BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



viernes, 22 de septiembre de 2017

Los videntes: caso de MEDJUGORJE (Padre Alfonso Gálvez)

Parte de un ensayo del padre Gálvez titulado Mística y Poesía


Como ocurre con ciertos tesoros valiosos pero sumamente raros, las falsificaciones abundan. Los profetas, las videntes y los carismáticos abundan como moscas en verano.

Dejaremos aparte casos como el de Fátima, en el que creo sinceramente, pero del que desgraciadamente de nada, o de muy poco, se puede estar seguro en relación con este acontecimiento. El contenido del famoso tercer secreto ha sido ampliamente manipulado, falsificado y escamoteado. Y en cuanto a la personalidad de Sor Lucía fue sustituida tendenciosamente por otra distinta, sin que al fin se haya sabido nada del paradero de la auténtica. Todo por obra de un Poderoso Sistema cuyo eje principal es la más elevada Jerarquía de la Iglesia. En la actualidad apenas si cabe certeza sobre lo único que parece seguro: que la voluntad de la Virgen ha sido dada de lado en favor de intereses creados ideológicos y políticos.

Respeto fielmente la posible autenticidad de las visiones o revelaciones privadas y doy por bueno el juicio de la Iglesia en cada caso, aunque es bien conocido que ninguna de ellas tiene carácter oficial ni exige de nadie la obligación de ser creídas.

Pero una vez afirmado ese principio, veamos algunos ejemplos en particular que alertan acerca de la prudencia con que se debe proceder en este punto (...)

[En concreto] volviendo a tiempos más recientes, nos enfrentamos al caso de Medjugorje, acerca del que mucho se ha dicho y se ha escrito además de haber sido examinado por expertos, diversas comisiones y subcomisiones, y acreditado por Obispos y personas de actualidad (unas veces a favor y otras en contra), etc., hasta lo indecible. 

En la actualidad, lo último decidido por el Vaticano de manera oficial, es que al fin van a ser aceptadas solamente las siete primeras visiones, aunque acerca de las demás nada se dice. Según lo cual cabe la posibilidad de que las restantes sean falsas. El problema que se plantea entonces consiste en que, caso de que se consideren las siete primeras visiones como verdaderas, no parecería probable que unas verdaderas videntes fueran capaces de inventarse las siguientes. Pero si se admite que, admitidas las siete primeras, todas las siguientes pueden ser falsas, ¿cómo entonces se puede creer en la sinceridad de las videntes con respecto a las primeras?

Este extraño caso consiguió recordarme una curiosa anécdota que me ocurrió hace ya bastantes años. Me encontraba conversando con cierto sujeto cuando, al cabo de un buen rato, me dice sin preámbulos:

—Y ahora, esto que le voy a decir sí que es cierto.

Confieso que me quedé sorprendido, pero para pensar a continuación: Si lo que me ha dicho hasta ahora es una mentira, este hombre es un embustero. Pero si es un embustero, ¿por qué voy yo a creerme lo que piensa decirme a partir de ahora?

Por otra parte, según aseguró firmemente la vidente principal, la Virgen le había dicho que el Papa Francisco era el mejor Papa que la Iglesia había tenido en toda su Historia.

La cosa era para quedarse perplejo. Pues parece difícil admitir que la Virgen María desconozca la Historia de la Iglesia, y no ya la pasada, sino ni siquiera la presente. Decir tal cosa, por muchas alabanzas que se pudieran acumular a favor del Papa Francisco, puede parecer que se usan palabras mayores. Por lo demás, las razones que pueda tener el Vaticano para admitir semejante montaje, del que podría decirse que carece de Lógica, son completamente desconocidas.

Los tesoros materiales falsificados son normalmente difíciles de descubrir. Y aunque no debiera suceder lo mismo con los que pertenecen al orden espiritual o sobrenatural, los falsos y falsas videntes a lo largo de la Historia de la Iglesia han existido siempre con tanta abundancia, que a menudo han sido muchos los engañados

Bastaría, sin embargo, poseer un verdadero amor a Dios y estar animado de un sincero afán por la verdad, para descubrirlos con prontitud.

Padre Alfonso Gálvez