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sábado, 27 de junio de 2015

LAS TRES CAMPANADAS (7 de 9): 3ª CAMPANADA (2 de 4)


Hay que vibrar, hijos míos, hay que vibrar, porque rendiremos cuenta del tiempo inútilmente gastado. Para nosotros, el tiempo es gloria de Dios (...) es ocasión irrepetible de sembrar Doctrina.


(...) Se escucha como un colosal non serviam! (Jer 2, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (1 Jn 2, 16)  [Todo lo que hay en el mundo -la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la arrogancia de los bienes terrenos- no procede del Padre, sino del mundo] son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales.


No cargo las tintas, hijos míos, ni tengo gusto en dibujar malaventuras: basta abrir los ojos y, eso sí, no acostumbrarse al error y al pecado. Un lamentable modo de acostumbrarse ha ocasionado la petulacia de algunos eclesiásticos que -posiblemente para encubrir su esterilidad apostólica- llamaban signos de los tiempos a lo que, a veces, no era más que el fruto, en dimensiones universales, de esas concupiscencias personales


Con ese recurso, en lugar de imponerse el esfuerzo de averiguar la causa de los males para ofrecer el remedio más oportuno y luchar, prefieren claudicar estúpidamente: los signos de los tiempos componen la tapadera de este vergonzoso conformismo.



LUCHA Y PEQUEÑOS DETALLES

¿Qué remedios emplearemos nosotros cuando abunda tanta facilidad para desvariar? Hijos míos, inactivos no vamos a quedarnos. Equivaldría a desertar.

(...) Hay que pelear y resistir (...) ir contra la corriente (...) atribuyendo mucha importancia aun a lo más insignificante, en el ejercicio cotidiano de las virtudes. No existe nada de poca categoría (...). No os fiéis de vosotros mismos, aunque pasen los años. Mirad que lo que mancha a un chiquillo mancha también a un viejo. Velad, para atajar con prontitud el menor síntoma de flojera en la lucha. Así no nos dejaremos dominar por una mentalidad y una norma de conducta ajenas a las enseñanzas de Jesucristo. 

Todo tiene su trascendencia. (,..) Si uno se desliza por pequeños abandonos, acaba perdiendo el camino y la fe. (...) No condescendais. [Aquí cita a San Pedro: El diablo, como un león rugiente, ronda buscando a quién devorar (1 Pet 5, 8)] ... y espera que hagáis la más minima concesión , para dar el asalto al alma: a la entereza de vuestra fe, a la delicadeza de vuestra pureza, al desprendimiento de vosotros mismos y de los bienes terrenales, al amor de las cosas pequeñas.

OBJETIVIDAD 

El mal viene, en general, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen como una fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan (...) profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, (...) activistas políticos

Hijos, duele, pero me he de preocupar, con estos campanazos, de despertar las conciencias, para que no os coja durmiendo esta marea de hipocresía. El cinismo intenta, con desfachatez, justificar -e incluso alabar- como manifestación de autenticidad, la apostasía y las defecciones. (...) Me sobran datos bien concretos para documentar que no exagero: desgraciadamente no me refiero a casos aislados.

[Si lo que san José María decía hace cuarenta años era cierto, ¿qué no diría ahora cuando la apostasía está abarcando prácticamente a todo el mundo y se alaban y se consideran como normales, el asesinato a niños aún no nacidos (aborto) así como la homosexualidad, como una opción válida y elevada a la categoría de "matrimonio"?]

RESPUESTA CRISTIANA

A este descaro corruptor, hemos de responder exigiéndonos más en nuestra conducta personal y sembrando audazmente la buena Doctrina (...). Que nadie nos gane en diligencia: es la hora de una movilización general, de esfuerzos sobrenaturales y humanos, al servicio de la fe (...) Saber estas cosas y lamentarse no bastaría: debemos esparcir la buena semilla a manos llenas y con constancia, de palabra y por escrito. Pero, sobre todo, con nuestro comportamiento: que se note que reverenciamos la fe y amamos fielmente a Jesucristo y a su santa Iglesia.

(...) Que ninguno me venga con remilgos y distingos, en estos momentos en que se requiere una firme entereza doctrinal. Abominemos de ese cómodo irenismo de algunos (...). De estas posturas falaces de ciertos eclesiásticos, que traicionan su vocación, brota como resultado, la frívola componenda, la doctrina desvaída, el alejamiento del pueblo de sus pastores, la pérdida de autoridad moral y la entrada en el ámbito de la Iglesia de facciones partidistas. En el fondo, todo se reduce a que han caído en las redes de la dialéctica propia de una filosofía opuesta a la verdad, porque se fundamenta en violencias a la realidad de las cosas. Se descubre también que se teme más el juicio de los hombres que el juicio de Dios


REMEDIO DE LOS REMEDIOS

Es la piedad (...). Es preciso rezar más (...). El Señor espera de nosotros una oración más intensa por su Iglesia ... que entraña una vida espiritual más recia, que exige una continua reforma del corazón: la conversión permanente.

(...) O secundamos el ímpetu del Espíritu Santo, que nos lleva a servir al Señor con alegría ... o nos arrastrará el espíritu propio, nuestra soberbia. Entonces quedaremos fácilmente a merced del diablo, porque sólo el Espíritu divino posee la fuerza definitiva para arrojar lejos a Satanás.  Meditad, por tanto, en la importancia de entrar por caminos de oración, que así se recorren las sendas de docilidad a la gracia. (...) Se reza poco, y rezando poco no se logran discernir los espíritus y se confunde el error con el bien. 

Todo el designio del diablo está centrado en disuadir a los hombres de perserverar en la oración, porque la oración es el modo de introducirse en la amistad con Dios. (...) Hemos de persuadirnos de que los medios sobrenaturales son los más adecuados para afrontar una contienda de este tipo: la oración, la mortificación, el conocimiento de la doctrina de la fe, los sacramentos. Esto es lo sabio y prudente.

(...) Por desgracia, se observan también en la Iglesia  sitios -cátedras de teología, catequesis, predicación- que deberían alumbrar, como focos de luz, y se aprovechan, en cambio, para despachar una visión de la Iglesia y de sus fines totalmente adulterada. (...) Confundir a la Iglesia con una Asamblea de fines más o menos humanitarios, ¿no significa ir contra el Espíritu Santo? [Sí, pues] ir contra el Espíritu Santo es hacer circular, o permitir que circulen, sin denunciar sus falsedades, catecismos heréticos o textos de religión que corrompen las conciencias de los niños, con enseñanzas dañosas y graves omisiones. 

Frente a ese griterío, hemos de exclamar: ¡basta! (...) Hijos, no os durmáis en un quehacer rutinario. Sentir el desvelo por cumplir el bien, que el tiempo es corto. No os acobardéis jamás de dar la cara por Jesucristo

APOYARNOS EN EL SEÑOR

Para ser así, fieles, apoyaos en el Señor: es decir, no confiemos únicamente en nuestras escasas energías. Nadie más ridículo que el que se jacta, presuntuoso, de lo que realiza. (...) Tened el convencimiento de que nuestra fortaleza es prestada, que la verdadera fuerza y perseverancia sobrenatural en el bien vienen de Dios. Ninguno se crea mejor que los demás; ninguno se considere exento de errores y de pasiones (...) Fuera, hijos, el orgullo y la vanidad: buscad solamente la gloria de Dios.

(...) Nos esforzamos, con la gracia de Dios, por no abandonar; y por utilizar, con tenacidad, los medios para que no nos arranquen la fe (...) en esta casi universal deserción moral. [Hoy hablaríamos de apostasía universal]. Ya sé que este razonamiento implica que trabajemos a contrapelo en muchas cosas. Pero hemos de mantenernos así porque conviene delante de Dios y delante de los hombres, y porque comprendemos que no existe otro modo cristiano de comportarse.

(Continuará)