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domingo, 28 de junio de 2015

LAS TRES CAMPANADAS (8 de 9): 3ª CAMPANADA (3 de 4)



PERSEVERANCIA ANTE LA DESERCIÓN DE LA MAYORÍA

Perseverad, pues, vigilantes. Hoy, especialmente entre los eclesiásticos y los clericales tocados por las corrientes modernistas, todo se juzga con una visión ajena al sentido sobrenatural. Me refiero a esas personas que, donde advierten una obediencia cristiana, hablan de verticalismo; si descubren certeza de fe en lo que todos hemos de creer, afirman que no hay pluralismo; si se observan unas normas litúrgicas con unción, serán capaces de sostener que falta espontaneidad en el culto (...) [En cambio] nos alabarían si atacáramos a la Iglesia, al Papa, a la fe católica o a la moral cristiana.

No queremos contribuir a empobrecer la espiritualidad de la Iglesia, arremetiendo contra lo que Jesucristo mismo instituyódisminuyendo el sacerdocio ministerial y su santidad, para que se confunda con el sacerdocio real de los fieles; quitando el culto y las prerrogativas de la Madre de Dios, empequeñeciendo sus fiestas y su veneración; ahogando la devoción a los santos y a sus imágenes; destruyendo el sacramento del matrimonio; y, sobre todo, dando disposiciones que conducen a arrancar de las almas el amor al Santo Sacrificio de la Misa y la certeza en la Real Presencia de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar y reservado en el Sagrario.


(...) El mal se envuelve diabólicamente en paños de virtud y de autoridad:  y así resulta más fácil que se fortalezca y que produzca más daño. Porque aparecen gentes con una falsa religiosidad, saturada de fanatismo, que se oponen desde dentro a la Iglesia de Jesucriso (...) haciendo resaltar (...) lo político antes que lo religioso.


Todo coopera al desprestigio general de la autoridad eclesiástica y a que no se corrijan con oportunidad y energía los desórdenes: los desatinos heréticos, la inestabilidad, la confusión, la anarquía en asuntos de fe y de moral, de liturgia y de disciplina. A esta situación la llaman algunos -defendiéndola- aggiornamento, cuando es relajación y menoscabo del espíritu cristiano, que trae como consecuencia inmediata -entre otros efectos- la desaparición de la piedad, la carencia de vocaciones sacerdotales o religiosas, el apartar a los fieles, en general, de las prácticas espirituales (...) al paso que los eclesiásticos, al verse ineficaces, se muestran desgraciados y abandonan el proselitismo...


Fijaos en que, a la debilitación de la fe, acompaña una desorientación de la conciencia (...) Convenceos, hijos míos, de que en cuestiones de fe, de pureza y de camino no hay detalles de poca importancia (...) esta infidelidad se manifiesa muy pronto en una progresiva disminución de la alegría en el servicio de Dios.


(...) Renovemos nuestra oración, al reconocernos tan inseguros, y nos encontraremos esforzados y capaces de dar fuerzas a quienes vacilen. Pero atentos a la advertencia que recuerda san Pablo a los de Corinto (1 Cor 10, 12) ["Quien piense estar en pie, mire no caiga"] El que se juzga fuerte y seguro, no olvide que es capaz de caer. Insisto en que el humilde reconocimiento de nuestra debilidad, ante el Señor será la mejor base para nuestra firmeza.



VIBRACIÓN INTERIOR Y CONFIANZA EN DIOS

(...) Os exhorto (...) para que no decaigáis en la pelea, con licencias que os llevarían a perder la vibración interior. Hemos venido a esta tierra para ofrecer nuestra vida en un holocausto a Dios: no os canséis de entregaros; no os paréis en vuestro afán por alcanzar la santidad, echando mano -al cabo del tiempo- de compensaciones humanas que apagarían vuestro celo.

Hemos de comprender que no valemos nada -menos que nada- y apoyarnos en la fortaleza de Dios. Por eso, hijos míos, no seáis jamás engreídos. No os durmáis en las buenas obras realizadas, adoptando un aire de suficiencia, porque sólo el corazón humilde está preparado para no malearse.  (...) Necesitamos que nos gobierne la clemencia de Dios, porque no podemos agradarle, ni servirle con alegría, si Él no nos asiste.


Poned el corazon en serviros. Cuando el cariño pasa por el Corazón Sacratísimo de Jesús y por el Dulcísimo Corazón de María, la caridad fraterna se ejercita con toda su fuerza humana y divina. Anima a soportar la carga, quita pesos, asegura la alegría en la pelea (...) Hijos de mi vida, quereos, ayudaos y dejaos ayudar, haciéndoos las oportunas advertencias con comprensión y con caridad. Así, bien unidos, venceremos tantas batallas de paz, que aún hemos de combatir en nombre del Señor y de la Iglesia. Solos no podemos nada; con Dios y con el concurso de nuestros hermanos, todo lo podemos. 



CONFUSIÓN EN EL SENO DE LA IGLESIA

Hemos de vivir esta mutua vigilia de amor muy especialmente en estos tiempos en los que, desde dentro de la Iglesia, se siembra descaradamente la confusión:  agitadores de sacristías y conventos; gente que ha hundido seminarios y vaciado iglesias; (...) parecen destinar todo su interés en que haya hombres que, sin guardar el Evangelio de Cristo y su Ley, se llamen cristianos; y envueltos en oscuridad se creen que tienen luz (...) presentan la noche como día, la muerte como salud, la desesperación con apariencia de esperanza (...) el anticristo en el nombre de Cristo; así escamotean con sutileza la realidad, engañando con apariencias de verdad. Esto sucede, hermanos amadísimos, por no volver al origen de la verdad, por no buscar la fuente, por no guardar la Doctrina de Maestro celestial.


LA BUENA DOCTRINA

Acudamos, pues, a la buena doctrina, que enciende con lumbres la inteligencia y mueve a obrar rectamente, porque trae claridad a la conciencia para discernir el bien del mal. La gran catequesis, que es nuestra tarea, requiere un asiduo estudio; y requiere también, cualquiera que sea la ciencia que se estudie, aprender a situar rectamente y bajo la luz de la fe aquella parte del saber humano al que se dedica, por profesión, el propio esfuerzo

No se relee, sin gran dolor, lo que san Pío X describió en su encíclica Pascendi, cuando exponía las características del modernismo que, en ese documento, definía como compendio de todas las herejías. (...) [Esta] enfermedad mortal (...) ha alcanzado aspectos de epidemia generalizada. Su extensión ha facilitado su virulencia y la manifestación de efectos monstruosos, en cantidad y en calidad, que quizá ni siquiera hubiésemos podido imaginar ante los primeros brotes de modernismo. [Estas palabras fueron escritas tan solo nueve años después del Concilio Vaticano II, hace más de cuarenta años]


Lo que inicialmente se mostraba sólo, aunque ya fuese muy grave, como la reducción de las Verdades dogmáticas a la simple experiencia subjetiva (...) se ha degradado aún más: las hondas exigencias del alma (...) quedan disueltas en la horizontalidad sin relieve de lo mundano: identificando el amor de Dios con las aspiraciones o deseos más inmediatos del hombre-masa, sometido a los determinismos de la planificación materialista y atea y a la de los instintos animales.


(...) Si, para combatir eficazmente los males del modernismo, san Pío X -como de modo análogo había hecho antes León XIII- señalaba, entre los más importantes remedios que urgía poner, el fiel seguimiento de la filosofía y de la teología de santo Tomás, es patente que ahora se impone, como nunca, el estricto cumplimiento de esa disposición. [Lo veremos en la siguiente y última entrada de esta serie]



(Continuará)