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miércoles, 26 de octubre de 2016

Francisco y “San” Martín Lutero: Perfectamente juntos (Christopher Ferrara)




Nuestra serie sobre la fuente de errores que es el papa Francisco continúa con su actuación frente a la audiencia de “peregrinos” luteranos de Alemania en el Vaticano, el 13 de octubre. En esa fecha se conmemoraba el 99° aniversario del milagro del sol en Fátima; pero Francisco, supuesto devoto de la Santísima Virgen y cuyo pontificado consagró a Nuestra Señora de Fátima (lo que justifica mi optimismo inicial respecto a su desastroso pontificado) ignoró la ocasión completamente. En cambio, dedicó el día a la celebración de la memoria de Martín Lutero en la sala de audiencias Pablo VI.

Una estatua del archi-hereje compartió el escenario con Francisco durante el evento, en el cual dos ministros luteranos, uno de ellos luciendo un aro en la oreja, colocaron en sus manos una enorme copia ceremonial de Las 95 Tesis, considerada comúnmente punto de referencia del comienzo de la Reforma. Uno de los ministros citó a Lutero con el deseo de que su obra sea entregada a quienes nunca la habían leído. Ni en sus sueños más extraños imaginó Lutero que uno de los receptores sería un Papa, aceptándola.

Francisco pasó la mayor parte de la audiencia luciendo dos bufandas, una amarilla, la otra azul, atadas para simbolizar la “unidad” entre luteranos y católicos ortodoxos, cosa que sólo existe en su imaginación. O quizás Francisco tuvo en mente la unidad que sí existe entre los luteranos y la mayoría católica liberalizada, la que efectivamente se tornó protestante en gran medida gracias a la dañina novedad del “ecumenismo”. Hoy somos testigos de lo que Pío XI temía cuando condenó y prohibió la participación católica en el “movimiento ecuménico” que se había originado en sectas protestantes:

¿Acaso no es justo -suele repetirse- y no es hasta conforme con el deber, que cuantos invocan el nombre de Cristo se abstengan de mutuas recriminaciones y se unan por fin un día con vínculos de mutua caridad? ¿Y quién se atreverá a decir que ama a Jesucristo, sino procura con todas sus fuerzas realizar los deseos que Él manifestó al rogar a su Padre que sus discípulos fuesen una sola cosa? …

Este proyecto es promovido tan activamente y en tantos lugares para ganarse la adhesión de un gran número de ciudadanos; e incluso toma posesión de las mentes de muchos católicos y los seduce con la esperanza de conseguir esa unión que resultaría de agrado a la Santa Madre Iglesia que, ciertamente, no desea más que recuperar a sus hijos errantes y conducirlos de nuevo hacia su vientre. Pero en realidad bajo esas palabras y adulaciones seductoras yace un gravísimo error, por el cual las bases de la fe católica son destruidas completamente.

Ahora, un Papa hiper-ecuménico se compromete personalmente en destruir las bases de la fe católica precisamente en nombre del ecumenismo, bombardeando a la Iglesia con arrogantes afirmaciones tolerantes, frecuentemente presentadas con desdén y un tono de indignante irritación hacia los católicos ortodoxos que difieren con las trivialidades que él considera auténtica espiritualidad católica para agradar a las masas.


Satisfaciendo su habitual balbuceo herético en respuesta a las preguntas presentadas por miembros de la audiencia luterana (las siguientes son traducciones mías, tomadas directamente del video) Francisco declaró que los católicos y luteranos pertenecen “al cuerpo de Cristo”. Sin embargo, Francisco contradijo una vez más la enseñanza de sus predecesores respecto a los miembros del Cuerpo Místico.

Tal como afirmó solemnemente el venerable Pío XII, en conformidad con toda la tradición:

“En verdad, sólo estarán incluidos como miembros de la Iglesia quienes han sido bautizados y profesan la verdadera fe, y quienes no hayan sido desafortunados en separarse de la unidad del Cuerpo, o hayan sido excluidos por una autoridad legítima por faltas graves cometidas. “Por un mismo espíritu” dice el Apóstol, “fuimos bautizados en un solo cuerpo, judíos o gentiles, esclavos o libres.” Por lo tanto en la verdadera comunidad cristiana hay un solo Cuerpo, un Espíritu, Un Señor, y un Bautismo, para que haya una sola fe”.

Pío XI, mientras condenaba el “movimiento ecuménico,” también insistió:

“Dado que el Cuerpo Místico de Cristo, esto es, su Iglesia, a semejanza de su cuerpo físico, es uno, compacto y unido, sería necedad y absurdo el decir que puede estar compuesto por miembros desunidos y separados: quienquiera, pues, que no esté unido a él no es miembro suyo, ni está unido a la cabeza, que es Cristo”.

Pero la enseñanza de sus predecesores no tiene importancia para Francisco, quien se revela diciendo cosas que son “insensatas y fuera de lugar” mientras el mundo aplaude su “humilde revolución”. Luego de su palabrerío, Francisco encaró una pregunta respecto a una región de Alemania donde un ochenta por ciento de la población no profesa ninguna religión:

“¿Qué hacer para convencer a los que no tienen fe? ¡Escucha! La última cosa que tienes que hacer es ‘decir’: tú debes vivir como cristiano elegido, perdonado y en camino. No es lícito convencer de tu fe. El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico [aplausos].

Por el contrario, debes dar testimonio de tu vida cristiana—el testimonio de lo que nace del corazón, ellos pueden ver el corazón. Y de esta inquietud surge la pregunta: “¿Por qué este hombre o esta mujer vive de esta manera?” Y esto preparará la tierra para que el Espíritu Santo, quien trabaja en los corazones, haga lo que tiene que hacer. ¡Él debe hablar, no tú!”


No puede ser más claro: Francisco insiste en que está mal decir lo que sea para convencer a otros de la propia fe. Según él, uno simplemente debe vivir como cristiano mientras Dios es el que habla, como una especie de iluminación interior, en las personas que, supuestamente, serán conducidas a la conversión simplemente por observar una vida cristiana. Francisco no habla del proselitismo en el “sentido negativo” surgido de la fábrica de excusas de los neo-católicos, sino del propio acto de persuadir a la gente de la verdad de la religión católica. Tampoco necesitan Jimmy Akin [apologista católico que trabaja en Catholic Answers] y otros artesanos neocatólicos del encubrimiento, perder tiempo con la triquiñuela de la “mala traducción”. Las palabras exactas del Papa en italiano son las siguientes: “Non é lecito [coorecto o lícito] convincere della tua fede. Il proselitismo [énfasis suyo] é il velleno [veneno] piu forte contro il cammino ecumenico.”

[...] De todas formas, generalmente las personas que los católicos encuentran fuera de sus casas y parroquias no tienen idea de que los católicos “viven de esta manera” a menos que les hablen sobre su fe y lo que esto significa en su forma de vida. Es precisamente el testigo verbal de la fe el que puede mover corazones y guiar almas a la conversión por la gracia de Dios. Si no, los católicos no son más que invisibles en la inmensa multitud de la sociedad civil contemporánea. El cliché liberal que Francisco suelta constantemente es meramente una receta para el silenciamiento total de la Iglesia Militante, cosa que, de hecho, es el resultado mismo del “ecumenismo” y de la “apertura conciliar al mundo” en general.

Peor aún, respecto a su imaginario testigo silencioso cristiano, Francisco no hizo distinción entre los católicos ortodoxos, que siguen todas las enseñanzas de Jesucristo, y los luteranos, que seleccionan y eligen del Evangelio dado que practican la anticoncepción, el divorcio y hasta el aborto, simulan ordenar mujeres y homosexuales como “sacerdotes” y “obispos”, y consienten el “matrimonio” diabólico entre personas del mismo sexo. Francisco quiere que creamos que el Espíritu Santo inspira la conversión en base al “testimonio” de personas que pisotean el Evangelio y que hasta Lutero denunciaría como malditos herejes.

Hasta acá llegó el mandato divino: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado.” Y hasta aquí llegó el ejemplo del primer Papa que, siguiendo dicho mandato, declaró frente a una multitud de potenciales conversos judíos:

“Arrepentíos, dijo, y bautizaos cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Pues para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, cuantos llamare el Señor Dios nuestro.” Con otras muchas palabras dio testimonio, y los exhortaba diciendo: “Salvaos de esta generación perversa”. (Hechos 2:38-40)”.

Cometiendo una más de sus innumerables meteduras de pata, luego Francisco atribuyó a la “teología medieval” el dicho “la Iglesia se está reformando siempre” o “debe ser siempre reformada”, del latín ecclesia semper reformanda est. Este eslogan protestante, que se originó probablemente en el 1600, es atribuido erróneamente a San Agustín (que además no era medieval) y se hizo popular por primera vez gracias al ecléctico teólogo protestante Karl Barth después de la segunda guerra mundial.

Este error fue secundado con la absurda afirmación: “los mayores reformadores de las iglesias, nuestras iglesias, son los santos: los que siguen la palabra del Señor y la ponen en práctica… Tanto en la Iglesia luterana como en la católica hay personas de este tipo: con corazón santo, que siguen el Evangelio. Éstos son los que reforman la Iglesia.”

En el Evangelio según Francisco, el máximo ecumenista católico, no hay diferencias cruciales entre los luteranos y los católicos. Todos somos cristianos. Todos seguimos el Evangelio, incluyendo quienes piensan que el Evangelio permite el divorcio, la anticoncepción, la sodomía y el aborto en situaciones “difíciles”. Para Francisco, la herejía total y la inmoralidad promovidas por la descendencia de Lutero, incluyendo a la mujer “obispo” que Francisco recibió afectuosamente, son irrelevantes. Los católicos tienen sus santos y los luteranos los suyos, incluyendo al maníaco degenerado que fundó su religión hecha por hombres, cuya estatua Francisco dignificó con su presencia junto a ella.

Lejos está de la mente de Francisco la realidad de que no existe “iglesia luterana” y jamás ha existido. Tampoco parece notar que el mismo luteranismo está fracturado en numerosas sectas opositoras cuyas doctrinas corruptas más o menos rechazan la enseñanza dogmática inmutable de la Iglesia Católica en numerosos asuntos así como los preceptos de la ley natural escritos incluso en los corazones de los paganos sin fe, sin mencionar los de quienes profesan ser cristianos.

La actuación de Francisco el 13 de octubre negó efectivamente la necesidad salvífica de la Iglesia, una negación temática de todo su pontificado. Su hiper-ecumenismo, del cual el espectáculo del 13 de octubre fue su demostración más reciente, también niega efectivamente la función del oficio petrino como sine qua non de la unidad cristiana.

Sin embargo, el púlpito del matón papal es un vehículo más que adecuado para promover mundialmente el Bergoglianismo, una religión que los luteranos encuentran totalmente agradable, tal como demostró el aplauso entusiasta en la sala de audiencias. Y Francisco confirmará su entusiasmo cuando viaje a Suecia a fin de mes para conmemorar el comienzo de la rebelión protestante y participe en una liturgia conjunta con laicos luteranos disfrazados de clérigos, confirmándolos así en sus abominables errores, ninguno de los cuales preocupa en absoluto a Francisco.

Pero como infaliblemente Dios extrae bien del mal, lo más horrendo de este pontificado logra despertar finalmente a los fieles ante los peligros del positivismo papal, recordándoles que la fe es objetivamente verdadera, no verdadera porque lo diga el Papa, y que es totalmente posible que los hechos de un Papa contradigan esta verdad objetiva.

Entonces, por ejemplo, el día después de la audiencia del 13 de octubre, Jeffrey Mirus [presidente de Catholic Culture] escribió:

“Los lectores y escritores de CatholicCulture.org, si bien a veces pueden equivocarse, no son idiotas. Es falso pretender que cuando el papa Francisco dice algo que es percibido como nuevo, diferente e inquietante, en verdad [énfasis suyo] quiere decir siempre lo que la Iglesia enseñó previamente. A esta altura, hasta los alumnos más brutos saben que no es cierto. Cuando el armario del emperador está vacío, a nadie ayuda pretender que él va bien vestido—a menos que nos resulte mejor dudar de nuestra cordura”.

No, no estamos dementes. Lo demente es este pontificado. Tal como observó Antonio Socci luego de la fiesta de Francisco por amor a Lutero: “Bergoglio, en lugar de honrar a Nuestra Señora, honró a Martín Lutero, participando en una audiencia (en el Vaticano) donde se exhibió una estatua del alemán heresiarca y cismático, como si fuera uno de los santos. ¡Es más, Bergoglio es el Papa que por primera vez en dos mil años deseó la profanación de los sacramentos! … ¿Qué más hace falta para que los ingenuos abran los ojos?”

Sólo Dios sabe por cuánto tiempo más estará la Iglesia afligida por este Papa desgraciado. Pero por fin los ojos se están abriendo. Y al menos podemos dar gracias por ello mientras esperamos y rezamos para que la Iglesia se vea librada de Francisco y de todas sus obras.

Christopher A. Ferrara