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miércoles, 24 de junio de 2015

LAS TRES CAMPANADAS (5 de 9): 2ª CAMPANADA




En la página web del Opus Dei, en el siguiente enlace, se encuentra un resumen de las tres campanadas de San José María Escrivá, que proviene de la biografía escrita en tres tomos, por Andrés Vázquez de Prada, titulada "El fundador del Opus Dei". Las tres campandas, en cuanto tales, no han sido publicadas al completo. Y, en principio, están escritas sólo para ser leídas a nivel interno por miembros del Opus Dei. No obstante, después de la canonización de José María Escrivá, salieron a relucir, al completo, la primera y la tercera (de ésta hay escrito un libro, cuyo autor es Enrique de Diego, en la editorial Rambla). En cambio, de la segunda campanada sólo he encontrado el resumen que realiza Andrés Vázquez de Prada; y que procedo a transcribir en esta entrada. Esta segunda carta está fechada en el mismo año de 1973, al poco de escribir la primera. Así lo cuenta el autor de la biografía del fundador del Opus Dei:


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Apenas habían transcurrido tres meses cuando, en vistas del cariz que tomaban las cosas, cogió de nuevo la pluma. Esta segunda carta, fechada el 17 de junio de 1973, mantenía a sus hijos al tanto de los innumerables errores que se estaban infiltrando en la doctrina y en las costumbres. De modo que la Iglesia se encontraba en medio de una borrasca tremenda; y —como explicaba el Padre, animando apostólicamente a sus hijos— en esta larga temporada de tempestad y de naufragio, debemos ser para muchos un arca de salvación.


Muchos cristianos, por desgracia, habían perdido la visión sobrenatural, ya no vivían con los ojos puestos en la eternidad hacia la que todos nos encaminamos. Deslumbrados por los espejuelos de lo temporal adoptaban posturas críticas contra la tradición y de rebeldía contra el dogma. Eran partidarios de un equívoco cristianismo adulto.

[¿Acaso no es eso lo que está ocurriendo hoy en día en la Iglesia, de una manera descarada y sin el más mínimo empacho?]

A éstos les invitaba el Padre a meterse en el Evangelio y escuchar la voz del Señor: «En verdad os digo, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt. 18, 3).

Era cada vez mayor el número de quienes predicaban una vida despojada de fe sobrenatural, intentando suplantar a Dios en todas partes:

Especialmente con el marxismo, que es la suma de todos los errores, estamos asistiendo a una subversión total:

- La Eternidad es sustituida por la historia
- Lo Sobrenatural por la naturaleza
- Lo Espiritual por la materia
- La Gracia divina por el esfuerzo humano [...].

Para algunos, parece como si en lugar de ser la Iglesia —la Iglesia de siempre, la que fundó Jesucristo y a la que Jesucristo ha asistido continuamente en estos veinte siglos— la salvación para el mundo, hubiera de ser el mundo la salvación para la Iglesia 

En la Navidad de 1973, al felicitar a sus hijas y a sus hijos, seguía comentando el tema central de estas dos extensas cartas de meses anteriores. Porque, insistía, tengo la obligación de deciros estas tristes verdades, de preveniros, de abriros los ojos a la realidad, a veces tan penosa. 

Luego, les prometía un tercer escrito: Os escribiré pronto: haré sonar de nuevo la campana gorda, para que nadie sea vencido por un mal sueño

[Se está refiriendo a la tercera campanada, que es la que publicaré en las dos o tres entradas siguientes]

Pero no era cosa de entristecerse, porque no es la Navidad ocasión de amargura, ni de pesimismo. Hemos de colmarnos de serenidad, de sobrenatural esperanza, de fe: el Señor vendrá, es seguro.
Roma, 17 de junio de 1973


LAS TRES CAMPANADAS (4 de 9) : 1ª CAMPANADA (2 de 2)



LUCHA INTERIOR

(...) La lucha interior no es una simple ascesis (...). Es la consecuencia lógica de la verdad que Dios nos ha revelado acerca de Él mismo, acerca de nuestra condición y acerca de nuestra misión en la tierra. Sin esa batalla interior, sin participación en la Pasión de Cristo, no se puede ir detrás del Maestro (...) Muchos pretenden componer una vida según las categorías mundanas, con el seguimiento de Jesucristo, sin Cruz y sin dolor. Y esto no es posible sin alterar sustancialmente el mensaje de Nuestro Redentor, porque "no es el discípulo más que su Maestro" (Mt 10, 24) y el discípulo de Cristo ha de estar dispuesto a negarse y a dar la propia vida por la salvación de los demás (Mt 16, 24-25)

[La última cita a la que se refiere san Jose María son estas palabras de Jesús a sus discípulos: "Si alguno quiere venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por Mí, la encontrará"]

COMBATE CRISTIANO Y AMBIGÜEDAD EN LA IGLESIA

La lucha interior (...) nos prepara para esta otra vertiente del combate cristiano, que implica el cumplimiento en la tierra del mandato divino de ir y enseñar su verdad a todas las gentes y bautizarlas (cfr Mt 28, 19).

Mi dolor es que esta lucha, en estos años, se hace más dura (...) por la confusión y por el deslizamiento que se tolera dentro de la Iglesia, al haberse cedido ante planteamientos y actitudes incompatibles con la enseñanza que ha predicado Jesucristo y que la Iglesia ha custodiado durante siglos.

(...) Hay muy pocas voces que se alcen con valentía para frenar esta disgregación. Se habla de unidad y se deja que los lobos dispersen el rebaño; se habla de paz y se introducen en la Iglesia (...) las categorías marxistas de la lucha de clases (...); se habla de emancipar a la Iglesia de todo poder temporal y no se regatean los gestos de condescendencia con los poderosos que oprimen las conciencias; se habla de espiritualizar la vida cristiana y se permite desacralizar el culto y la administración de los sacramentos, sin que ninguna autoridad corte firmemente los abusos -a veces auténticos sacrilegios- en materia litúrgica (...)

VIOLENCIA CONTRA LOS FIELES CATÓLICOS

(...) No se puede imponer por la fuerza la verdad de Cristo, pero tampoco podemos permitir que, con la violencia de los hechos, nos dominen como ciertos y justos, criterios que son una patente deserción del mensaje de Jesucristo: esta violencia se comete, por algunos, impunemente, dentro de la Iglesia (...).

(...) Violencia se hace, también diabólica, cuando se manipulan los textos de la Sagrada Escritura y se llevan al altar, en ediciones equívocas que cuentan con aprobaciones oficiales. Y no podemos dejar de ver el brutal atropello que se impone a los fieles, y en los fieles al mismo Jesucristo, cuando se oculta el carácter de Sacrificio de la Santa Misa (...)

RESISTENCIA

Nos sentimos obligados a resistir a estos nuevos modernistas -progresistas se llaman ellos mismos, cuando de hecho son retrógrados, porque tratan de resucitar las herejías de los tiempos pasados-, que ponen todo en discusión, desde el punto de vista exegético, histórico, dogmático, defendiendo opiniones erróneas que tocan las verdades fundamentales de la fe, sin que nadie con autoridad pública pare y condene reciamente sus propagandas. Y si algún pastor habla decididamente, se encuentra con la sorpresa -amarga sorpresa- de no ser suficientemente apoyado por quienes deberían sostenerlo. Esto provoca la indecisión y la tendencia a no comprometerse con determinaciones claras e inequívocas.

(...) Se facilita la agitación con un silencio que clama al cielo, cuando no se coloca a los saboteadores de la fe en puntos neurálgicos, desde los que puedan sembrar la confusión "con aprobación eclesiástica". Ahí están tantos nuevos catecismos y programas de "enseñanza religiosa" testimoniando la verdad de lo que afirmo.

Para resistir a esta presión, para perseverar en la buena doctrina (...) hemos de ayudarnos unos a otros (...) con la oración, con la mortificación, con el trabajo, con la corrección fraterna, con el cariño de hermanos (...) Hagamos el propósito firme de defender la fe tradicional; de no tolerar (...) los gérmenes de ninguna herejía.

MODO DE ACTUAR

Una medida concreta de prudencia, para rechazar y oponerse a la disolución de la fe y de las costumbres, es sujetarse humilde y gustosamente al condicionamiento que supone evitar determinadas lecturas (...) No debemos leer libros de mala doctrina o literatura que disuelve las costumbres.

(...) En algunos ambientes eclesiásticos se percibe actualmente una especie de extraño complejo de inferioridad, ante todo lo que está emparentado con el marxismo. Este complejo, además de denunciar una notable pereza intelectual, evidencia de modo elocuente, la debilitación de la fe y la ignorancia o la superficialidad.

(...) Hay abundante material de orientación doctrinal (...) verdadera pedagogía de la vida cristiana (...) Asimilad bien y transmitid esos criterios y esos contenidos doctrinales, que aumentan la capacidad de discernimiento en estos momentos de confusión (...) Es ésta una labor colosal que nunca debemos descuidar: robustecer las creencias vacilantes de tantas almas, fortalecer la sana doctrina. La fe da lugar a un avance indefinido en la teología; pero los dogmas no varían. La fe es la de siempre, como son los mismos los medios con que contamos los cristianos para hacernos santos.

(...) No podemos dormirnos ni tomarnos vacaciones, porque el diablo no tiene vacaciones nunca y ahora se demuestra bien activo. Satanás sigue su triste labor, incansable, induciendo al mal e invadiendo el mundo de indiferencia: de manera que muchas gentes que hubieran reaccionado, ya no reaccionan, se encogen de hombros o ni siquiera perciben la gravedad de la situación; poco a poco, se han ido acostumbrando.

(...) Hijos míos, sintamos el deber de ser leales a cuanto hemos recibido de Dios, para transmitirlo con fidelidad. No podemos, no queremos capitular. No os dejéis arrastrar por el ambiente. Llevad vosotros el ambiente de Cristo a todos los lugares (...) La verdad de Dios es eternamente joven y nueva. Cristo no queda jamás anticuado: Iesus Christus, heri et hodie, ipse et in saecula (Heb 13, 8) 

[Jesucriso es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre]

AGRADECIMIENTO Y CONFIANZA

Hijos míos: adelante, pues, con fe, con piedad, obedientes, seguros en el Señor. Vayamos detrás de Él, con la oración, como la hemorroísa, tratando de tocar la orla de su manto. Jesucristo nos escucha si le pedimos con la fe de aquel pobrecito: Si vis, potes ... (Mt 8, 2) 

[Señor, si quieres puede limpirame]

Vivamos en una continua acción de gracias a nuestro Dios. Acciones de gracias que son un acto de fe, que son un acto de esperanza, que son un acto de amor. Agradecimiento, que es conciencia de nuestra pequeñez, bien conocida y experimentada, de nuestra impotencia; y que es una confianza inquebrantable (...) en la misericordia divina, porque Dios, nuestro Señor, es todo Amor (...)

Roma, 28 de marzo de 1973