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sábado, 14 de noviembre de 2015

La invasión de los moros (Monseñor Lefebre, en 1989)


Con relación al ataque a Francia: Unas palabras proféticas de Monseñor Lefébre, pronunciadas hace 26 años.



Luchar contra la homosexualidad no es injuriar al homosexual


Incorporo a este blog un nuevo vídeo de Eulogio López, el director de Hispanidad.

Duración 1:43 minutos

Discurso de Clausura del Sínodo - 3 (Análisis crítico)



Continúa el papa Francisco en su discurso de Clausura del Sínodo, diciendo :

- Seguramente no significa que se hayan encontrado soluciones exhaustivas a todas las dificultades y dudas que desafían y amenazan a la familia, sino que se han puesto dichas dificultades y dudas a la luz de la fe [¡Me gustaría creer que eso es así!], se han examinado atentamente, se han afrontado sin miedo y sin esconder la cabeza bajo tierra.

- Significa haber instado a todos a comprender la importancia de la Institución de la familia y del matrimonio entre un hombre y una mujer, fundado sobre la unidad y la indisolubilidad, y apreciarla como la base fundamental de la sociedad y de la vida humana.


[¡Este párrafo es perfecto! Lo suscribo desde el principio hasta el final. ¡Qué pena que no se haya insistido en él lo suficiente y que se haya quedado reducido a algo ya sabido!]

- Significa haber escuchado y hecho escuchar las voces de las familias y de los pastores de la Iglesia que han venido a Roma de todas partes del mundo trayendo sobre sus hombros las cargas y las esperanzas, la riqueza y los desafíos de las familias.

- Significa haber dado prueba de la vivacidad de la Iglesia Católica, que no tiene miedo de sacudir las conciencias anestesiadas o de ensuciarse las manos discutiendo animadamente y con franqueza sobre la familia.

[ ¿Qué quiere decir el santo Padre, exactamente, con eso de "no tener miedo de ensuciarse las manos"? A mi entender es una expresión desafortunada, pues puede dar lugar a interpretaciones diferentes, según sea quien lo escuche.]

- Significa haber tratado de ver y leer la realidad o, mejor dicho, las realidades de hoy con los ojos de Dios, para encender e iluminar con la llama de la fe los corazones de los hombres, en un momento histórico de desaliento y de crisis social, económica, moral y de predominio de la negatividad.

[¡Efectivamente, de eso se trata, de iluminar el corazón de los hombres con la fe! ... teniendo en cuenta que es, precisamente, la fe la que vence al mundo ... pero no olvidando que los pensamientos de Dios y los nuestros raramente coinciden.  Es preciso abrirse a lo sobrenatural, a la confianza en Dios, aunque esta idea, a mi modo de entender, no aparece aquí con suficiente claridad]

- Significa haber dado testimonio a todos de que el Evangelio sigue siendo para la Iglesia una fuente viva de eterna novedad contra quien quiere «adoctrinarlo» en piedras muertas para lanzarlas contra los demás

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Bueno, que el Evangelio sigue siendo una fuente viva de eterna novedad es verdad y, además, no puede ni debe ser de otra manera, puesto que las palabras del Señor son Espíritu y Vida (Jn 6, 63). Lo que no acabo de entender es lo que añade el santo Padre a continuación, cuando habla de "adoctrinar", de "piedras muertas" y de "lanzarlas contra los demás". Veamos:

- El Evangelio es doctrina. Es doctrina de vida y no de muerte y de condena, pero es doctrina: la doctrina y la vida cristiana van siempre de la mano. Se sobreentiende y está en la mente de todos (¡o debería de estarlo!) que estamos hablando de la doctrina de Jesucristo ... y no de cualquier "doctrina" inventada, aunque el inventor sea alguno o algunos de los cardenales de alto renombre. Sigue siendo cierto que  "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8). Y sigue siendo verdad lo que les decía el apóstol san Pablo a los gálatas: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8).

Si se refiere el santo Padre a aquellos que pretenden mantener la doctrina intacta tal y como la han recibido, a aquellos que son fieles a la Tradición de la Iglesia de veinte siglos, a aquellos que cumplen con la exhortación que san Pablo daba a Timoteo: "Timoteo, guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 6, 20-21) ... 

... Si eso es así (¡y es lo que parece!) benditas sean esas personas, por su valentía al "adoctrinar"; bendito "adoctrinamiento" que sólo persigue la fidelidad al mandato recibido de Jesucristo. 

La doctrina cristiana es doctrina. Y enseñar esta doctrina es cumplir el mandato de Jesús, quien -después de resucitar- les dijo a sus discípulos: "Id y enseñad a todas las gentes (...) enseñándoles a guardar TODO lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19-20). Escribo la palabra "todo" con mayúsculas porque el Mensaje de Jesús debe de ser predicado íntegramente. No hacerlo así y predicar tan solo una parte de él -aquello que la gente entiende- sería un engaño y una traición que harían imposible el verdadero conocimiento de Jesús.

Si cumplir con esta misión de evangelizar a las gentes es adoctrinar ... entonces bendito adoctrinamiento, pues conduce a la gente a Jesucristo.  

Sin embargo, todos sabemos que el significado de la palabra adoctrinar tiene una connotación negativa, de falta de respeto hacia la libertad de la persona a la que se le desea transmitir el Mensaje de Jesús. ¿A quiénes se refiere el santo Padre cuando dice que adoctrinan? No queda lo suficientemente claro, la verdad ... aunque, por eliminación, podemos descubrirlo. Sólo que entonces se llega a la conclusión de que quienes adoctrinan -según el Papa- serían los que se mantienen fieles a la Tradición, aquellos a los que llamó, en otro contexto, nada menos que fundamentalistas cristianos ... Y en eso, como ya se ha demostrado en este blog, está completamente equivocado.

Tanto los apóstoles como aquellos de sus sucesores (sacerdotes, obispos y Papas) que se han mantenido fieles a las palabras de Jesucristo y a la Tradición de la Iglesia de veinte siglos han sido sumamente respetuosos con la libertad de las personas, del modo y manera en que lo hizo Jesús, quien apelaba siempre a la libertad cuando se dirigía a la gente: "Si alguno quiere venir en pos de Mí ..." (Mt 16, 24). Jesús propone, se ofrece a Sí mismo, pero nunca impone su Amor ... Y si actuar así, como actuaba Jesús, eso es adoctrinar, pues entonces "adoctrinemos". Al fin y al cabo "no está el discípulo por encima de su maestro" (Mt 10, 24). "Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15, 20b)

[¡Muchos fueron los cristianos martirizados por ello, en su día. Y a día de hoy se ha recrudecido esta persecución a los fieles cristianos en casi toda los lugares de la tierra ... de manera cruenta o incruenta, pero persecución real que no tien otro explicación que el odio, un odio que va más allá de lo puramente natural y que es auténticamente diabólico! ... se reconozca o no se reconozca, pero es así. Al fin y al cabo, el diablo es el príncipe de este mundo, en palabras del mismo Jesús (Jn 16, 11)] 

El santo Padre contrapone la eterna novedad del Evangelio (y en esto dice verdad) al adoctrinamiento (y en esto no es claro, pues no define lo que entiende por tal). Pudiera parecer que enseñar el Mensaje recibido, íntegramente, es adoctrinamiento ... lo cual es un error. En el adoctrinamiento, la persona que recibe la enseñanza está siendo obligada, coaccionada ... le está prohibido pensar. Pero esto no es lo que ocurre cuando se transmite a otros la Palabra de Dios, la cual es aceptada en libertad y jamás se impone; es una palabra que enriquece y que libera. Las palabras de Jesús son la vida del cristiano: "Mis palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63).
El que evangeliza enseña la Palabra de Jesús a la gente¡Y no tiene por qué darse esa contraposición a la que el Papa alude, pues enseñar no es adoctrinar!. 

- Habla también el papa Francisco de "piedras" muertas ... Bueno, con respecto a la palabra piedra, hay que decir que Jesucristo es la "piedra que desecharon los arquitectos y que se ha convertido en piedra angular" (1 Pet 2, 7) y es, además, "piedra de tropiezo y roca de escándalo" (1 Pet 2, 8). Y si queremos imitarlo también nosotros debemos de ser piedras. La idea de piedra no es, en sí misma, algo negativo. Jesús la usa con un significado de inamovible. Algo fijo y fuerte, sobre lo que se puede edificar: "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18)

Jesucristo mismo es piedra; y, además, piedra de escándalo (1 Pet 2, 8). Esto nos lleva, de nuevo, a la idea de la cruz, una idea que es insorportable a los oídos del mundo. El mensaje de la cruz siempre ha sido motivo de escándalo. Lo fue entonces y lo sigue siendo ahora. Pero no hay de qué atemorizarse. Al menos, san Pablo no es de los que se arredran, y así dice: "Nunca me precié de saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (1 Cor 2, 2) "escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1 Cor 1, 23-24).

Bien es cierto que el santo Padre habla de "piedras muertas". Y Jesucristo no era una piedra muerta: así se puede leer en la primera carta del apóstol san Pedro cuando, refiriéndose al Señor Jesús, dice: "Acercaos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios" (1 Pt 2, 4). Pero, atentos: si los apóstoles actúan como Él actuó no 
son piedras muertas sino piedras vivas, como su Maestro : "También vosotros -como piedras vivas- sois edificados como edificio espiritual para un sacerdocio santo, con el fin de ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pet 2, 5).

En fin, a modo de conclusión y para clarificar ideas sobre la doctrina cristiana, podemos afirmar lo siguiente:

(1) El Evangelio posee una eterna novedad. Es válido para todos los tiempos y lugares, manteniéndose siempre el mismo y siempre nuevo.

(2) Esta novedad del Evangelio va unida a la Doctrina auténtica predicada por Jesucristo y transmitida fielmente por los Apóstoles y la Tradición de la Iglesia de siempre.

(3) La Doctrina ha de ser firme e inconmovible. No se pueden tergiversar las palabras de Jesús ni nada de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras. De ahí la semejanza de la Doctrina con la piedra y la roca: firmeza.

(4) Impartir Doctrina no es adoctrinar sino enseñar. Se mantiene la idea de piedra, que da seguridad, en cuanto que lo que es verdad no se puede modificar. Es inalterable. Y la palabra de Dios es Verdad.

(5) La Doctrina cristiana, que se identifica con Jesús, es piedra viva, piedra angular, escogida y preciosa. Por eso las palabras de Jesús, aun manteniéndose iguales e invariables, como la roca o la piedra, siempre nos dicen algo nuevo.

(6) La novedad del Evangelio supone una profundización en el mismo, pero nunca un cambio del Evangelio de Cristo por otro Evangelio diferente.

(7) La piedra del Evangelio, que es la palabra de Cristo, y que es piedra viva, posee tal importancia que "quien crea en ella, no será confundido" (1 Pet 2, 6c). En cambio, "es piedra de tropiezo y roca de escándalo para los que no creen en ella" (1 Pet 2, 8)

(8) Los apóstoles y sus sucesores, al igual que Jesús, tienen que ser también piedras vivas (1 Pet 2, 4) ... ¡vivas, pero sin dejar de ser piedras! 
Decir que la palabra de Dios es viva significa, entre otras cosas, que no está estancada en el pasado, sino que se desarrolla y crece. Y de ese modo se perfecciona el conocimiento que tenemos de esa Palabra, pero nunca hasta el extremo de llegar a negar la esencia de dicha Palabra, la cual no cambia nunca, puesto que es Palabra de Dios. Lo que cambia es el conocimiento que podamos tener acerca de ella, el cual se transforma en un falso conocimiento cuando se adultera esa Palabra y se le quiere hacer decir a Dios, manifestado en Jesucristo, algo que Él nunca ha dicho.

Así pues: ni el Evangelio (lógicamente) ni los sucesores de los apóstoles (entendiendo por tales
aquellos que son fieles al Evangelio), son piedras muertas que se lanzan contra los demás para adoctrinarlos, como dice el santo Padre, sino que son -ambos- piedras vivas: Cristo siempre lo es, por supuesto; y sus apóstoles, los sacerdotes, también lo son  ..., siempre y cuando su predicación se haga conforme a la Verdad de Cristo, del modo y manera en que lo hizo san Pablo. 

Y claro está: debido al escándalo de la Cruz estas piedras vivas (tanto Jesucristo como sus verdaderos discípulos, los que le son fieles) no serán bien acogidas por todos, de modo que actuarán como Vida y salvación para los que creen, pero también como Muerte y condenación para quienes no creen (1 Pet 2, 6-8). 

Lo que acabo de escribir no es nada que yo me haya inventado, sino que es palabra de Dios: un Dios que es Clemente y Misericordioso ... pero que es, igualmente, Justo ... En Él Misericordia y Justicia se confunden, son la misma cosa. Este asunto se ha desarrollado en otras entradas de este blog (por ejemplo aquí y aquí), por lo que -de momento- no insistiremos en él.

(Continuará)