BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 13 de mayo de 2017

¿Dónde encontrar la verdadera Iglesia? (José Martí)


Leyendo el artículo anterior de Bruno Moreno, me ha llamado particularmente la atención una afirmación que hace el redentorista Marciano Vidal, cuando dice: 


Amoris Laetitia es la contra Veritatis Splendor, es decir un texto que deseábamos como reparación a ese otro que frenó la renovación de la Teología moral del Vaticano II”.


Aun cuando esta entrada no está relacionada, de modo directo, con el artículo de Bruno, al leerlo me ha venido a la mente aquella famosa expresión del cardenal Ratzinger, cuando dijo aquello de que  "La Gaudium et Spes es un Contra Syllabus"; una expresión de la que no se desdijo cuando llegó a ser Papa, adoptando el nombre de Benedicto XVI. 



¡Esto es muy grave, pues equivale a afirmar que, en realidad, aun cuando se diga lo contrario, la Doctrina católica y el Magisterio actual suponen una ruptura -y no una continuidad- con el Magisterio anterior ... lo que llevado a su último grado es lo mismo que afirmar que "en la Iglesia católica tampoco hay verdades absolutas" (algo que le entusiasma particularmente al papa actual, ¿por qué no decirlo?). 

Dicho con más claridad:  ¡no hay Magisterio! Un Magisterio cambiante, en donde un Papa puede desmentir lo que, dogmáticamente se ha definido en Concilios anteriores, no es tal.  

Francisco, de hecho, se está oponiendo al Magisterio anterior. Aun cuando esto no lo diga de una manera explícita, pues entonces sería acusado de hereje y dejaría de ser Papa, sin embargo, los hechos cantan: y éstos son los que nos permiten conocer la verdad ... ¡de verdad! ...  según aquello que dijo nuestro Maestro: "Por sus frutos los conoceréis"(Mt 7, 20). ¡Estos frutos están a la vista de todos ... y no son buenos frutos! 

Siguiendo con la lógica actual (modernista) desatada con la promulgación del Concilio Vaticano II por el papa Juan XXIII, en su mensaje de "apertura al mundo" o "aggiornamento", estamos llegando al cenit en el que el mundo está absorbiendo a la Iglesia,  a un ritmo cada vez más acelerado, y ésta está perdiendo su propia identidad. Todo cuanto haga referencia a lo sobrenatural se oculta o se niega, incluso la existencia histórica de Jesucristo. Y atención porque esto ocurre en el mismo seno de la Iglesia católica ... 

Ese caballo de Troya se encuentra infiltrado incluso -y, sobre todo-en las más altas jerarquías ... y todo ello ante el silencio lamentable -y culpable, por cobardía- de muchísimos de los Pastores de la Iglesia Católica. Ahí tenemos, por poner un ejemplo, el tema de las famosas Dubia de los cuatro cardenales, a las que el papa Francisco no se ha dignado contestar. ¿Por qué? Pues -a mi entender- porque aun cuando la respuesta que da la Iglesia a ellas está muy clara, y es de todos conocida, sin embargo, tal claridad no existe en Amoris Laetitia ... Como digo esa es la razón, a mi modo de ver, por la que el Papa calla y deja la respuesta a otros: Schönborn, Kasper, los obispos de Buenos Aires, etc... 

La AL, en sus puntos conflictivos, va contra el Magisterio anterior. (como hemos podido leer en el artículo de Bruno al referirse al padre Marciano Vidal). Si el Papa responde formalmente a las Dubia tiene dos opciones

- Hacerlo conforme a lo que siempre se ha manifestado como cierto en la Iglesia ... pero esto está en contra de casi todo lo que ha estado diciendo durante estos cuatro años de Pontificado: "El proselitismo es una solemne tontería"; "La rigidez de lo que siempre se ha hecho así", "el pecado contra el ecumenismo" ("no hay que tratar de convencer a los demás de la verdad de nuestra fe"), "cada uno con su dios", etc, etc, etc ...


- O bien, contestar conforme a la actual corriente modernista, que es la que él sigue y la que han seguido también todos los Pontífices anteriores a él, comenzando por el Papa Juan XXIII (comienzos del Concilio Vaticano II) y siguiendo con sus sucesores: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI ... con la particularidad de que Francisco está llevando a cabo la "puesta en práctica" de algunos de los puntos de dicho Concilio (precisamente los más conflictivos con el sentir de la Iglesia de siempre) con una aceleración impresionante, como si se le acabara el tiempo y quisiera llevar adelante lo que otros comenzaron y dejaron a medio. Así lo declaró él mismo: "No sería de extrañar que pasara a la historia como el Papa que causó la división en la Iglesia". Y parece que se ha tomado la tarea muy en serio. Todo aquello (o aquél) que se oponga a sus planes es "eliminado", de alguna manera. Su agenda está perfectamente planeada y nada debe de interferir en ella. 

Y claro está: La primera opción supone, como digo, un contradecirse a sí mismo en todo lo que ha venido haciendo y diciendo, y lo colocaría en contra del gran número de cardenales modernistas que nos "pastorean" (los que ya estaban antes y los que él ha ordenado después) ... mientras que la segunda equivaldría a declararse formalmente hereje, en cuyo caso sería depuesto como Papa. De modo que opta por callarse y pasar a los demás la patata caliente ... 

Mientras tanto, la confusión reina en la Iglesia ... y aquellos que se atreven a hablar claramente tienen en contra suya no sólo a los mass media (anticatólicos la mayoría), lo que tiene su "lógica", sino también a muchos de los miembros de la Iglesia (tanto pastores como seglares ... que pasan por católicos cuando, en realidad, no lo son, porque han perdido la fe).
  
No hay Magisterio. Cada Papa puede contradecir a los Papas anteriores, en cuestiones dogmáticas ... y no pasa nada. Es un hecho -y no una opinión- que todo esto ha surgido a partir del Concilio Vaticano II, al cual defienden los modernistas a capa y espada (¿Por qué será?). 

Curiosamente, el Concilio Vaticano II, que es el número veintiuno de todos los Concilios Ecuménicos que han habido en la historia de la Iglesia, comenzando por el primero que fue el Concilio de Jerusalén, es el único que se ha definido a sí mismo como meramente pastoral. Y, por otra parte, sin embargo, se exige una adhesión total al mismo, superior a todo cuanto se ha dicho por los padres de la Iglesia, superior a lo que está escrito en el Evangelio, superior a la fidelidad a los dogmas establecidos como definitivos a lo largo de dos mil años de historia de la Iglesia. ¿Acaso la Iglesia Católica comenzó hace cincuenta años? ¿Por qué ese empeño en imponer a los católicos "doctrinas" anticatólicas" (aun cuando no se diga así expresamente) que son las mismas que el mundo adopta? ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?

Sinceramente, yo no veo aquí la pastoralidad por ninguna parte. Sí veo rigidez (en cuanto a llevar adelante los propios planes personales), justo aquello de lo que tanto acusa Francisco a los que se mantienen fieles a la Tradición de la Iglesia ... ¡aunque parezca increíble que eso esté ocurriendo! [ Me vienen a la mente algunos casos, como el de los Franciscanos de la Inmaculada, la destitución del Monseñor Liviéres, el caso de Malta y el cardenal Burke, etc..., al mismo tiempo que es permisivo con casos flagrantes de muchos cardenales, obispos y sacerdotes (o monjas) cuyo mensaje es clarísimamente heterodoxo]. Veo muchas contradicciones y cada día aparecen "mensajes" papales que hacen sufrir a aquellos a quienes les importa la Iglesia y el mensaje de Jesucristo, pues en la mayoría de sus declaraciones y de sus actuaciones el Papa aparece como si fuese un enemigo declarado de la propia Iglesia que le ha sido encomendada para "guardar el depósito de la fe" (1 Tim 6, 20) y para "confirmar en la fe a sus hermanos" (Lc 22, 32)

Ante lo cual sólo puedo sacar una conclusión, que es la que salta a la vista, por más que no lo queramos reconocer ... puesto que no podemos ir en contra de lo que percibimos y vemos como real, no podemos ir en contra de nuestra razón y llamar blanco a lo que es negro y viceversa. O, en palabras de san Pablo: "Nada podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 8).

La conclusión es que estamos ante una nueva Iglesia que no es la verdadera Iglesia. El relativismo y el modernismo se han infiltrado en ella de tal manera que su autodestrucción es cuestión de no demasiado tiempo ... a menos que surja algún milagro ... o bien que nos encontremos en un situación bastante cercana al final de los tiempos. De hecho, las señales que vemos, en ese sentido, son bastante claras. No obstante, tal afirmación no pretende ser apodíctica, puesto que "acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24, 36) pero tampoco se puede desdeñar como algo imposible, pues tal día vendrá [pues habrá un final] y vendrá cuando menos se lo espere: "A la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre"  (Mt 24, 44).

Entonces, ¿qué? ¿Tenemos que preocuparnos? ¿Tenemos que hundirnos? ¿Estamos condenados al desaliento? ... ¡Todo lo contrario! : "Cuando comiencen a suceder estas cosas, tened ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se aproxima vuestra Redención" (Lc 21, 28). 

Mientras tanto, sigamos siendo fieles al Magisterio de la Iglesia de siempre, aquélla a través de la cual nos habla el Espíritu Santo, esa Iglesia de veinte siglos, fundada por Jesucristo, aquella de la que dijo que "las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Esa Iglesia, aquella que está formada por los verdaderos cristianos, fieles a Jesucristo y a la Tradición y al Magisterio Perenne de la Iglesia por Él fundada, digo, esa Iglesia existe

Tengamos en cuenta lo que dijo el Señor, Aquél que no puede engañarse ni engañarnos: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). De manera que pasaremos tribulaciones e incompresiones, por parte -incluso- de los que dicen llamarse nuestros hermanos en Cristo, hasta el punto de que -según palabras del mismo Jesús- "se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2). Todo lo cual es cierto: "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4). Es más, sigue diciendo Jesús: "Seréis odiados por TODOS a causa de mi Nombre. Pero ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 17-19)


Como vemos, junto al problema tenemos la solución. Con la paciencia salvaremos nuestras almas. Para lo cual es preciso que 
hagamos mucha oración porque, si no, ¿de dónde nos vendrían las fuerzas para hacer frente a aquellos que quieren perdernos?. Leamos y meditemos diariamente la Santa Biblia, en particular el Nuevo Testamento. Y de éste hagamos hincapié en los Evangelios ... siempre leídos, por supuesto, a la luz del Magisterio perenne de la Iglesia (no estamos hablando aquí de la "sola escritura" de Lutero). 

A eso se refiere el Señor, entre otras cosas, cuando dice a sus discípulos: "Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora" (Mt 25, 13). Y también: "Estad preparados" (Mt 24, 44). Y lo más importante, aquello por lo que no tenemos ningún motivo para estar tristes es que tenemos fe en las palabras de Jesús, contenidas en los Evangelios, que nos hablan siempre de su amor para con cada uno de nosotros. Y esto no es algo momentáneo, sino que es para siempre. Leámoslo: "Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). 

¿Y hay algo más grande y más sublime y más hermoso que estar con el Señor, con Aquél que sabemos que nos quiere hasta el extremo de haber dado su Vida para salvarnos, Aquél que -al mismo tiempo que es nuestro Dios- es también nuestro amigo: "Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15, 15).

Por otra parte, se ha quedado con nosotros, con su Presencia Real, en la Eucaristía, no a modo de recuerdo, ni a modo de símbolo o algo parecido, sino que es Él mismo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad quien está realmente presente en la hostia consagrada. No estamos solos (ver aquíaquí y aquí). 

Esto lo sabemos por la fe. Pero "la fe es seguridad de lo que se espera" (Heb 11,1). La duda, consentida, no es cristiana. Tenemos a nuestras espaldas todo el testimonio de los primeros cristianos que dieron su vida por testificar aquello que habían visto y oído, entre otras cosas los milagros de Jesús, su muerte real en la cruz, su resurrección de entre los muertos y su ascensión a los cielos. Nadie da su vida por algo que se inventa, por una teoría. Ellos vieron que Jesús era verdaderamente hombre y vieron también que era Dios. De ahí su valentía y de ahí que no les importara incluso el dar la vida por confesar a Jesucristo como el único y verdadero Dios, fuera del cual no hay salvación posible. Por supuesto que esa fortaleza la recibieron del Espíritu Santo, pues por ellos solos, aun sabiendo lo que sabían, hubieran sido incapaces de dar testimonio. Los cristianos de hoy parece que hemos olvidado esta realidad

Por lo tanto: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rom 8, 31). "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?" (Rom 8, 35) ... "Sobre todas estas cosas triunfamos por Aquél que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom 8, 37-39).

Acabo esta entrada escribiendo unas palabras de consolación, sacadas del Apocalipsis (son tan solo una muestra), en donde aparece lo que dice Jesús a la Iglesia de Sardes:

"Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre de vivo, pero estás muerto [...] Acuérdate cómo recibiste la Palabra y la escuchaste; guárdala y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre tí. Pero aún tienes en Sardes a unos pocos que no han manchado su vestido. Ellos caminarán conmigo de blanco, porque son dignos. El que venza será revestido de blancos ropajes y no borraré su nombre del Libro de la Vida. Y confesaré su nombre ante mi Padre y ante los ángeles(Ap 3, 1. 3-5)

¿Cuándo ocurrirá esto? No podemos saberlo. Pero no tardará. Por eso tenemos que estar preparados. Él es quien nos salva. Pero porque nos ama quiere ver también su amor en nosotros y ahí respeta nuestra libertad. No nos impone la salvación, sino que nos la ofrece. Es decir, no nos impone su Amor sino que nos lo ofrece para que, libremente, nos decidamos por Él, pues sin libertad no hay Amor. Aunque Él quiera no puede salvar a quien no quiere nada de Él y lo rechaza, haciendo uso (mal uso, en realidad) de su libertad. Por eso la salvación no es para todos, aun cuando Dios quiere que todos se salven y que lleguen al conocimiento de la verdad. (1 Tim 2, 4)

Lo que está claro es que donde está Cristo ahí está su Iglesia, que es su Cuerpo Místico. De este Cuerpo vivo forman parte aquellos que han sido bautizados y se encuentran en gracia de Dios. Es en los santos donde mejor podemos encontrar a Cristo, pues si en ellos está realmente Cristo, en ellos está la Iglesia ... esa Iglesia que perdurará por siempre hasta el fin de los tiempos, porque Dios no nos deja solos. Y siempre hace que surjan santos, en particular en los tiempos de crisis. Hoy vivimos en esos tiempos. No tengamos duda de que esos santos existen ya entre nosotros. Es cuestión de buscar, fiados en la palabra del Señor: "Todo el que busca, encuentra" (Mt 7, 8) porque, también según el propio Jesús, "el Reino de Dios está en medio de vosotros" (Lc 17, 21). Es cuestión, pues, de buscarlo, buscarlo con denuedo, porque en ello nos va la vida (con mayúscula).

Sabemos muy bien que, para cada uno de nosotros el tiempo es breve ... razón de más para que comencemos, ya mismo, a vivir como corresponde a alguien que profesa tener fe en Jesucristo y en su Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. 

Pero también sabemos que "el que persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13). 


Por lo tanto: ahora sólo nos queda prestar mucha atención, en el silencio (sobre todo el silencio interior) para poder así escuchar las palabras de Jesús, que siempre son consoladoras y que nos darán la fe y la esperanza que necesitamos para no desfallecer en nuestra lucha por el Amor, que no en otra cosa consiste el sentido de nuestra vida:


"Vosotros tenéis ahora tristeza, pero os volveré a ver; y se alegrará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22)



José Martí

Hay elogios que matan (Marciano Vidal y Amoris Laetitia) por Bruno Moreno






La semana pasada, tuvo lugar en Madrid la celebración de las “II Conversaciones” de la editorial PPC (propiedad de los marianistas) y del Instituto Superior de Pastoral (perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca).

El orador más conocido fue el redentorista Marciano Vidal, famoso porque, siendo profesor en varias universidades, propuso una doctrina moral heterodoxa conocida como la “moral de actitudes”
Esta moral tiene como núcleo principal la idea de que la unión con Dios, el estado de gracia, no se pierde con los pecados, por muy graves que sean, siempre que se mantenga una “actitud” u opción fundamental hacia Dios. 

Por resumir, se trata de una especie de luteranismo secularizado, en el que la justificación por la fe del reformador alemán se sustituye por ese concepto vago y difuso de opción fundamental, que todo lo justifica y que convierte los pecados más graves en equivocaciones irrelevantes y sin consecuencias. En ese sentido, enseñó durante años, por ejemplo, que la masturbación, el uso de anticonceptivos, la esterilización o las relaciones homosexuales, entre otras cosas, no tenían por qué romper la comunión con Dios.

El Rvdo. P. Marciano aprovechó el caos posconciliar para difundir sus heterodoxias a diestro y siniestro con gran éxito, ya que su moral secularizada resultaba muy atractiva en una época en la que la obsesión era amoldarse como fuera al mundo. 

Por desgracia, tanto los obispos como sus superiores mantuvieron silencio durante años, mientras sus obras, especialmente el libro Moral de actitudes, se difundían por todas partes, especialmente en seminarios y universidades católicas, haciendo un daño irreparable a la conciencia moral de una generación entera de sacerdotes, teólogos y obispos (cuyos frutos estamos recogiendo ahora).

[Puede leerse el artículo del padre Iraburu "Reprobaciones tardías"]

A pesar de estas miserias de la debilidad humana, Dios no abandonó a su Iglesia. Ese triunfante ambiente de subjetivismo y confusión en sustitución de la moral católica de siempre se topó con un obstáculo inamovible en forma de la encíclica Veritatis Splendor, esa estupenda encíclica odiada por todos los heterodoxos en materia de moral porque dejó al descubierto los errores de sus desviaciones

En ella, Juan Pablo II reiteró la moral tradicional de la Iglesia, basada en la Revelación y en la verdad objetiva, y condenó los errores contra la misma, como el subjetivismo, la moral de la opción fundamental, el consecuencialismo moral, el relativismo cultural o la autonomía de la conciencia respecto de la ley divina. 

Reafirmó asimismo el principio moral católico fundamental, presente ya en los mandamientos de la ley de Dios, de que existen acciones intrínsecamente malas, que no se pueden justificar en ninguna circunstancia. Fue un golpe terrible contra las desviaciones de las décadas anteriores, incluidas las del propio Marciano Vidal.

En este nuevo ambiente, la Congregación para la Doctrina de la Fe se ocupó finalmente de los errores de Marciano Vidal de forma específica. Sus conclusiones sobre las obras más importantes del redentorista mostraron, como no podía ser menos, que la moral de Marciano Vidal era básicamente un compendio de todos los errores de su época


“No consigue conceder normatividad ética concreta a la revelación de Dios en Cristo”, es una ética influida por la fe, pero “se trata de un influjo débil, porque se yuxtapone de hecho a una racionalidad secularizada enteramente proyectada sobre un plano horizontal”, “no se resalta suficientemente la dimensión vertical ascendente de la vida moral cristiana”, “grandes temas cristianos como la redención, la cruz, la gracia, las virtudes teologales, la oración, la bienaventuranzas, la resurrección, el juicio, la vida eterna, además de estar poco presentes, no tienen casi influjo en la presentación de los contenidos morales”, “papel insuficiente” de la Tradición y el Magisterio moral de la Iglesia”, “concepción deficiente de la competencia moral del Magisterio eclesiástico”“se separa críticamente” de la doctrina de la Iglesia.

(Notificación sobre algunos escritos del Rvdo. P. Marciano Vidal, Congregación para la Doctrina de la Fe, 22 de febrero de 2001). 

En particular, señalaba que el libro de Marciano Vidal no aceptaba “la doctrina tradicional sobre las acciones intrínsecamente malas y sobre el valor absoluto de las normas que prohiben esas acciones”, un error que, como veremos, resulta especialmente relevante hoy en día.

La Congregación decidió que sus libros “no pueden ser utilizados para la formación teológica” y que el P. Marciano debía “reelaborar especialmente Moral de Actitudes” (que ya iba por la octava o novena edición y había sido traducido a multitud de lenguas) “bajo la supervisión de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Española”.

En apariencia, el P. Vidal se sometió al dictamen de la Congregación, aunque a regañadientes. Unos días después, sin embargo, volvía a proponer sus tesis heterodoxas en dos conferencias organizadas por la Conferencia Española de Religiosos (lo que motivó que Santiago Martín escribiera un artículo con el título “¿Tomadura de pelo?”). 

El mandato de aceptar la supervisión de la Conferencia Episcopal en una nueva edición de su libro Moral de Actitudes se solucionó fácilmente no volviendo a editar ese libro en particular y promoviendo las mismas tesis contenidas en sus otros libros.

Sorprendentemente (o quizá no tanto), en la conferencia de la semana pasada Antonio Ávila, el Director del Instituto Superior de Pastoral comenzó elogiando al P. Vidal precisamente por sus posiciones heterodoxas, dejando claro que consideraba un mérito que hubiera sido corregido por la Congregación para la Doctrina de la Fe y que se haya mantenido en sus trece a pesar de esa corrección: “Es un gran sabio, misericordioso como persona y como moralista, y una persona libre, aunque tuvo que pagar por ello un precio alto”.

Notemos ya desde el principio la trampa: “misericordioso” es siempre el que dice a los demás que pueden seguir pecando

Al que adultera, se masturba, usa anticonceptivo, tiene relaciones homosexuales o comete cualquier otro pecado grave, el “misericordioso” le dirá que no pasa nada, que puede seguir caminando por la senda ancha que lleva al infierno, porque todo da igual

No parece importarles a estos seudomoralistas que el concepto de misericordia de la Iglesia haya sido siempre, desde el mismo Cristo, el contrario: la verdadera misericordia es sacar del pecado, no dejar que el prójimo se hunda en él.

Con estos antecedentes, uno pensaría que la conferencia sería más bien prescindible, pero no fue así. Al contrario, como veremos, la conferencia de Marciano Vidal fue clarividente y, a mi juicio, contribuyó enormemente a clarificar la situación actual de la enseñanza de la moral en la Iglesia.

Dejaremos a un lado la parte más mezquina de la conferencia, como el indisimulado júbilo por el supuesto desaire sufrido por el Card. Müller al no ser elegido para presentar la exhortación postsinodal, las burlas contra varios obispos españoles o el hecho de calificar a sus oponentes teológicos como aquellos que “quieren seguir en la dinámica del poder”. O la vergonzosa desfachatez de señalar como “innovación” de Amoris Laetitia la “integración positiva de la sexualidad” que, en su opinión, era “lo más llamativo para el pueblo, la mayor innovación” de la exhortación.

Puesto que no cabe suponer la ignorancia en un profesor de moral, resulta indudable que se trataba de un desprecio intencionado a la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II, como si esa síntesis teológica no integrara “positivamente” la sexualidad ni la Iglesia lo hubiera hecho nunca en dos mil años de historia hasta que llegó el propio Vidal.

En cualquier caso, como era previsible, durante la conferencia Marciano Vidal se reafirmó en sus errores, empezando por reiterar su apoyo a los métodos anticonceptivos artificiales y su rechazo a la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI. 

Asimismo, explicó que no hay problema en que los divorciados en una nueva unión comulguen, a condición de que “no se ofendan derechos de terceros” (olvidando que el adulterio, por su propia naturaleza, siempre es una injusticia contra el cónyuge, al margen de lo que diga o piense el propio cónyuge, cf. Catecismo de la Iglesia Católica 2381), que “la nueva situación sea más cristiana y más correcta” (como si un pecado mortal como el adulterio pudiera ser “más cristiano y más correcto”; es decir, pura moral de actitudes), que “no haya escándalo en la comunidad” (omitiendo decir que, si no hay escándalo cuando alguien adultera es porque heterodoxias como las del propio Vidal han deformado previamente la conciencia de esa comunidad) y que “no se quiera comulgar por prestigio social” (condición meramente de relleno, porque se puede decir lo mismo de cualquier comunión). 

Por supuesto, para el redentorista “la decisión es del creyente laico, sin que esté ni siquiera obligado a acudir al diálogo pastoral con el sacerdote”, porque el sacerdote no tiene un medidor de actitudes y opciones fundamentales. El propio creyente laico tampoco tiene ese medidor, claro, pero esto es una ventaja, porque así puede inventar lo que quiera sobre el asunto y seguir pecando en paz, que es de lo que se trata.

¿Por qué me parece importante esta repetición de antiguas heterodoxias ya condenadas? Porque la conferencia del Rvdo. P. Marciano estaba dedicada a la exhortación postsinodal Amoris Laetitia, con el título “Amoris Laetitia: hacia un nuevo paradigma eclesial del matrimonio.Con particular atención a las situaciones especiales”. 

El redentorista no escatimó los elogios al texto de la exhortación:

“este texto maravilloso del Papa Francisco",
“uno de los más valiosos del Papa”
“mirada realista"
“otra manera de escribir"
“un castellano precioso”, etc. 

Hay amores (y elogios) que matan. Sin embargo, y con sus elogios a Amoris Laetitia, lo que consiguió Marciano Vidal fue señalar graves carencias de la exhortación post-sinodal.

De una forma que sería inconcebible para cualquier católico de una época anterior a la nuestra, el redentorista afirmó que AMORIS LAETITIA introduce “un NUEVO PARADIGMA eclesial (teológico-pastoral) DE MATRIMONIO”, superador de lo enseñado por los padres de la Iglesia y los teólogos y el magisterio de la Edad Media, Trento y todas las épocas posteriores ... hasta Marciano Vidal y Amoris Laetitia

Esto, que al P. Vidal le parece un elogio, ya que su postura consiste en el rechazo de la moral de la Iglesia, es, en realidad, una terrible acusación desde un punto de vista católico

En efecto, la autoridad del Papa y de la Iglesia está destinada precisamente a custodiar el depósito de la fe recibida, explicándolo cada vez mejor y profundizando en él, no a innovar y a cambiar ese depósito

Como explicó el entonces cardenal Ratzinger, “la autoridad del Papa está vinculada a la Tradición de la fe […] No es ilimitada; está al servicio de la sagrada Tradición”. Si un Papa negase la Tradición que ha recibido, estaría destruyendo con ese mismo acto su propia autoridad.

Asimismo, dijo Marciano Vidal en su conferencia, con una contundencia brutal, que Amoris Laetitia es la contra Veritatis Splendor, es decir un texto que deseábamos como reparación a ese otro que frenó la renovación de la Teología moral del Vaticano II”

Recordemos que, como quedó claro en el dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para Marciano Vidal la “renovación de la Teología moral” es un sinónimo de abandono de la moral de la Iglesia y su sustitución por la amoralidad del mundo de hoy. 

Es muy significativo, por lo tanto, que vea en Amoris Laetitia su misma intención de cambiar la moral de la Iglesia por otra nueva, completamente distinta.

Aunque en otro momento y de forma bastante incoherente, el redentorista dijo también que el cardenal Coccopalmerio había demostrado que no había oposición entre Veritatis y Amoris, lo cierto es que dedicó el resto de la conferencia a mostrar que, en realidad, sí que creía que existía esa oposición, al señalar en Amoris Laetitia sus mismas posiciones morales… que fueron condenadas de plano por Veritatis Splendor. 

Por ejemplo, al afirmar que “los divorciados vueltos a casar pueden comulgar” no lo hizo por su propia autoridad, explicó que con ello no hacía más que basarse en la carta de los obispos de Buenos Aires (la “única posible” según el propio Papa). 

Ponía así de manifiesto que la interpretación de Amoris Laetitia promovida de los obispos de Buenos Aires, Malta y Alemania, entre otros, está en la línea de su propia moral heterodoxa y frontalmente en contra de la encíclica Veritatis Splendor de San Juan Pablo II

Esta oposición se manifiesta de forma especial en lo referente a la negación de la existencia de acciones intrínsecamente malas, en particular el adulterio ya que, para considerar que una situación de adulterio puede ser “más cristiana y correcta” es absolutamente necesario negar que esa acción sea intrínsecamente mala.

En ese sentido, yendo más allá de ambigüedades y afirmaciones de circunstancias, el redentorista deja clarísimo que, a su juicio, la argumentación de Amoris Laetitia adolece de los errores condenados por la Veritatis Splendor y que son precisamente los del propio Marciano Vidal. 

¿Podría ser que haya hecho falta que viniera un teólogo heterodoxo a decir que el rey está desnudo?

Eso indicaría que todos esos obispos que ya están dando la comunión a los divorciados a la vez que pretenden que lo que hacen es un “desarrollo de la doctrina de Juan Pablo II” se engañan a sí mismos y a los fieles. 

Al menos para Marciano Vidal (y hay que reconocer que lo argumenta de forma bastante convincente), los presupuestos de Amoris Laetitia son contrarios a los de la enseñanza de Juan Pablo II y de la doctrina de los dos mil años anteriores

De hecho, son los mismos presupuestos de Marciano Vidal, de su maestro Bernard Häring (también redentorista), del P. Masiá, de Charles Curran, de Lutero (convenientemente secularizado, porque hasta Lutero era demasiado católico para los pseudomoralistas actuales) y de tantos otros autores similares.

Asimismo, Vidal resaltó la oposición entre Amoris Laetitia y Familiaris Consortio, también de San Juan Pablo II, al criticar que los cuatro cardenales de los dubia y el Instituto Juan Pablo II se opusieran “a lo que dice el Papa” porque “creen que [Familiaris Consortio] es definitiva”.

Esto tiene una conclusión clara: ya tengan razón los cardenales, el Instituto y Familiaris Consortio o tenga razón Amoris Laetitia, de lo que no cabe duda según Marciano Vidal es de que Amoris Laetitia y Familiaris Consortio se oponen (porque de otro modo sería irrelevante que la segunda fuera o no definitiva).

Esto también es muy significativo, porque en la propia exhortación postsinodal se cita Familiaris Consortio para dar una imagen de continuidad, aunque cortando el final de la cita y llegando a la conclusión opuesta que la del magisterio de Juan Pablo II (y de toda la doctrina de la Iglesia anterior). 

El P. Marciano deja claro que, al menos a él, esa estrategia no le convence en absoluto, porque ve con claridad que, al margen de apariencias, la sustancia es completamente distinta.

Especialmente clarividentes son las alusiones de Marciano Vidal a lo que considera aprobadoramente como una forma solapada de fomentar la heterodoxia en la exhortación: lo que él llama las “perspectivas insinuadas” y los “silencios, especialmente sobre la ética de la procreación”. 

De esta forma, Vidal dice lo que tantos teólogos ortodoxos, quizá por respeto al Papa, no se han atrevido a decir: que en la exhortación se insinúa de forma solapada la heterodoxia para evitar que quede clara su oposición a la doctrina de la Iglesia. 

Es decir, que en ella se sugiere sin decirse que los divorciados pueden comulgar, que no hay acciones intrínsecamente malas, que no existen los pecados mortales, que el adulterio solo es verdaderamente malo cuando se trata mal al cónyuge, etc., porque si se dijera abiertamente los católicos se rebelarían.

Curiosamente, hubo otro teólogo, de una línea similar a la de Marciano Vidal, que afirmó lo mismo en una conferencia de prensa, también sobre Amoris Laetitia, celebrada el 3 de mayo del año pasado

Se trata de Mons. Bruno Forte, que explicó que durante el Sínodo el Papa Francisco bromeó diciendo que “si hablamos explícitamente sobre la comunión para los divorciados vueltos a casar armaremos un tremendo lío”. Después, el Papa le dijo a Mons. Forte: no hablaremos de esto abiertamente; háganlo de tal manera que las premisas estén ahí, luego yo sacaré las conclusiones.

Es imposible no darse cuenta de que los elogios del P. Marciano Vidal constituyen una de las más fuertes objeciones que podrían hacerse contra el texto del Papa Francisco

- Si un teólogo heterodoxo reafirma su heterodoxia y desprecia al beato Pablo VI y a San Juan Pablo II a la vez que elogia al Papa Francisco, ¿no habrá que preocuparse? 

- Si ese mismo teólogo heterodoxo se congratula de lo que dice la exhortación Amoris Laetitia y aprovecha para rechazar de nuevo la Humanae Vitae y la Veritatis Splendor, ¿no será porque no existe continuidad entre la primera y las segundas? 

Marciano Vidal no es precisamente una autoridad fiable en cuanto a moral de la Iglesia, pero puede suponerse que conoce al menos sus propias teorías morales. 

- ¿Cómo no preocuparse, entonces, cuando identifica, sin ninguna duda, esas teorías morales (heterodoxas y condenadas) con los presupuestos fundamentales de la exhortación postsinodal?

Curiosamente, los elogios de Marciano Vidal reflejan de forma casi exacta las críticas de autores como Spaemann, Burke, Brandmüller, Caffarra, Anna M. Silvas, Douglas Farrow, Claudio Pierantoni, Stefano Fontana, José Antonio Sayés, Russell Ronald Reno, Edward Peters, Riccardo Cascioli, Antonio Livi, Livio Melina, de sacerdotes y fieles de todo el mundo, las que (modestamente) hemos hecho aquí en InfoCatólica y las que han realizado de forma indirecta pero no menos cierta multitud de obispos de todo el mundo al interpretar el texto a la luz de la doctrina tradicional de la Iglesia y corrigiendo con ello sus ambigüedades, carencias y defectos. 

En cualquier caso, al margen de la valoración elogiosa o crítica que se pueda hacer de los presupuestos en los que se basa la exhortación postsinodal, esta coincidencia parece dejar claro que esos presupuestos de Amoris Laetitia no son los de la moral católica que siempre ha enseñado la Iglesia.

Esto me hace pensar que la conferencia del redentorista podría considerarse un éxito por una razón muy sencilla: es posible que, por primera vez en su vida, Marciano Vidal haya clarificado un tema de moral en lugar de oscurecerlo.

Bruno Moreno