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jueves, 17 de septiembre de 2015

Buenos Aires desemboca en el Tíber, pasando por el Rhin (Fray Gerundio)


Ya está claro. La publicación de la lista de participantes en el inminente Sínodo, junto a las decisiones y posiciones (posicionamientos, se dice ahora) de las últimas semanas, deja bien clarito cuáles son las posturas y los intereses que se mueven bajo el subsuelo pontifical. Se me ocurre que esto es como una receta de cocina para hacer un emparedado: el matrimonio asado y carbonizado a fuego-express y previamente adobado para que todo salga bien. O sea, mal.


¿Que hay una línea de Obispos que ya el pasado año protestaron y votaron en contra de ciertos planteamientos? ..., pues el Papa, por voluntad propia, decide que aun así los dichos planteamientos irán al Sínodo Final.

¿Que hay un buen número de Obispos que se niegan a claudicar ante las proposiciones kasperitas? ..., pues
se elige cuidadosamente a los participantes.

¿Que entre los participantes obligados hay algunos que pueden salir por peteneras y negarse a firmar cualquier disparate? ..., pues
se llama a nuevos participantes, nepotes de nuevo cuño, para contrarestar a los carcas.

¿Que hay dificultad para conseguir ciertas conclusiones? ..., pues
se motuproprian unas semanas antes algunas conclusiones, que embarren el tema y que preparen la barbacoa final.

¿Que el Sínodo es una asamblea que demuestra que en la Iglesia hay colegialidad y todo eso? ..., pues
se aparenta colegialidad al tiempo que se implanta la dictadura del real decreto.

El caso es que
el Sínodo ya está en la calle, en los bares y en las revistas. Ya están decididas las conclusiones en el imaginario colectivo. Y ya se canta la victoria final antes de su celebración. Las televisiones que tanto aclaman al papa Francisco, ya entonan cánticos de alabanza: Saúl mató a mil y David a diez mil, decía el texto del libro de los Reyes. 

Si en los años anteriores se popularizaron las anulaciones, ahora se requetepopularizan, se repentinizan y se hacen gratuitas. Se expressan. Se hacen express.

Y además, el Obispo mismo discierne sobre ellas. Bastará irse a Buenos Aires, a Chicago, a Munich, a Tegucigalpa o a Madrid, para que los Prelados más conocidos por su misericordia pastoral, concedan de inmediato el portazo sentimental al sacramento que se recibió cuando los dos anulantes (antes contrayentes) se querían, y no habían tenido que empezar a soportarse. Hasta que cualquier cosilla nos separe.

Creo que este es el resultado de los nuevos sistemas de organización, comunicación, manipulación y presión. Por eso, si en el Conclio Vaticano II el Rhin desembocaba en el Tiber, según el título del conocido y sustancioso libro [este libro puede verse y guardarse, si se quiere, para leerlo con tranquilidad, haciendo clic aquí] ahora es Buenos Aires el que, pasando por el Rhin y recogiendo por allí a todo el kasperitado, desemboca en el Tíber. 

Y el que se mueva, no sale en la foto. A Burke ni mentarlo, para que ni se le ocurra aparecer por el Sínodo. No sé si le mandarán a bendecir un palomar en Calcuta. Y a Schneider le han puesto a vender palomitas de maiz en Tokio. Y a Caffarra (que sí asiste al bendito Sínodo) le han puesto un guardia suizo de vigilante, para darle con la pica si intenta abrir la boca. Lo mismo que en otros tiempos hicieron con el micrófono del cardenal Ottaviani, aunque ahora es mucho más fácil con los nuevos sistemasY es precisamente con los nuevos sistemas como se conseguirá el efecto deseado

Se mantendrá la “doctrina” oficial, mientras se dará carta de naturaleza a la misericordia pastoral (algo también muy del Rhin), mediante la cual, cualquier director espiritual bien formado, misericordioso, comprensivo y que nunca en su vida haya estudiado a Santo Tomás de Aquino (porque en caso contrario no estaría bien formado), pueda dirimir que se pueda acercar a la comunión un divorciado, un trans, un tal y un cual. Porque ya se dijo en su día en Santa Marta que la comunión no es un premio. Venid a Mí los que estais amancebados, que Yo os aliviaré, según reza la nueva lectura del evangelio.

Sólo les faltaría entonar el
No nos moverán o el No pasarán, ante las cámaras de televisión para que todo encaje perfectamente con un monólogo de izquierdas. Porque esto va a ser precisamente eso: un monólogo de izquierdas.