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viernes, 9 de noviembre de 2018

Restricciones para Schneider, veto a Burke, presiones en torno a Viganò (Carlos Esteban)





Nada por escrito: esa parece ser la consigna de Roma para evitar problemas de imagen y, sobre todo, impedir toda posibilidad de apelación mientras restringe los movimientos de monseñor Athanasius Schneider, crea el vacío en torno al cardenal americano Leo Burke y presiona a los editores de Aldo Maria Valli para que no publiquen su libro sobre Viganò.
¿Tiene monseñor Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná, en Kazijistán, restringida su libertad de movimientos por instrucciones de Roma? Eso afirma el veterano vaticanista Marco Tosatti en su blog Stilum Curiae, donde llega a hablar de ‘arresto domiciliario’.

Schneider es sobradamente conocido por los lectores de Infovaticana como uno de los más claros críticos de la confusión que reina en la Iglesia y, aunque siempre se ha mantenido respetuoso y obediente, ha hablado con valentía sobre cuestiones como el matrimonio, los sacramentos y la moral objetiva en una línea cada vez más alejada de los mensajes ambiguos que llegan de la Curia. Pero, lejos de ser elogiado por esa ‘parresía’, por esa libertad de juicio y opinión a la que a menudo ha animado Su Santidad, está siendo sometido a un paulatino ostracismo eclesial.

Según conoce Tosatti por fuentes cercanas al prelado, Schneider habría recibido la orden verbal del Vaticano para que restrinja sus viajes al extranjero, sin más explicaciones. Cada vez que Schneider quiera salir del país tendrá que pedir permiso al nuncio, que podrá negárselo sin dar explicaciones. La medida se habría tomado la primavera pasada, y se le ha comunicado por instrucciones del secretario de Estado, Pietro Parolin, a través del nuncio en Kazajistán, Francis Assisi Chullikatt. De viva voz, sin documento alguno que pudiera servir a Schneider para apelar, como tendría derecho ante cualquier medida que juzgue injusta, a la Congregación de los Obispos o al Tribunal de la Signatura Apostólica.

Más antigua es la restricción indirecta impuesta, una vez más verbalmente, sin un solo papel con el que se pueda demostrar o al que se pueda apelar, al cardenal americano Raymond Leo Burke. Cuenta el mismo Tosatti que Roma ha hecho llegar a los obispos americanos -una vez más, a través del nuncio- la ‘recomendación’ de que no inviten al cardenal, uno de los dos supervivientes de los cuatro que plantearon sus ‘Dudas’ sobre Amoris Laetitia al Papa, a sus diócesis, no frecuenten su compañía, ni aparezcan en eventos a los que asista el ‘disidente’. En una palabra, que le hagan el más absoluto vacío.
A diferencia de Viganò, estos dos prelados no han pedido nunca la abdicación del Papa ni han revelado secretos pontificios ni han llamado a una revuelta abierta contra la Curia: se han limitado a disentir de una línea pastoral que juzgan confusa y ambigua y solicitar respetuosamente aclaraciones.
En el caso de Burke, estas aclaraciones, referidas a determinados puntos del Capítulo VIII de la exhortación Amoris Laetitia que parecen contradecir la doctrina de la Iglesia en gravísimas cuestiones, se presentaron en la forma tradicional, como misiva firmada por cuatro cardenales en la que se planteaban ciertas preguntas sobre el modo en que había de entenderse la exhortación, las famosas Dubia. Su Santidad no sólo no respondió a la solicitud privada, sino que dio orden a la Congregación para la Doctrina de la Fe para que guardase el mismo silencio. Los cardenales esperaron en vano la respuesta durante tres meses y sólo entonces la hicieron pública. El Papa mantuvo su silencio, y lo ha mantenido hasta hoy.

El mismo silencio que ha guardado ante las graves acusaciones contenidas en el Testimonio Viganò, en este caso un ‘silencio anunciado’ durante la rueda de prensa dada en el avión a su vuelta del Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Dublín en agosto. Pocos días más tarde, y tras alusiones obsesivas, pero oblicuas, al Gran Acusador en sus homilías de Santa Marta, el Vaticano anunció que estaba a punto de elaborar una respuesta a las acusaciones. Nunca más se supo, y seguimos sin la anunciada respuesta a principios de noviembre.

Pues bien, el periodista italiano Aldo Maria Valli, una de las personas con las que Viganò consultó la publicación de su testimonio, saca ahora al mercado un libro sobre el caso que publica la editorial Fede & Cultura que, según informa Church Militant, ha recibido fuertes presiones del Vaticano para que limite futuras ediciones del libro

Fede & Cultura confirmó a Church Militant estar sometidos a una “irresistible presión desde dentro de la Iglesia para no publicar nada que arroje una luz negativa sobre el Papa Francisco”. Todo, en fin, muy en la línea de la recomendación del pasado sínodo de que se cree un trasunto del viejo ‘Índice de Libros Prohibidos’ aplicado a Internet, un ‘sistema de certificación’ que ‘castigue’ a los blogs disidentes de la actual deriva ideológica de la Curia.
Carlos Esteban