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viernes, 2 de mayo de 2014

La via de los hechos: No debemos de esconder la cabeza como el avestruz (1 de 17)

NOTA: El índice de las 17 entradas sobre "La vía de los hechos" se ha introducido cuatro años después. Puede accederse a él, directamente, pinchando aquí.


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Hoy se da una escisión entre teoría y praxis en el seno de la Iglesia. La doctrina de la Iglesia es la que es y no ha cambiado. Los dogmas siguen siendo los mismos... Todo esto en teoría, todo esto es lo que está escrito y no ha cambiado. "En ese sentido" se puede decir que hay continuidad. La Iglesia de siempre es también la Iglesia de ahora.

Todo esto es lo que se dice, pero ¿está en conformidad con lo real, con lo que vemos que ocurre? ¿Existe algún criterio para evitar ser engañados o confundidos? Como siempre, la respuesta debemos buscarla en el Evangelio, rectamente interpretado a la luz de la Tradición de casi dos mil años de Historia de la Iglesia.


Si no queremos ser engañados, debemos atenernos a las palabras de Jesucristo: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16).¿Y qué frutos son los que vemos? Si no queremos taparnos los ojos y proceder como el avestruz, lo que se observa, objetivamente hablando, es una apostasía a nivel mundial. Podemos ignorarlo y actuar como si no ocurriera nada, pero tendríamos que dar cuenta de ello ante Dios: "Quien se avergüence de Mí y de mis palabras, de él se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, en la del Padre y en la de los santos ángeles" (Lc 9,26).


Dios no nos quiere ignorantes ni cobardes. En la parábola del administrador injusto, Jesús se queja porque "los hijos de este mundo son más sagaces para sus cosas que los hijos de la luz" (Lc 16,8). Y esto sigue siendo cierto, hoy también, por desgracia. Los cristianos (en general) conocen poco o nada su fe y se avergüenzan, con frecuencia, de ser lo que son, en un mundo en el que ya no se lleva eso de ser cristiano. No ocurre así con los que son del "mundo" que se vanaglorian y hacen gala de ser ateos, partidarios del divorcio, del aborto, de la homosexualidad y de todo lo que es objetivamente malo, defendiéndolo a capa y espada y con todos los medios de comunicación a su favor. 


Observamos, por ejemplo, que la fe se está perdiendo a un ritmo vertiginoso, que da miedo. Muchos católicos, que dicen serlo, no lo son realmente, desde el momento en que admiten, en su pensamiento y en su conducta, doctrinas y costumbres contrarias al sentir de la Iglesia (y me refiero aquí a la Iglesia de Siempre, no a aquella que pretende sustituirla por otra, nueva y diferente, que no sería entonces la verdadera Iglesia).


Necesitamos de la fe para vivir, más que del aire para respirar. Sin la fe estamos perdidos. ¡Porque ése es nuestro verdadero problema, que no tenemos fe! Y esa es la razón por la que este mundo se va hundiendo a marchas agigantadas: la fe ha desaparecido [prácticamente] y la sociedad, en su conjunto, ha renegado de Dios y ha entablado una lucha contra Él ... más concretamente, contra Jesucristo.


Me vienen a la mente las palabras de Jesús, cuando hablaba de su segunda y definitiva venida, que pondría fin a este mundo: "¿Pensáis que cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18,8). Y estas otras, referentes también al final de los tiempos: "Si no se acortasen tales días nadie se salvaría; pero por los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mt 24,22). Son avisos suyos: "Mirad que os lo he avisado" (Mt 24,25). 


El Señor nos avisa de los signos propios de los últimos tiempos para que estemos preparados. ¡Siempre debemos estarlo, porque el final de los tiempos, para cada uno, coincide con el final de su vida! Respecto a la segunda venida de Jesús, lo que llamamos los últimos tiempos, no podemos saber si estamos ya en ellos: "Acerca de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre" (Mt 24,36). Lo que sí es cierto es que la crisis actual de fe es tan grande que, si no lo estamos, posiblemente no estemos muy lejos de ellos. 


En cualquier caso hay algo que debemos de tener muy claro y es que Jesús no nos va a dejar solos: "No os dejaré huérfanos" (Jn 14,18). En nuestra lucha contra "el mundo" los cristianos tenemos las armas adecuadas; San Pablo suele hablar de la "armadura de Dios" (Ef 6,13) de la que debemos revestirnos: "Tened ceñida la cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia " (Ef 6,14). "...tomando en todo momento el escudo de la fe, con el cual podáis apagar los dardos encendidos del Maligno" (Ef 6, 16).  "Tomad también ... la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" (Ef 6,17), etc... Sólo falta que hagamos uso de estas armas (una vez que hemos entendido que no hay otro camino). Eso nos hará felices: "Si estas cosas entendéis seréis dichosos si las ponéis en práctica" (Jn 13,17)


Los cristianos vivimos hoy en día una situación muy crítica; pero con la gracia de Dios no hay ningún problema que no se vaya a solucionar, si ponemos los medios que Él nos da. Debemos tener muy claro (en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra vida) que " la victoria que vence al mundo es nuestra fe" (1 Jn 5,4). No hay otra manera...pero no la fe en un dios genérico, un dios de todos, inventado por el mundo, sino la fe en el único Dios verdadero que es el que se ha manifestado en Jesucristo. No hay otro Dios: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5). Ésta es la claveLa fe en la divinidad de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre, pues "en ningún otro hay salvación" (Hech 4,12).

(Continuará)