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miércoles, 4 de mayo de 2016

El vídeo del Papa - 5 ( Mayo 2016) Las mujeres en la sociedad


Duración 1:17 minutos

Es innegable el aporte de la mujer en todas las áreas del quehacer humano ... empezando por la familia.


Pero, con solo reconocerlo, ¿es suficiente? ...


Hemos hecho muy poco por las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, despreciadas, marginadas e incluso reducidas a la esclavitud.


Debemos condenar la violencia sexual que sufren las mujeres y eliminar los obstáculos que impiden su plena inserción en la vida social, política y económica.


Si pensáis que esto es justo, manifestad esta petición conmigo ... para que en todos los países del mundo las mujeres sean honradas y respetadas y sea valorizado su imprescindible aporte social.



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Echo de menos la referencia a la Virgen María, aquella que se definió a sí misma como la "esclava del Señor" (Lc 1, 38). Ella es el prototipo de mujer, la Mujer por antonomasia. Jamás criatura humana ha llegado ni llegará jamás a alcanzar el grado de perfección de esta sencilla y, a la vez, extraordinaria mujer, el único modelo de mujer que se puede considerar, de verdad, como tal modelo. 

Este mes de mayo, dedicado a la Virgen, sería una ocasión propicia para haberse referido a ella, al menos con alguna breve alusión ... pero ni por esas.

Es sólo a partir de Jesucristo cuando las mujeres adquieren la dignidad que la sociedad antigua les negaba. No hay ninguna civilización, excepto la cristiana y, concretamente, la católica, en la que la mujer sea tratada como persona, y no como cosa u objeto de placer. Esto es un hecho histórico fácilmente constatable. 

Pero no hay que irse muy lejos en el tiempo. En la actualidad  sólo la Religión católica considera a la mujer como lo que es: una persona, con la misma dignidad del varón, aunque con diferentes funciones. Además, en esta sociedad "moderna" no se respeta a la mujer en lo más sagrado que ella -y sólo ella- tiene: su maternidad. También en esto tiene en la Virgen un modelo de Madre ejemplar.

Pensemos en cualquier tipo de religión: judía, musulmana, azteca, budista, anglicana, etc ... En ninguna de ellas la mujer es valorada por sí misma. En todas estas civilizaciones la mujer es vejada y oprimida. Esto, además, es algo inherente a esas religiones, en sí mismas. Pero nadie dice nada. En cambio, se ataca a la Religión católica.

Y es precisamente la Religión católica la única que exalta a la mujer, como ninguna otra, hasta el punto de que Jesucristo compara la unión entre un hombre y una mujer unidos en matrimonio con la unión que Él mismo tiene con su Iglesia: "Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella" (Ef 5, 25) . "Así deben también los maridos amar a sus esposas, como a su propio cuerpo. Quien ama a su esposa, a sí mismo se ama; pues nadie aborrece nunca su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, como Cristo a la Iglesia, porque somos miembros de su Cuerpo" (Ef 5, 28-30)

Ese es el secreto de la dignidad humana, tanto del hombre como de la mujer: el Amor de Jesucristo. Si Jesús me ama es que soy importante ... pero en el caso de las mujeres aún más, si cabe. No hay persona más importante en el Cielo y en todo el Universo que la Virgen María, una mujer, que no sólo fue virgen sino también Madre ... ¡y qué madre! ¿Cuál no sería su responsabilidad y su sufrimiento al saber que Jesús, en cuanto hombre, "crecía y se fortalecía" (Lc 2, 40) ... "crecía en sabiduría, en edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres" (Lc 2, 52). Y ella tenía que encargarse de su educación, junto con san José. ¿Cuántas cosas no entenderían? ... pero ahí estaban ambos, al pie del cañón ... porque ésa era la voluntad de Dios.

La Virgen María, ante conductas o expresiones de Jesús que no entendía ... porque no podía entenderlas, sin embargo, no se rebelaba sino que "conservaba todas esas cosas en su corazón" (Lc 2, 51). 

La expresión "sexo débil", refiriéndose a la mujer, es una verdadera falacia. Todos los discípulos, a excepción de Juan, abandonaron a Jesús y huyeron. En cambio, "estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Celofán, y María Magdalena" (Jn 19, 25). La fortaleza de una mujer (no me refiero a la fortaleza física) suele ser, casi siempre, mayor que la de los hombres. Son más valientes y más sufridas.

Ante la ternura que proporciona a sus hijos el amor de una madre hay que descubrirse. El varón aporta otras cosas, también muy importantes (Hablamos en términos generales). Ambos son necesarios para el buen crecimiento del hijo, que es el ser más desprotegido.

De ahí que Dios haya previsto, en su infinita sabiduría, que el matrimonio lo sea siempre entre un hombre y una mujer, que "serán dos en una sola carne" (Mt 19, 5) ... y de manera tal que "lo que Dios ha unido no pueda separarlo el hombre"(Mt 19, 6). La indisolubilidad del matrimonio es indiscutible. No existen casos, por dolorosos que sean, en los que tal unión pueda romperse. Esto no porque yo lo diga, sino porque es Palabra de Dios. Y Dios no puede equivocarse ni contradecirse ... somos nosotros los que nos equivocamos al olvidarnos de Dios y de sus preceptos ... y esto puede ocurrir también incluso cuando los que hablan representan a Jesús aquí en la Tierra. Es el caso de los sacerdotes, obispos, cardenales, etc ... No es lo deseable pero, por desgracia, es bastante frecuente.

Ese es el secreto de la felicidad; una felicidad que comienza ya en esta vida: la unión de nuestra voluntad con la voluntad de Dios, tal y como hizo nuestra Madre, la Virgen María. Sólo la vuelta a Dios nos puede liberar porque, en palabras de Jesucristo: "Todo el que comete pecado es esclavo del  pecado" (Jn 8, 34)

¿Que las mujeres sean honradas y respetadas y sea valorado su imprescindible aporte social, como dice Francisco...? Por supuesto que sí (¿quién puede ponerlo en duda?), aunque limitarse a decir esto es muy poco decir, además de ser muy genérico. Esas palabras pueden salir igualmente de la boca de cualquier político ... y ya sabemos cómo son, en general, los políticos: unos embusteros. 

Pero el Papa se dirige a los cristianos y, por lo tanto, debe de saber muy  bien que esto que dice sólo se podrá hacer realidad cuando el mundo se vuelva de nuevo a Dios, encarnado en la persona de su Hijo. Esa referencia a lo sobrenatural brilla por su ausencia en este vídeo al igual que ocurrió con los otros cuatro vídeos papales anteriores.

La unión a Dios, en Jesucristo, es la única que nos hace ver la realidad tal y como es y la que nos llevaría, ciertamente, a valorar, a honrar, a respetar y amar a todos los seres humanos, como criaturas de Dios y, de un modo especial, a las mujeres, por el papel tan importante que tienen en la sociedad, siendo el más importante y el que más las dignifica, el de la maternidad, un papel que sólo ellas pueden desempeñar, sin quitar importancia a otras funciones que también puede desempeñar, al igual que el hombre. Como se dice: "Lo cortés no quita lo valiente". 

Y lo peor de todo es que ese tesoro, que son los hijos, también se lo quieren quitar, a base de políticas  y de campañas abortivas, desprestigiando la maternidad y privándolas de las ayudas, también económicas, que necesitan. Hoy se quiere imponer "por la fuerza" el pensamiento único y destructivo de la "ideología de género" que supone, entre otras cosas, la destrucción de la familia y de la sociedad, en última instancia. 

A la vista de lo cual se me viene a la mente aquella expresión de que "el que siembra vientos, recoge tempestades"; pero hay una expresión mucho más clara, segura e inequívoca pues es la misma palabra de Dios. Y es que "lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Gal 6, 7). Pudiera parecer y eso es lo que ocurre a una mirada superficial que el Diablo está ganando la batalla. Y que Jesús está perdiendo y está siendo reducido a la nada, como Él mismo dijo cuando se dejó prender en el huerto de los olivos: "Ésta es la hora y el poder de las tinieblas" (Lc 22, 53). 

Pero esta victoria es pasajera. Atendamos a las palabras del Señor: "He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22, 12). La victoria final, que no nos quepa duda, es de Jesucristo, pues esto dice de Sí mismo, y nos lo demostró resucitando de entre los muertos: "Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin" (Ap 22, 13).  

Y sus palabras son consoladoras: "Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida" (Ap 2, 10). "Yo soy el que escudriña las entrañas y los corazones y os daré a cada uno según vuestras obras" (Ap 2, 23). "Conservad con firmeza lo que tenéis hasta que Yo venga" (Ap 2, 25).  "Quien venza no será dañado por la muerte segunda" (Ap 2, 11). "Ésta es la muerte segunda, el estanque de fuego" (Ap 20, 14). 

"El que venza será revestido con vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida; confesaré su nombre en la presencia de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias" (Ap 3, 5-6).

Ciertamente, merece la pena jugarse la vida por el Señor y fiarse de sus Palabras, pues Él es la Verdad. No quedaremos nunca defraudados. El camino es difícil, pero estando a su lado, si Él está con nosotros, y lo sabemos, con certeza, por la fe, todas las dificultades palidecen y se esfuman, se quedan en nada. 

Acabo esta entrada con estas palabras de nuestro Maestro y Señor: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed, ante todo, al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28). Si actuásemos así, conforme al Mensaje contenido en el Evangelio, "otro gallo nos cantaría", infinidad de problemas serían resueltos, no sólo el de la mujer, lo que queda claro, sino otros muchos más; porque no olvidemos que, si nos vamos a la raíz y a la causa de todos los males ésta no es otra que el pecado. Y éste sólo puede ser vencido si estamos unidos a Jesucristo y procuramos vivir su Vida en nosotros, haciendo uso de todos los medios que Él ha puesto a nuestro alcance para que esto sea posible: "Todo lo puedo en Aquél que me conforta" (Fil 4, 13)

José Martí