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lunes, 12 de mayo de 2014

LA VÍA DE LOS HECHOS: Más ejemplos: Misericordia y verdad (5 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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8. Hay ciertos pecados que no son condenados de modo explícito; el caso más conocido es el de la homosexualidad. No se dice que no sea pecado (¡no podría decirse!). Se sabe que es un pecado contra natura, pero quien diga tal cosa es inmediatamente condenado por el mundo. Políticamente hablando no es correcto, luego el tema de los gay se omite como tabú, por miedo al enfrentamiento. El mismo papa Francisco, cuando fue preguntado sobre este asunto respondió: " Si una persona es gay y busca al Señor con buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?" (Pinchar aquí). 


Sin embargo, cuando habló a los mafiosos les dijo: "El poder y el dinero que tenéis ahora por muchos negocios sucios, por crímenes mafiosos, está lleno de sangre. ¡Convertíos! ¡Aún estáis a tiempo de convertíos y de no ir al infierno". (Ver noticia aquí). Estas palabras del Papa enfrentándose a la mafia suponen una gran valentía, diciéndoles la verdad y lamentándose de su conducta criminal, condenándolos, además, al infierno si no se arrepienten (como sabemos, el infierno es un dogma de fe). El papa cumple con su deber al juzgarlos, porque han pecado y, además, los condena al infierno, si no se arrepienten. Y les suplica: "¡Convertíos!" Esto es la doctrina católica de siempre


Lo que no acabo de entender es por qué el mismo papa no contestó con igual (o parecida) contundencia cuando le preguntaron por el caso de los homosexuales, pues la respuesta es parecida; una respuesta que está en conformidad con lo que ya San Agustín decía, en el siglo IV: que "es necesario odiar el pecado y amar al pecador".

La misericordia con el pecador es fundamental, pero tiene que venir acompañada de la verdad. De no ser así no hace bien: es injusta y falsa. Ciertamente es verdad que no podemos juzgar a nadie "en concreto", en el sentido de condenarlo, porque sólo Dios conoce todos los datos y los corazones de las personas; lo que no obsta para que sí se pueda (¡y se deba!) "juzgar" acerca de la homosexualidad como talgenéricamente hablando. Ésta, como sabemos, es un pecado contra naturaleza, no porque yo lo diga: Lo dice San Pablo y es, por lo tanto, palabra de Dios. Una palabra que es Verdad y que nos habla por nuestro bien, para que nos salvemos: "No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos,(...) heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10). Pero continúa diciendo San Pablo: "Y esto erais algunos, pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor 6,11).


Dos verdades, pues, que no se deben ocultar. No se puede hablar de una sola y omitir la otra. Por una parte, debemos ser conscientes acerca de la gravedad de los distintos pecados a los que estamos esclavizados. Esta gravedad no debe ser ocultada porque es el único modo de que podemos ser libres y felices ya en esta vida, según las palabras del mismo Señor Jesús: "Todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8,34). Por otra parte, no se puede ocultar la misericordia. No hay pecado que no pueda ser personado, desde el momento en que el que ha pecado reconoce su pecado como tal, lo lamenta en lo más íntimo de su ser y pide sinceramente perdón a Dios: "Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida en Cristo" (Ef 2,4-5). Cuando sinceramente nos arrepentimos de nuestros pecados, somos perdonados por la misericordia de Dios manifestada en Jesucristo. Dichos pecados son perdonados y eliminados, como si nunca hubieran existido. 

Decir la verdad completa es fundamental. A la pecadora adúltera arrepentida, a la que querían apedrear los judíos, Jesús la defiende, pero no defiende su pecado. De hecho cuando todos se han ido y se han quedado solos, Él y la mujer, la mira con inmenso cariño y le dice: " 'Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?'. Ella contestó: 'Ninguno, Señor'. Jesús le dijo: 'Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más' " (Jn 8, 10-11). Por eso las declaraciones que hizo el Papa acerca de los gays, al no haber ido acompañadas de una condena explícita del pecado han sembrado una gran confusión entre los católicos; y mientras tanto, los enemigos de la Iglesia se frotan las manos. Una buena prueba de ello la tenemos en que la publicación The Advocate, la más influyente de la comunidad LGBT de los Estados Unidos, eligió a Francisco como «Persona del año2013», y se deshizo en alabanzas hacia él por su actitud de apertura, de comprensión y de tolerancia hacia los homosexuales. 

Esto nos tiene que dar qué pensar. La teoría de la Iglesia ya se sabe: la homosexualidad es un grave pecado (al igual que hay otros pecados graves) y merece el odio y la condena, porque extravía y hace desgraciadas a las personas. No así el homosexual concreto que debe ser escuchado con respeto y cariño, como una persona que es y amada, por lo tanto, por Nuestro Señor. No cabe duda de que si realmente una determinada persona gay busca al Señor, con sincero corazón, y tiene buena voluntad (usando la misma expresión del Santo Padre), entonces se arrepentirá de sus pecados y no los justificará, aunque tenga que sufrir, porque así se salvará. Esta idea del arrepentimiento y de la no condena de la homosexualidad como tal es lo que le faltó al Santo Padre. Lo que dijo fue una verdad a medias. Lógicamente, esto fue  inmediatamente aprovechado por aquellos que están luchando para que la realidad gay sea reconocida como normal y digna (incluso) de elogio; y el ser gay sea reconocido como un derecho. Así está ocurriendo ya en multitud de lugares de la tierra.

Por la vía de los hechos, al no condenar la homosexualidad, como tal, la gente (entre ellos, los mismos cristianos) podría llegar a pensar que la homosexualidad es algo normal y natural, lo que está en total desacuerdo con la realidad de la naturaleza humana. Otra cosa es la realidad social: la sociedad, en su conjunto, se ha apartado de Dios y no es capaz ya de distinguir el bien del mal, porque todo está bien, siempre que uno sienta que está bien. La primacía de los sentimientos sustituyendo a la realidad objetiva que es aquella que está conforme a lo que piensa acerca de ella Aquél que es su autor... ya hemos podido leer lo que está escrito en la Sagrada Escritura. 

El mundo de hoy, que se ha vuelto de espaldas a Dios, proclama "el orgullo gay". Y bien podría ocurrir que de facto se introdujera la homosexualidad en el mismo seno de la Iglesia católica (a base de considerarla como algo normal y de no condenarla).  Yo tengo la esperanza de que eso no ocurra. No quiero ni pensarlo. ¡Sería una monstruosidad, que daría al trasto con todo lo que la Iglesia siempre ha predicado durante veinte siglos! Si la Iglesia se "mundanizara" es que estaría en vías de desaparecer ... Y como "las puertas del infierno no pueden prevalecer contra ella" (Mt 16,18), tal vez lo que está ocurriendo podría ser una señal de que nos estamos acercando al final de los tiempos, uno de cuyos signos es, precisamente, la apostasía universal, (también en la Iglesia). Y esto llegará hasta el extremo de que los verdadero cristianos, aquellos que siguen a su Maestro y sienten con la Iglesia de siempre, sean perseguidos por las estructuras jerárquicas del momento actual: "Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16,2) . "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16,4) 

En fin, que Dios ilumine nuestras mentes y que fortalezca nuestros corazones; porque está escrito y no nos puede pillar de sorpresa que: "vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, dejándose llevar de sus caprichos, reunirán en torno a sí maestros que halaguen sus oídos; y se apartarán de la verdad volviéndose a las fábulas" (2 Tim 4, 3-4). Una realidad ante la que hemos de reaccionar con serenidad y alzar nuestra cabeza porque es señal de que la segunda venida de Jesús no puede estar ya muy lejos. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer queda muy bien explicado en el consejo que daba San Pablo a Timoteo: "Tú vigila en todo, afánate en el trabajo, haz labor de evangelista, desempeña bien tu ministerio" (2 Tim 4,5)

(Continuará)