas, necesita saber a qué atenerse, necesita hechos palpables. Y si eso lo ve en usted, tenga la seguridad de que le votarán.

Si, cuando llegue el momento de las votaciones, yo no observo todas estas cosas, tendré también que definirme. Y ya no sé qué haré: no votar; votar en blanco; o votar a algún partido de inspiración católica (si es que tal partido existe) que obtenga tal vez los suficientes votos como para hacer de partido bisagra, en sentido contrario a las bisagras que tenemos ahora mismo.

Aunque pueda parecer pesimista, eso es lo que veo, lo que (a mi modesto entender) está en conformidad con lo que está ocurriendo. Y cuando algo se ha visto que es verdad, es preciso no esconder la cabeza, como el avestruz; y actuar conforme a esa verdad que se ha visto y de la que no se tiene ninguna duda (¡No hay que ser muy clarividentes para darse cuenta de todo lo que está ocurriendo hoy en día, en el mundo, por supuesto, pero particularmente en España!).

Espero sinceramente que Dios lo ilumine en sus decisiones, cuando llegue el momento de las elecciones, comenzando por las municipales del 22 de mayo de 2011, porque está en juego el futuro de todos nuestros hijos y, posiblemente, el de varias generaciones. No debemos permitir que ocurra como en Cuba o en Venezuela. ¡Otra alternativa es posible! Si el PP cambia, es posible que las cosas también cambien; y cambien a mejor. No deseo otra cosa.

Saludos respetuosos

Un ciudadano de a pie