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martes, 19 de mayo de 2015

VOTO CATÓLICO (19): El voto útil (3 de 3)

Al realizar estas reflexiones en torno al voto católico me doy cuenta de la dificultad que supone el pasar de una a otra y, sobre todo, la dificultad, aún mayor, de saber sobre qué aspecto concreto del tema estoy hablando en cada entrada. Si se quiere acceder al índice de todos los post sobre el voto católico puede pincharse aquíPido disculpas al lector por el inconveniente que esto puede llevar consigo.
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Según los últimos datos del CIS de marzo de este mismo año hay un 71,8% de católicos en España. Bien es cierto que desde hace unos cuarenta años, el número de creyentes y practicantes va disminuyendo, debido a múltiples factores, siendo uno de ellos la ignorancia y el desconocimiento que poseen los católicos de su propia religión, una labor que los gobiernos de turno, desde la muerte de Franco, se han encargado de llevar a cabo, paulatinamente -y hoy descaradamente- a través de un sistema educativo, cada vez más deficiente ... y no sólo en el aspecto religioso.  




Retomando de nuevo el tema del voto útil me pregunto qué ocurriría si los que se dicen católicos, aunque el porcentaje no fuera tan alto como el que recoge el CIS votaran en conciencia, es decir, no votaran a ningún partido pro-abortista. Tendríamos un problema, puesto que todos los partidos que, a día de hoy, nos representan en el Congreso de los Diputados son pro-abortistas. Y, como ha hemos comentado, en repetidas ocasiones, un católico, en conciencia, no podría votar a ninguno de ellos

Entre los nuevos Partidos que se presentan, que estén claramente a favor de la vida (aborto cero) tenemos muy pocos y, además, se les silencia, como si no existieran; apenas si salen en los medios. Se pretende así que no consigan ningún escaño en el Gobierno ... en donde no habrá ninguna voz discordante, que pueda remover la conciencia al resto de partidos, puesto que todos tienen la misma ideología pro-abortista. Pero lo que importa es conocer que, aunque escasos, tenemos algunos. Yo destacaría, entre ellos, los que son un poco más conocidos, los que más suenan que serían, por eso mismo los que podrían tener alguna posibilidad de obtener algún escaño. Tales son AES y VOX y, por supuesto, el Partido Familia y Vida (hablaremos de ellos en el siguiente post). En Murcia no se presentan ni AES ni el Partido Familia y Vida, aunque éste está en coalición con VOX en varias circunscripciones de España


La conclusión salta a la vista: en la Región de Murcia (al menos) un católico que vote en conciencia, sólo tiene una de estas tres opciones: (a) No votar; (b) Votar en blanco; (c) Votar a VOX. Como ya he dicho en otras entradas yo voy a optar por VOX, en estas elecciones autonómicas, aunque no me caso con ningún partido. Y siempre queda por ver cómo actuaría VOX si consiguiera algún tipo de representación parlamentaria. El programa electoral está claro, pero la experiencia nos dice que no todos los partidos cumplen luego con lo prometido, una vez que han llegado al Poder (hasta el momento, yo diría que ninguno, aunque puede que me equivoque. Mis   conocimientos en política no llegan a más). 


Espero no equivocarme en este caso concreto. Soy consciente de que muy pocos son los que piensan de esta manera. Se dirá, y puede que con toda la razón del mundo, que ni VOX ni AES [que, en mi opinión deberían de formar coalición, dada la situación actual] tienen futuro dado que hoy, en día, son muy pocos los que piensan en católico ... de manera que lo más probable es que estos partidos obtengan pocos votos y entonces serán votos perdidos: ¡No lo son! Es más: si reflexionamos un poco, resulta que, si todos aquellos que se consideran católicos votan en conciencia (en este caso a VOX) la suma de muchos pocos, hacen un mucho.


Estamos en las manos de Dios ... Él sabrá por qué consiente todo lo que está pasando. El Sistema está corrompido ... Todo eso es cierto ... ¡pero nosotros, particularmente los católicos, no tenemos por qué contribuir, con nuestra voto, a que esa corrupción se perpetúe!. Votar en conciencia. Eso es lo auténticamente útil, útil para nuestra salvación; y útil también para esta nación española que se está descomponiendo poco a poco. Y no tenemos por qué asustarnos. Dios proveerá.

El problema de fondo es que estamos perdiendo la fe y la confianza en Dios, a pasos agigantados. Por eso el mundo va a la deriva. Se requiere, se hace preciso, por nuestra parte, realizar un acto de fe y de confianza en la Providencia divina, apostando por Dios, en grado heroico. Saldremos ganando, sin lugar a dudas. Pensemos, por ejemplo, en la parábola del grano de mostaza: en esta vida, todo lo que ha llegado a ser grande comenzó siendo pequeño. No debemos olvidarlo. Si la semilla sembrada es buena (y en este caso lo es) y es buena también la tierra sobre la que se siembra, lo que es de esperar, si ponemos de nuestra parte todo lo que dependa de nosotros, el fruto llegará, sin ningún género de duda, aun cuando nosotros no lo veamos.


Pensemos no en nosotros, sino en nuestros hijos y, luego a luego -y sobre todo- en nuestros nietos y bisnietos. De nosotros va a depender, en gran medida (y Dios cuenta con ello) el tipo de sociedad en la que les va a tocar vivir y desarrollarse. Y, desde luego, lo mejor que les podría ocurrir es que el Cristianismo auténtico, el de siempre, volviera, de nuevo, a impregnar los corazones de todas las personas.


Si Dios permite lo que está ocurriendo, Él sabrá lo que hace; sus razones tendrá, con toda seguridad. A los que, por la gracia de Dios, somos cristianos -aunque indignos- sólo nos queda vivir de fe y de esperanza, y rezar. Sufrir, sin duda alguna, pero jamás perder la alegría


Resuenan en nuestros oídos las palabras del Nuevo Testamento, que son luz para nuestra inteligencia y que hacen que nuestro corazón arda de amor y nos fortalecen en nuestra debilidad: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). "Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de los que han sido llamados según su designio" (Rom 8, 28), etc... No estamos solos"Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Y tenemos la seguridad de la victoria definitiva"En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33), pues Dios, manifestado en la Persona de su Hijo hecho hombre, Jesucristo, no nos engaña. Él es la Verdad y nos dice que "el cielo y la tierra pasarán pero mis Palabras no pasarán" (Mt 24, 35). 


¿Qué más podemos pedir? ¿Qué nos puede preocupar? Nuestra única preocupación debe consistir en seguir los consejos de Jesús y procurar hacerlos realidad en nuestra vida. ... ¡Espabilar y no dormirnos!.  "Ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13, 11), nos dice el apóstol Pablo. Y Jesús: "Velad porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor" (Mt 24, 42). Las palabras de Jesús siempre son consoladoras. Y, sobre todo, son verdad: "Las palabras que os he dicho son Espíritu y Vida" (Jn 6, 63). "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68) le contestó Pedro a Jesús cuando éste preguntó a los apóstoles si también ellos querían abandonarlo.

Jesús se dirige a los apóstoles y les dice: "Vosotros ahora tenéis tristeza, pero os volveré a ver, y se alegrará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22). De manera que, si así están las cosas con relación al Señor, ¿de qué podemos tener miedo? Absolutamente de nada ... tan solo del pecado, pues éste nos separaría del Señor ... pero de ninguna otra cosa más: "No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed -sobre todo- al que puede arrojar el alma y el cuerpo en el infierno" (Mt 10, 28)]


(Continuará)

VOTO CATÓLICO (18): El voto útil (2 de 3)

Al realizar estas reflexiones en torno al voto católico me doy cuenta de la dificultad que supone el pasar de una a otra y, sobre todo, la dificultad, aún mayor, de saber sobre qué aspecto concreto del tema estoy hablando en cada entrada. Si se quiere acceder al índice de todos los post sobre el voto católico puede pincharse aquíPido disculpas al lector por el inconveniente que esto puede llevar consigo.
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Votar en conciencia no puede ser un "voto perdido" sino un acto de fe en Dios. Cualquier partido, por poderoso que sea, tiene los días contados, desde el momento en que se enfrenta al Creador y pretende burlar sus leyes. Esto dice san Pablo: "No os engañéis: de Dios nadie se burla. Pues lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Gal 6, 7). Y ya sabemos que quien siembra vientos, recoge tempestades. 

Porque, ¿qué es, en realidad, el voto útil? Sencillamente el de aquél que vota, por miedo a lo que pueda suceder, a un determinado partido, aunque no esté de acuerdo con todo su programa. Y acude a la famosa expresión -falsa, por otra parte- de "el mal menor", con lo que "tranquiliza" así su conciencia. O aquella otra de "Virgencica, que me quede como estoy", que viene a ser lo mismo: miedo, cobardía y falta de fe en la Providencia, aunque en muchos casos es ignorancia. 

Y en principio no tendría por qué haber ningún problema. Éste aparece en el momento en que un determinado partido político -el que sea- se arroga una prerrogativas que no le corresponden. El sistema democrático por el que nos regimos, si de verdad estamos en un estado de derecho, no puede "meterse" a solucionar cuestiones que no le competen, cuales son las referentes a la moral, a la religión (en concreto la religión católica) e incluso al orden natural de las cosas. 


La misión de un Gobierno es la de procurar el bien común de sus ciudadanos y no la de adoctrinarlos en ideologías falsas y perversas, que corrompen a la juventud y a la sociedad, en general. Hay principios no negociables: no todas las cosas se pueden votar. Si yo tengo delante de mí una mesa. Y digo: Esto es una mesa, la veracidad de esta afirmación no es discutible, ni hay que someter a consenso ese juicio, porque se trata de algo evidente: "No es una mesa ... para mí". No. Es una mesa. Y punto. Y si alguien lo niega es que debe de estar loco o véte tú a saber.


Pues bien, de modo análogo se puede hablar de leyes naturales que no son discutibles: la ley de la gravedad, un hombre es un hombre, una mujer es una mujer, el matrimonio es la unión de por vida entre un hombre y una mujer, la familia es la célula de la sociedad y su fin principal es la procreación, matar a una persona es un crimen (no importando que se trate de un embrión, de un feto, de un niño, un joven, un adulto o un anciano), etc.


Pero la sociedad, al apartarse de Dios, se ha vuelto loca. Y niega lo evidente. Y no sólo lo niega, sino que quiere imponer esta locura a todos, por la fuerza, mediante la sutileza de cambiar las leyes sobre cuestiones que están ya zanjadas, desde siempre, porque son lo que son, conformes a la ley natural, como se acaba de decir. Esto se estudia en Derecho Natural. Ninguna ley puede contradecir las leyes naturales. Y, sin embargo, por poner algún ejemplo, se habla como de algo "normal", en los propios programas políticos, de que "las mujeres tendrán derecho al aborto" ... "de que se implantará la ideología de género en la educación, como signo de progreso que es",  "asimismo se establecerá el matrimonio entre personas del mismo sexo, como una forma más de matrimonio", ...,  y otras aberraciones por el estilo. Nos ceñiremos al caso del aborto.

Hablando sobre el llamado voto útil, nunca puede ser verdaderamente útil apostar por un partido pro-abortista, pues ello conlleva apostar contra Dios y, según san Pablo "es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 



Jesús mismo lo expresó con toda claridad, cuando los fariseos pretendieron engañarlo, tendiéndole una trampa. Les dijo: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios" (Mc 12, 17). Si el César realiza su cometido propio, el católico, como cualquier ciudadano, tiene que colaborar con él, poniendo en ello su máximo empeño, porque es el bien común [es decir, el bien de todos y de cada uno] lo que está en juego.  Pero si el César juega a ser Dios y se introduce en un terreno que no le compete, la obligación de un católico es la de desobedecerle, aun cuando en ello le fuera la vida: Así ocurrió con los primeros cristianos, que prefirieron morir antes que adorar al César y reconocer en él a un dios.

No podemos jugarnos la salvación eterna por un plato de lentejas. ¿Qué sabemos nosotros acerca de lo útil y lo inútil? Todo lo que nos acerca a Dios es útil y hermoso. Todo lo que nos aleja de Dios lleva como marca la mentira. Y los políticos -salvo escasísimas excepciones- son bastante mentirosos. Con el miedo del voto inútil o voto perdido pretenden atraer hacia sí el voto de los indecisos, engañándoles, por supuesto, como han venido haciendo hasta ahora. De manera que la utilidad auténtica consiste en votar en conciencia, conforme a los principios innegociables. No votar nunca a ningún partido que los ponga en tela de juicio. Si fueran todos, pues como he dicho en otra ocasión y he justificado: a votar en blanco (colocando el sobre dentro de la urna, sin ninguna papeleta en su interior) o bien abstenerse de votar. Y punto. 

Un sistema democrático que no respete la ley natural (la ley divina, en definitiva) no constituye un estado de derecho, por más que se diga otra cosa. Si se niega el Derecho Natural, que es el fundamento de todo derecho, se están negando, en realidad, todos los derechos humanos. Propiamente hablando, un sistema así no es legítimo. La legitimidad viene dada por el respeto y el cumplimiento de la ley; y toda ley humana que se oponga a la ley natural y a la ley divina, en tanto en cuanto eso sea así, deja de ser ley y deja de ser vinculante. 

Afortunadamente, por los pelos, aún nos queda algún partido aquí en Murcia, al que podamos votar, pues su programa es conforme a esos principios no negociables. Hablaremos de ello en otro post. De momento quiero hacer algunas reflexiones acerca de la importancia del voto católico en estas elecciones, aunque sólo algunos, muy pocos, lean este blog. El hilo conductor de todas ellas hace referencia, básicamente, a la realidad de nuestra condición de criaturas, una realidad que no queremos reconocer, situándonos así en la mentira; lo que se traduce en la soberbia y la ambición por ser dioses nosotros. No es la verdad ni la realidad la que va a regir el mundo sino el pensamiento o el sentimiento de los hombres, que son quienes deciden acerca de "todo". Esto tiene mucha más importancia de lo que parece. 


(Continuará)