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jueves, 25 de mayo de 2017

Reflexiones en torno a la salvación universal (por José Martí) [2 de 2]


Reflexiones en torno a la salvación universal [1 de 2]
Reflexiones en torno a la salvación universal [2 de 2]

SEGUNDO. Recordemos, de nuevo, las palabras que pronunciamos cada vez que rezamos el Credo: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen y se hizo hombre"

Hemos analizado anteriormente cómo la razón principal por la que Dios se hizo hombre, en la Persona del Hijo, fue nuestra salvación: "Cristo vino a este mundo para salvar a los pecadores" (1 Tim 1, 15). Así viene escrito en la Sagrada Escritura. Y por eso sabemos que es así. 

"Y como todos los pasajes de la Sagrada Escritura señalan como razón de la Encarnación el pecado del primer hombre, resulta más acertado decir [...]  que la Encarnación no hubiera tenido lugar de no haber existido el pecado." (Summa Theol, III- q.1; a.3). 

Esto es Verdad revelada; por lo tanto, no admite discusión. Sin embargo, sabemos que lo sobrenatural nunca anula lo natural, sino que lo asume y lo perfecciona. Y así, por ejemplo, Dios nos hizo racionales -entre otras cosas- para que, haciendo uso de nuestra razón, llegásemos a Él. O sea: no sólo no nos prohíbe pensar, según el recto pensar, aquel que busca la verdad, sino que el uso de la razón es, precisamente, una de nuestras principales tareas como personas humanas que somos ... aunque es cierto que podemos hacer un mal uso de la razón, dado que hemos sido creados con libre albedrío, en cuyo caso el ejercicio incorrecto de la razón, no puede conducirnos a la verdad sino a la mentira.

Un ejemplo, al que ya hemos aludimos también anteriormente, con relación al tema que nos ocupa:

Podría ocurrir que ... puesto que Dios ha cargado con todos nuestros pecados, asumiéndolos y haciéndolos suyos, con vistas a nuestra salvación ... "algunos" llegaran a "pensar" que eso significa que todos estamos ya salvados sin más, por los méritos de Jesucristo.

Pero de hacerlo así, incurrirían en una falsedad manifiesta (se trataría de un ejercicio erróneo de la razón, más o menos culpable -Dios lo sabe- pero erróneo).

Curiosamente, esta teoría de la salvación universal está hoy muy extendida siendo, como es, una herejía ... porque no considera la respuesta amorosa del hombre, la cual es necesario que se dé ante los requerimientos amorosos de Dios hacia cada uno de nosotros. 

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Si ahondamos tan solo un poco en la expresión de san Juan cuando dice que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8), comenzamos entonces a entender "un poco" el gran Misterio de la Santísima Trinidad. Cierto que no podemos entenderlo. Ya no sería tal misterio. Pero sí podemos vislumbrar algo de lo que Dios nos ha querido decir, si usamos adecuadamente la razón, tomando como base la Palabra de Dios. Ésta es la premisa, que siempre es cierta, de todo buen razonamiento teológico.

Pensemos por un momento. Se nos dice que Dios es Amor. Pero si Dios, en sí mismo, es Amor ... ¿cómo sería posible tal Amor en el caso de que Dios fuese un Ser solitario? ... El amor verdadero siempre se da entre personas diferentes ... y fue Jesús quien nos hizo saber que en Dios hay, al menos, dos Personas, cuales son el Padre y el Hijo [luego nos hablará también de una tercera Persona, que es el Espíritu Santo]. Hay toda una infinidad de pasajes evangélicos que nos hablan de esto. Señalamos aquí unos cuantos. Por ejemplo, cuando Jesús dice:

"Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo sino el Padre; y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo" (Mt 11, 27). 

"Por eso el Padre me ama, porque Yo doy mi Vida para tomarla de nuevo. Nadie me la quita, sino que Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Este es el mandato que he recibido de mi Padre" (Jn 10, 17-18) 

El Padre y el Hijo aparecen aquí como Personas diferentes. El Padre no es el Hijo ni el Hijo es el Padre. Y eso es lo que hace posible el Amor que los une. El Padre ama al Hijo (Jn 10, 17) y el Hijo ama igualmente al Padre"Es preciso que el mundo sepa que Yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha mandado" (Jn 14, 31).

De hecho, el Padre así lo hace saber al mundo: en el bautismo de Jesús (Mt 3, 17) y en el momento de la transfiguración, cuando dice con voz alta desde la nube: "Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido, escuchadle" (Mt 17, 5).

La unidad entre Padre e Hijo es tal que son "realmente" Uno. El Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre. Son diferentes e inconfundibles como Personas. Y es por eso que pueden amarse mutua, recíproca y totalmente. Y tal es la Unión real y amorosa que existe entre Ellos, que les lleva a ser Uno (una sola naturaleza), puesto que hay un solo Dios: el Padre es Dios y el Hijo es Dios. Y es el mismo y único Dios

Pero hay más: el Amor que los une es también Único. El Amor con que el Padre ama al Hijo es el mismo Amor con que el Padre es amado por el Hijo. Y este Amor es una "realidad" tan fuerte, es tan real, que es igualmente una Persona, como lo son el Padre y el Hijo, una Persona "distinta" a la Persona del Padre y a la Persona del Hijo: es el Espíritu Santo, Espíritu que es del Padre y Espíritu que es del Hijo. Es espirado por ambos. Y es igualmente Dios, como lo son el Padre y el Hijo. Un solo Dios, una sola naturaleza divina en tres Personas distintas: He aquí el Misterio central del Cristianismo, el Misterio de la Santísima Trinidad. 

Si ahondamos en ese Misterio nos encontramos con que Aquel que dijo: "Yo soy el que soy", Aquél que es Uno: "No tendrás otro Dios más que a Mí" (Ex 20, 3), ahora, gracias a Jesucristo, se nos ha revelado como Trino en Personas, sin perder en nada su Unidad.

En Dios, su Unidad viene dada por el Amor mutuo, recíproco, completo, absoluto, entre Padre e Hijo; un Amor que lo define como Dios y que es el Espíritu Santo. Donde está el Espíritu Santo están el Padre y el Hijo; es ese Espíritu al que se refería Jesús cuando les dijo a sus discípulos: "Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero ahora no podéis comprenderlas. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, [que Él les enviará] os guiará hacia la Verdad completa, pues no hablará de Sí mismo, sino que hablará de lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará porque recibirá de lo Mío y os lo anunciará. Todas las cosas que el Padre tiene son mías. Por esto dije que recibe de lo mío y os lo anunciará" (Jn 16, 12-15). Y en otro lugar: "El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi Nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que Yo os he dicho" (Jn 14, 26).

Teniendo en cuenta todas estas cosas no podemos extrañarnos de las expresiones que usa Jesús con frecuencia, a lo largo y ancho de todos los Evangelios: 

"Yo y el Padre somos Uno" (Jn 10, 30)
"El que me ve a Mí ve al Padre" (Jn 14, 9)
"Quien me odia a Mí, odia también a mi Padre" (Jn 15, 23), etc.
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Es muy importante no hablar del Espíritu como el Espíritu de las sorpresas (¡al menos es peligroso hacerlo!) sobre todo si ello comporta que la inseguridad y la duda deben de ser las actitudes normales y propias de un cristiano. Falsedad de falsedades, si tal expresión se entiende así. Y son muchos los que así piensan. Pero no es lo que dijo Jesús: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4). Esto es palabra de Dios. Y no ha lugar a interpretaciones.

Cierto que Dios nos sorprende siempre. Y que sus pensamientos no son los nuestros (Is 55, 8). Pero hay algo seguro. Y esa seguridad no es rigidez, [¡lo diga quien lo diga!] sino una seguridad absoluta, que proviene de que nos fiamos de Jesús, como Dios verdadero que es, tal y como hacía san Pablo, cuando dijo: "Yo sé muy bien de quién me he fiado" (2 Tim 1, 12). Y Dios no nos engaña. Así decía san Juan:

"Todo espíritu que no confiese a Jesús no es de Dios" (1 Jn 4, 3a). Es más, nos sigue diciendo: "ése es el Anticristo, el cual oísteis que viene; y ahora ya está en el mundo" (1 Jn 4, 3b).

¿Por qué nos dice esto san Juan? Pues para que no haya en nosotros sombra alguna de duda ni nos dejemos llevar de cualquier viento. Y es muy rotundo en sus afirmaciones, como corresponde a quien es un buen pastor de sus ovejas y, llevado de su amor por ellas, les aconseja y les exhorta de modo tal que todas ellas sean preservadas del error. Y no se dejen engañar por el mundo o por otras voces que no son las de Dios.

"Carísimos, no creáis a cualquier espíritu, antes bien examinad [discernid, podríamos decir, haciendo uso del lenguaje actual] si los espíritus son de Dios, porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas [¡y atención, porque esto ocurría ya en el siglo I después de Cristo, en los orígenes del Cristianismo!] (1 Jn 4, 1).

Y, para que no haya lugar a equívocos, tan frecuentes en la actualidad, el apóstol san Juan nos indica con toda claridad cómo podemos saber si un espíritu es de Dios o no lo es:

"En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiese que Jesucristo vino en carne es de Dios" (1 Jn 4, 2). Y un poco más adelante dice: "Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha; quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el espíritu de la verdad [es decir, el Espíritu Santo] y el espíritu del error [o sea, el espíritu del mundo, de aquellos que tienen por padre al diablo]" (1 Jn 4, 6)

Por eso, el ecumenismo, tal y como hoy se entiende, que pretende abarcar a toda la humanidad, falseando el Mensaje de Jesucristo, es un grave peligro que acecha a los católicos. No es ecumenismo la palabra correcta a utilizar, sino que es catolicidad. Se trata de hacer regresar al redil a aquellos que se han alejado de él. Lo que no se puede hacer (y, sin embargo, se está haciendo) es considerar que todas las religiones son iguales. Y que en todas ellas se puede encontrar la salvación. Eso se contrapone con el Mensaje Evangélico. [Sobre este tema hablé ya en mi otro blog, hace más de seis años.]
Se puede ampliar muchísimo más este tema de la salvación. Coloco a continuación dos enlaces a este mismo blog, que me parece que puede ser de interés el volverlos a leer, o simplemente, leerlos, si no se han leído ya antes. Se refieren a los vídeos del papa Francisco comentados por mí. Enero 2016 y enero 2017: pinchar aquí  y aquí.

José Marti