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sábado, 20 de febrero de 2016

Garrotazoterapia (Fray Gerundio)


Cariñoterapia


Enfado del Papa


Garrotazoterapia
El viaje papal a México ha sido agotador para el propio Francisco, aunque creo que lo ha sido infinitamente más para los que hayan intentado seguir de cerca y en directo todos sus viajes internos, papamovilidades, discursos, reconvenciones, visitas y consejos.
Creo que los Obispos mexicanos estaban deseando que acabara el viaje, después del sofoco y el acaloramiento a que les sometió el Obispo de Roma. El Padre Lombardi se va a tomar unas vacaciones en un balneario de la Toscana y el tío ese que sale en las entrevistas del avión junto a Francisco con cara de perro faldero -no tengo idea de quién es porque sólo se le ve en los viajes, bien sonriente- se va a meter a cartujo para no hablar y, sobre todo, para no escuchar.
Y es que como los lugares claves para que el viaje fuera productivo estaban en la frontera sur (albergue tradicional de la liberación) y en la frontera norte (margen y arcén del capitalismo excluyente), allá que ha ido volando el Pontífice para apoyar las diferentes situaciones con la luz del evangelio, pues para eso era el viaje.  Por eso los discursos han sido kilométricos.
Ya hay análisis de todo tipo sobre las palabras de Francisco. Unos y otros explotan el filón doctrinal de sus onomatopeyas doctrinales y de sus sintagmas pluriverbales, porque hay para todos los gustos, todas las creencias, todas las religiones y todas las sensibilidades. 
Mientras unos se fijan quisquillosamente en el testimonio de la pareja de felices-divorciados-recasados que (casualmente) mostraron ante todo el mundo su fe, a pesar de su exclusión … otros están encantados en que Francisco haya dicho en el avión que no se les puede admitir a la comunión … aunque otros estén algo mosqueados con que haya añadido  “si hay algo más, ya lo dirá el Señor” ; y otros ofendidos por la interpretación desenfadada del virus del zika. Hay para todo.
Mis novicios no se han apartado del televisor en toda la semana. Imagino cuántos conventos de monjas habrán tenido el televisor encendido para no perderse detalle de las diversas catequesis. Yo no tengo fuerzas. Menos mal que mis jóvenes me van informando, y según estén mis coronarias y mi tensión, me fijo más en lo hilarante para evitar lo indignante. O en lo indignante, que me lo tomo como hilarante para poder sobrevivir.
Me he reído mucho con el vocablo cariñoterapia, que viene a decir que el mejor método de curación para los enfermos es tratarlos con amor y con cariño. Claro que esto es lo que siempre se ha dicho, pero el término hace mucha labor publicitaria. Es un poco el descubrimiento del Mediterráneo mexicano. Pero es la pura verdad, y así lo dijo el Papa en un hospital de niños, al tiempo que los fotógrafos hacían su trabajo.
No sólo es cariño, sino que también es igualdad y fraternidad. Porque se le añade a la cariñoterapia un concepto de bendición muy al estilo:
Acá yo los bendigo a ustedes, los médicos los bendicen a ustedes cada vez que los curan, las enfermeras, todo, todo el personal que trabaja los bendicen a ustedes los chicos, pero ustedes también tienen que aprender a bendecirlos a ellos y a pedirle a Jesús que los cuide, porque ellos los cuidan a ustedes.
Aquí todo el mundo bendice, como si fuera un concurso a ver quién bendice más. Me ha recordado las imágenes de Pío XII bendiciendo a los fieles. Aquí no. Aquí bendice el Papa, los médicos, las enfermeras, la mujer de la limpieza y el portero.
Pero casi me da un ataque de risa cuando he visto la escena del atropello del Papa entre la muchedumbre. No me extraña que, en medio de la multitud, haya gente que -apasionadamente y llena de amor por el líder- empuje y pisotee. Suele pasar. Lo que ocurre es que si el líder se vuelca en dar manos, besuqueos, palmaditas en la cabeza y cercanías varias, siempre sale algún excedido que se pasa un poco. No vaya a ser que desperdicie la oportunidad histórica y se largue el Papa sin haberle dado la mano o haberse hecho un selfie de esos que se hacen ahora todos. Los mexicanos son amorosos, cariñosos y entusiastas.
Lo malo es que la reacción de Francisco ha sido agria y de pepinillo en vinagre. Con acusación de egoismo incluida. Y no ha dado tiempo a retirar las cámaras. Ni a que Lombardi pueda proporcionarnos una explicación adecuada. Como me hubiera pasado a mí, Francisco se ha enfadado. Hace poco decía que el único que acusa es el diablo, pero que Dios nunca acusa, sino que perdona. Pues no sé.
A mí me parece que este es el otro método paliativo-curativo que nadie se ha atrevido a calificar, pero que yo creo que es una terapia alternativa increíblemente poderosa para ciertos casos: la garrotazoterapia. Si yo fuera un poco más joven iría ahora mismo a patentar el término y pediría a mis novicios que me abrieran un portal de esos que se llame garrotazoterapia.com para ir haciendo un seguimiento anual. Garrotazos en caso de pura necesidad, claro. Y no sólo como método curativo, sino también como método punitivo y anti-misericordino. Sería un exitazo.
Yo no he escuchado que se haya pedido perdón al pobre mejicanito. Me imagino cómo se habrá vuelto a casa el pobrecillo. Se va a acordar, hasta el fin de sus días, de la mirada del Papa -entre airada y colérica- y, sobre todo, de sus palabras: ¡¡No seas egoísta!! No creo que haya podido todavía conciliar el sueño el pobre. Ni creo que luego lo llamara Francisco a que comiera con él y con los indígenas en la misma mesa y con las mismas oraciones mayas.
Me está dando la nariz que este mejicano era un tradicionalista. Porque todo encaja.
Fray Gerundio